Kiara es la estrella del colegio La Salle de Valladolid
Kiara es la estrella del colegio La Salle de Valladolid - FRANCISCO HERAS

EducaciónKiara, la perra que devuelve la confianza a los niños

Las intervenciones asistidas con animales para mejorar el bienestar de los pequeños con problemas de aprendizaje o de interacción social se abren camino. ABC lo comprueba en el colegio La Salle de Valladolid

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Pongamos que se llama Julia y que tiene problemas de lectoescritura. Le cuesta mucho leer, especialmente en público. Sabe que no lo hace bien, y solo pensar que sus compañeros están pendientes, la descompone. Camino al colegio, el nudo en el estómago apenas la deja respirar. Hoy hay Lengua y seguro que toca leer; un infierno que solo ella comprende. Ella... y Kiara.

Julia no ha abierto los labios para tratar de borbotear la primera sílaba del párrafo y Kiara ya ha apoyado la cabeza en sus piernas. El nudo se deshace y las palabras salen. Un día más, Kiara, una hembra de labrador retriever, ha cumplido con su trabajo en el colegio La Salle de Valladolid.

«Es un estímulo vivo que despierta todos los sentidos de los niños con los que trabaja.

Mejora la autoestima de los pequeños porque no les juzga, y eso hace que los niños se relajen y reduzcan su inseguridad. Entonces aumentan el ritmo y su fluidez lectora, y poco a poco pierden la vergüenza de leer en clase», explica Cristina Misas, psicóloga del centro y coordinadora del equipo de Teacher Dog.

Una experiencia personal

Hace un año que el colegio La Salle decidió poner en marcha un programa de terapia asistida con perros para mejorar el bienestar no solo de los niños con problemas de aprendizaje o interacción social sino también con fobias, dificultades de autocontrol, autoestima, impulsividad, ansiedad, memoria o razonamiento. Todos ellos necesitan sus tiempos y su momento. Y Kiara, dirigida por el equipo multidisciplinar que hay detrás, les ayuda a encontrarlos.

El director del colegio, Diego Fernández Requejo, cuenta cómo se le ocurrió «meter en nómina» a Kiara. «Todo comenzó cuando adopté un cachorro de cocker spaniel que resultó ser ingobernable. Tuve que pedir ayuda profesional y en su proceso de adiestramiento me di cuenta de que era yo mismo quien tenía que recibir educación. Aprendí a escuchar, a interpretar y comunicarme de otra manera. Fue un proceso personal muy interesante que vi que era trasladable a un entorno educativo».

Sonrisa fugaz

A partir de esa intuición, el equipo directivo del colegio La Salle comenzó a trazar su propia hoja de ruta, contando con profesionales para la selección del animal. «Había que encontrar a un perro tranquilo y con mucha tolerancia a la frustración», cuenta Fernández Requejo. Y lo hicieron. «Kiara llena de emociones útiles a niños y mayores mientras fortalece los vínculos necesarios para aprender. Así, a través del diseño minucioso de las sesiones de intervención y la guía experta del equipo de adiestradores, atendemos las necesidades físicas, psicológicas, cognitivas-educativas y socioafectivas de nuestros alumnos. Kiara se ha convertido en uno más de nuestro equipo de educadores», asegura Cristina Misas.

El perro se usa como vehículo de comunicación para mejorar la atención

El perro se usa «como vehículo de comunicación», dice Carmen Castro, psicóloga de la Asociación Hydra de Madrid, especializada también en este tipo de intervenciones. «A los autistas les cuesta mucho centrar la atención. Hacemos paseos con el perro, les enseñamos dónde tiene las patas o las orejas, para que las toquen. Son pequeños momentos en los que atienden... y sonríen», afirma Castro.

Base científica

Sobre las bondades del contacto con animales hay literatura científica. El director del Hospital Clínico Veterinario de la Universidad Alfonso X de Madrid, Fernando Vázquez, confirma que «cualquiera de esas terapias crean beneficios a nivel cognitivo y de mejora de calidad de vida por liberación de sustancias hormonales que generan bienestar. El animal crea lazos afectivos y de relajación. Establece unas relaciones diferentes porque el crío no le pide nada y el animal tampoco. Te ve como un igual. Se produce un volcado de emociones mucho más fácil que con los humanos», explica Vázquez. Aún así, este experto señala que se trata de terapias muy complejas y que deben ser supervisadas por un equipo interdisciplinar de entrenadores, psicólogos, fisioterapeutas... «No se trata de poner a un perro junto al niño para que juegue, y ya está», advierte Vázquez.

Las sesiones son preparadas por psicólogos, entrenadores y fisioterapeutas

Y así es. Pueden parecer juegos, como creen los niños, pero son sesiones muy trabajadas. Intervenciones con niños como Sandro, digamos que es su nombre, que no hablaba a causa de una exagerada timidez e inseguridad. Al menos hasta que Cristina le dio una carta «firmada por Kiara» -confiesa- en la que la perra «le decía» al pequeño que los juegos que hacían los dos eran tan bonitos que se lo tenía que contar a su logopeda. Y Sandro hizo caso a Kiara y se lo contó.

O como Sonia, con una infancia que no le dio la más mínima oportunidad, convirtiéndola en una superviviente cuanto lo que tocaba era ser niña. Gracias a Kiara aprendió a relajarse y gestionar unas relaciones con sus compañeros hasta ese momento imposibles. Su conexión con la perra fue tan buena que pasó a colaborar con el equipo educador en las sesiones con otros niños. Cuando se le pidió que contase lo que le había aportado Kiara, escribió lo siguiente: «Me ha ayudado a muchas cosas, pero sobre todo a confiar en mi misma, y saber que puedo conseguir lo que me proponga. Gracias a esta experiencia sé lo que quiero para mi futuro. Quiero hacer educación especial. Al colaborar en las sesiones de Kiara me he dado cuenta de lo que pueden cambiar los peques, y cómo se les coge un cariño tan especial. Así, deseo que pronto llegue el siguiente lunes, para estar con ellos».

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