El azúcar común se añade para endulzar otros alimentos
El azúcar común se añade para endulzar otros alimentos

¿Podemos prescindir del azúcar (añadido) en nuestra dieta?

La sacarosa aporta energía, pero no es fundamental para el organismo, y, en exceso, engorda y predispone a sufrir enfermedades metabólicas

Madrid Actualizado: Guardar
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Los azúcares añadidos, aquellos que se incorporan a chocolates, caramelos, bollería, galletas, cereales de desayuno, refrescos, zumos, salsas y yogures, entre otros, están en la diana. Algunos han llegado a referirse a ellos como el « nuevo tabaco» del siglo XXI. Tras el indulto (parcial) a las grasas saturadas, ahora los dedos expertos (y los estudios) apuntan a la sacarosa como culpable de la epidemia de obesidad mundial. Pero ¿podríamos vivir sin ella? «Los hidratos de carbono tienen que suponer el 50% de la dieta. No podemos vivir sin los azúcares estructurales presentes de forma natural en los alimentos, pero si hablamos de sacarosa, el azúcar simple que añadimos para endulzar, sí que podemos vivir sin él», asegura a ABC la doctora María Ballesteros , endocrinóloga, vocal de la junta directiva de la Sociedad Española de Endrinología y Nutrición (Seen).

La experta recuerda, además, que dentro de los hidratos de carbono, hay que intentar optar por los más complejos, los que no han sido refinados, porque tienen otros nutrientes como la fibra, que ralentizan la absorción del azúcar y los hace más saludables. «El azúcar sacarosa solo tiene una función energética. Y para bien o para mal nos sobra energía», advierte la doctora Ballesteros.

La OMS dice que el azúcar debe aportar menos del 10% de las calorías diarias tanto en niños como en adultos, aunque lo ideal para la agencia de salud de la ONU es que no se sobrepasase el 5%. En nuestro día a día esto se traduce de la siguiente manera: Si una dieta normal supone una ingesta media de 2.000 calorías, como mucho 100 calorías (25 gramos) deberían proceder de los azúcares añadidos. «Con una lata de refresco azucarado de 33 cl ya estás tomando alrededor del 33 gramos de azúcar», advierte la especialista. La doctora invita, en cualquier caso, a «no demonizar». «No es sano comer y cenar con refrescos, pero si un fin de semana tomas dos refrecos no pasa nada. Lo que en nutrición estropea no son las excepciones sino el día a día», apunta.

Para desincentivar el consumo de bebidas azucaradas, especialmente entre los más jóvenes, la OMS propuso hace una semana aumentar en un 20% el precio de estos productos con el objetivo de luchar contra la obesidad. PepsiCo anunciaba días después su compromiso de reducir los niveles de azúcares añadidos en sus bebidas para 2025

Durante décadas, los efectos del consumo excesivo de azúcar en la salud quedaron eclipsados por las grasas saturadas, en las que se focalizó la responsabilidad. Recientemente se ha hecho público que detrás de esa imagen «dulcificada» del azúcar estaba la propia industria. El pasado septiembre una investigación publicada por la revista científica «JAMA Internal Medicine» apuntaba a que la industria azucarera financió estudios para rebajar la relación del azúcar con las enfermedades cardiovascularesy resaltar a la grasa como principal causante.

A principios de octubre, «American Journal of Preventive Medicine» publicaba un estudio que denunciaba que las dos grandes compañías de refrescos, Coca-Cola y PepsiCo, han patrocinado al menos a 96 organizaciones estadounidenses de salud entre 2011 y 2015 para frenar su apoyo a leyes que buscan reducir el consumo de refrescos y obtaculizar los esfuerzos para combatir la epidemia de obesidad.

¿Qué ocurre cuando nos pasamos con el azúcar añadido? «El organismo acumula el exceso de calorías en forma de grasa visceral, que predispone a sufrir enfermedades metabólicas», explica la doctora Ballesteros.

Una manera de controlar la cantidad que tomas es mirar bien las etiquetas antes de adquirir un producto. No solo la tabla de composición con las proporciones por cada 100 gramos sino también por ración. Asimismo, has de saber que los ingredientes aparecen enumerados de mayor a menor presencia en el producto.

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