Joaquín Amills, presidente de la asociación SOS Desaparecidos
Joaquín Amills, presidente de la asociación SOS Desaparecidos - J.A.

SOS Desaparecidos: la incesante búsqueda de las personas en paradero desconocido

Su presidente, Joaquín Amills, dice que la asociación trabaja por encontrar a 14.000 desaparecidos en los últimos veinte años

Madrid Actualizado: Guardar
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En España miles de familias esperan angustiadas una llamada de teléfono. Necesitan descolgar el auricular y escuchar que todo ha pasado. –Lo hemos encontrado: sano, con vida. Incluso en el peor de los casos, cuando se confirma el más terrible de los presagios, urgen esclarecer los hechos para aprender a sobrevivir con la ausencia. –El cadáver ha sido localizado. Son las familias de las personas desaparecidas. Jóvenes y adultos, niños y ancianos a los que un día se les perdió la pista.

Joaquín Amills no sabe nada de su hijo desde el 11 de septiembre de 2008. Desapareció cuando tenía 23 años. Su lucha por encontrarlo se ha convertido en la lucha por todas las personas en paradero desconocido, para que su caso no caiga en el olvido.

Desde la asociación que preside, SOS Desaparecidos, da apoyo a las familias y colabora en las labores de búsqueda. «Nadie está preparado para vivir con la experiencia de tener un familiar desaparecido. Necesitamos una página final para poder continuar», afirma.

Hace nueve años desapareció su hijo, ¿de dónde ha sacado fuerzas para continuar hacia delante?

Como a todos los padres, ese día me cambió la vida. A pesar de los años su recuerdo sigue permanentemente conmigo. SOS Desaparecidos es mi hijo. Cada vez que lucho por las personas desaparecidas, lucho por él. Es una forma de mantener viva su memoria. Las fuerzas para seguir, para que el dolor que hemos pasado unos cuantos no lo pasen otros, no son mías. Las fuerzas son de mi hijo.

La desaparición de un ser querido a veces enfrenta a los familiares entre quienes albergan esperanzas de encontrarlo y quienes no, ¿cómo se aborda esta situación?

Esto no se puede abordar. No se puede convencer a la gente de que no se sabrá nada de esa persona. La familia más cercana siempre va a luchar por encontrarla. A veces, incluso, con el desánimo de que solo aparezca el cuerpo. Hay familias que se derrumban, que no quieren hablar entre ellas...

Lo peor es cuando la gente dice, con toda la buena intención, que la vida sigue, que tienes otros hijos, que hay que continuar. Son palabras de muchísimo ánimo, pero causan un dolor tremendo. Para un padre, una madre o un hermano de una persona desaparecida la vida no sigue. La vida se detuvo en ese preciso instante y volverá a arrancar cuando se sepa la verdad. Cuando se produzca el abrazo o la sepultura.

¿Qué ayuda proporciona SOS Desaparecidos a las familias de las personas en paradero desconocido?

Lo primero que hacemos es difundir la alerta de la persona desaparecida a través de Internet, redes sociales y líneas móviles. A partir de ese momento se inicia un proceso de ayuda a la familia. Tenemos diferentes áreas especializadas en ayuda psicológica, jurídica, criminológica y social. Todas se ponen al servicio de los familiares. Desde el primer momento tratamos de explicarles lo que sucederá en los días siguientes, cómo tratar con los medios de comunicación... Intentamos ser, sobre todo, su apoyo. Ninguna familia está preparada para vivir una desaparición.

¿Cómo funciona SOS Desaparecidos?

El equipo de SOS Desaparecidos lo componemos 24 personas a nivel nacional e internacional. Parte de los que estamos aquí somos familias de personas desaparecidas. Tenemos dos líneas de teléfono abiertas 24 horas, aunque en algunas ocasiones son más. Este año en Navidad abrimos cinco, que no son propias de la asociación sino teléfonos particulares de cada coordinador. Las abrimos porque son fechas en las que muchas familias quieren desahogarse. Padres y madres, hijos y hermanos que necesitan que alguien los escuche. Uno de los proyectos que tenemos en marcha es la fundación SOS Desaparecidos, que atenderá a las familias de los desaparecidos de larga duración.

«SOS Desaparecidos es mi hijo. Cada vez que lucho por las personas desaparecidas, lucho por él»

A nivel económico no aceptamos dinero de nadie. Eso forma parte del compromiso que asumimos cuando nos fundamos. No queremos que una familia piense que es más o menos que otra. Todo nuestro crecimiento se debe a la solidaridad. Hay más de 120.000 voluntarios que colaboran con nosotros. La difusión de casos de personas desaparecidas que tuvimos el año pasado a través de Internet alcanzó los 68 millones de intercambios. Esto nos sitúa como un referente europeo en la búsqueda de personas desaparecidas.

El Ministerio del Interior acaba de anunciar que desde el año 2010 -fecha de entrada en funcionamiento de la base de datos de desaparecidos y restos humanos sin identificar- hay 4.164 personas en paradero desconocido, ¿a cuántas buscan Uds.?

Nosotros barajamos una cifra global de 14.000 desaparecidos en los últimos veinte años. De ese total, en torno al siete u ocho por ciento se corresponde con desapariciones que el Ministerio ha calificado como irresolubles en años anteriores. Sin embargo, nosotros seguimos buscando a esas personas porque los desaparecidos no tienen fecha de caducidad. Desgraciadamente, las cifras que ha dado son posteriores al 2010, por eso hace falta seguir trabajando con ellas para tenerlas claras.

¿Qué criterios utilizan para filtrar las pistas que les llegan sobre la posible aparición de una persona ausente?

Antes de pasarle la información a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado comprobamos que haya indicios creíbles. En el caso de Diana Quer recibimos más de 750 llamadas aportado datos. Sin embargo, fueron muy pocas las que le pasamos a la Policía. A veces nos llegan fotografías de la persona en un sitio determinado. Si hay algo claro inmediatamente se lo comunicamos.

En otras ocasiones la información nos llega de personas que dicen ser videntes. Nos dan datos que no hay por donde cogerlos. Son situaciones muy desagradables, por eso nunca comunicamos los teléfonos de las familias. Pero es reconfortante cuando nos llega una pista creíble, informamos a la Policía y al rato nos llama para decirnos que ha localizado a la persona desaparecida.

¿Se investigan del mismo modo todas las desapariciones?

Por supuesto que no. Yo soy padre de una persona desaparecida, estoy en ese grupo. Pero es normal que no se investiguen por igual. No podemos pretender que las 25.000 denuncias que se hacen al año sean tratadas del mismo modo. ¿Por qué? Porque hay un criterio que seguir. Si es una desaparición inquietante o no. Si es una posible fuga o puede esconder un acto criminal. En base a las primeras 48 horas la Policía encauza la desaparición.

Muchas veces decimos que hay desaparecidos de primera clase, de segunda y hasta de quinta. Son los protocolos los que determinan cómo actuar, aunque a veces se cometan errores. Lo que reivindicamos es que todas las desapariciones inquietantes se traten del mismo modo. Y para eso es necesario contar con más medios técnicos y humanos. Crear, por ejemplo, unidades específicas dentro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que se dediquen exclusivamente a la búsqueda de personas en paradero desconocido.

En los próximos meses estará en funcionamiento el Centro Nacional de Desaparecidos -organismo que coordinará la información sobre personas ausentes-, ¿qué esperanzas tienen depositadas en el mismo?

El Centro responde a una reclamación que venimos haciendo desde el año 2012, cuando estuvimos en las instituciones europeas. Creemos que es necesario para plantear protocolos de actuación mucho más efectivos de cara a las primeras horas de la investigación, así como para estudiar las ayudas que necesitan las familias. Si hace cuatro años decíamos que en materia de desaparecidos estábamos entre los últimos de Europa, ahora podemos convertirnos en un referente para muchos países.

«Nosotros seguimos buscando a esas personas porque los desaparecidos no tienen fecha de caducidad»

En su opinión, ¿de qué otros recursos habría que dotar a las administraciones para hacerlas más eficaces en la búsqueda de personas desaparecidas?

Creo que el Centro nos va a permitir colaborar más activamente con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Sin embargo, necesitamos más recursos. Estoy convencido de que tenemos las mejores policías del mundo, tanto Guardia Civil como Policía Nacional y autonómicas, pero necesitan más medios técnicos y humanos para hacer su labor. Sobre todo, hacen falta más personas. Donde antes había diez policías, ahora hay seis. Por eso, asociaciones y familias tenemos que abogar por sus necesidades.

¿Cómo valora el tratamiento que los medios de comunicación le dan a la información sobre desapariciones?

Pienso que hay que agradecerles la preocupación por las personas desaparecidas. Hace pocos años, salvo algún caso mediático, los demás no trascendían. Hoy, sin embargo, salen en prensa, radio o televisión. Somos conscientes, sin embargo, de que para Uds. sería imposible abordar las 25.0000 denuncias que se hacen al año, pero lo importante es que planteen la situación real de los desaparecidos. Cuando un caso se convierte en mediático nos favorece a todos, ya que se está hablando de todas las personas desaparecidas, del dolor de miles de familias. La labor de difusión es importantísima.

Con lo que jamás estaré de acuerdo es con el sensacionalismo. Por suerte, la mayoría de los medios son respetuosos y quieren ayudar, pero siempre hay algunos que buscan la morbosidad. Se inventan rumores y noticias que hacen mucho daño tanto a la investigación policial como a las familias. Por eso tenemos que reivindicar la información veraz y contrastada.

Por último, ¿qué le recomienda a las familias de las personas desaparecidas para aprender a sobrevivir con la ausencia?

Cuando se produce una desaparición tenemos que convivir con algo para lo que nadie está preparado. Por eso es muy importante aprender a llevar el duelo. Lo primero que hacemos es negar lo que está pasando. Para nosotros es imposible que una persona desaparezca como si se la hubiera tragado la tierra. Creemos que es un mal sueño del que no podemos despertar.

La segunda etapa es la ira. Son momentos en los que vivimos en un constante enojo con todo el mundo. Enojo con la familia, con los cuerpos de seguridad, con la sociedad. Enojo con nosotros mismos porque no podemos hacer nada para que esa persona aparezca.

Luego surge la negociación. A pesar de que creemos que todo el mundo es malo, hay algunos que son buenos: un policía que te ayuda, un amigo que te escucha o un medio de comunicación que se hace eco del caso.

Entonces aparece el dolor y el miedo. El dolor a una realidad que rompe el alma y el miedo a que vengan malas noticias. Tienes ganas de que suene el teléfono pero a la vez miedo de descolgar. Es una sensación de angustia que te sumerge en un estado emocional de profundos altibajos.

Por último llega la aceptación. No aceptar que la persona ha desaparecido sino aceptar la situación. Aceptar que tienes que ser la luz, la vista y los oídos de esa persona para que no caiga en el olvido. Aceptar que la vida nunca va a volver a ser como antes, pero que a partir de ese momento comienza la lucha por la verdad. Por saber qué pasó.

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