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El Papa Francisco durante su encuentro con los periodistas a bordo del avión de regreso a Roma - EFE

Los papas y los anticonceptivos

Francisco admite el uso de anticonceptivos ante el zika, una posibilidad que ya dejó abierta Pablo VI y Benedicto XVI en casos excepcionales

Madrid Actualizado: Guardar
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El Papa Francisco recuperó este jueves un viejo dilema al admitir el uso de anticonceptivos para evitar embarazos durante la epidemia de zika que azota a América Latina. En el vuelo de regreso de México a Roma el Santo Padre explicó que «el aborto es un crimen» pero en cambio tomar la decisión de evitar un embarazo por motivos excepcionales «no es un mal absoluto».

No es la primera vez que un Pontífice reconoce la utilización de métodos anticonceptivos dentro de lo que en el campo de la ética se conoce como el principio del «mal menor». El propio Francisco recordó durante su encuentro con los periodistas que Pablo VI, en una situación difícil en África, «permitió a las religiosas utilizar anticonceptivos» ante el riesgo de violación por los guerrilleros en el antiguo Congo belga.

«El aborto es un crimen. En cambio, evitar un embarazo no es un mal absoluto. Y en ciertos casos, como el de Pablo VI, está claro»
Papa Francisco

Benedicto XVI también llegó a reconocer esta posibilidad pero con muchos matices. En el libro entrevista con Peter Seewald, «Luz del mundo» (Herder, 2010) el periodista alemán preguntó al entonces Papa sobre la postura de la Iglesia de prohibir a una población amenazada por el sida el uso de preservativos a propósito de las declaraciones de Ratzinger en su viaje a África en marzo de 2009.

El entonces Papa contesta: «En esa ocasión no tomé posición en general respecto del problema del preservativo, sino que, solamente, dije --y eso se convirtió después en un gran escándalo-- que el problema no puede solucionarse con la distribución de preservativos. Deben darse muchas más cosas. Es preciso estar cerca de los hombres, conducirlos, ayudarles, y eso tanto antes como después de contraer la enfermedad».

«Banalización de la sexualidad»

En su respuesta Benedicto XVI va más alla en sus argumentos y explica que «la mera fijación en el preservativo significa una banalización de la sexualidad, y tal banalización es precisamente el origen peligroso de que tantas personas no encuentren ya en la sexualidad la expresión del amor».

La Iglesia no ve la utilización de los preservativos «como una solución real y moral». No obstante, «pueden ser, en la intención de reducir el contagio, un primer paso»
Benedicto XVI

Sin embargo, a renglón seguido admite que «podrá haber casos fundados de carácter aislado, por ejemplo, cuando un prostituido utiliza un preservativo, pudiendo ser esto un primer acto de moralización, un primer tramo de responsabilidad a fin de desarrollar de nuevo una consciencia de que no todo está permitido».

Siguiendo esta línea, Benedicto XVI insiste en que es «obvio» que la Iglesia no ve la utilización de los preservativos «como una solución real y moral». «No obstante, en uno u otro caso pueden ser, en la intención de reducir el peligro de contagio, un primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida de forma diferente, hacia sexualidad más humana».

El catecismo de la Iglesia Católica es claro cuando se refiere a «la regulación de la procreación» como «una responsabilidad» de los esposos. En este sentido, recuerda que «la continencia periódica, los métodos de regulación de nacimientos fundados en la autoobservación y el recurso a los períodos infecundos son conformes a los criterios objetivos de la moralidad», mientras que la anticoncepción «impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal».

«Esta diferencia antropológica y moral entre la anticoncepción y el recurso a los ritmos periódicos implica dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana irreconciliables entre sí», asegura el catecismo.

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