Jacobo, madrileño de 16 años, en el paseo marítimo de Niza
Jacobo, madrileño de 16 años, en el paseo marítimo de Niza - ABC

Testimonios del atentado en Niza«Había un montón de estudiantes españoles por todos lados»

Decenas de jóvenes se han desplazado a Niza para aprender francés en un campus de verano

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Unas apetecibles vacaciones en Niza, para aprender francés y disfrutar de veladas en la playa, se han convertido en una amarga experiencia para decenas de estudiantes españoles. Después de pasar la noche en vela, tras presenciar cerca de la medianoche del jueves cómo un camión en manos de un terrorista pasaba como una apisonadora sobre personas inocentes en el Paseo de los Ingleses, muchos de ellos solo piensan en volver a casa, en España. Jacobo, de 16 años, lo tiene fácil porque terminó su curso y este sábado sale su vuelo de regreso a Madrid. Después de refugiarse con su amigo Carlos en la casa de un universitario francés, donde apenas lograron dormir una hora, relata a ABC por teléfono desde su residencia en Niza una experiencia que jamás olvidará.

En ese lugar, esa noche «había un montón de españoles por todos lados, aunque no tengo constancia de la muerte de ninguno», explica.

Jacobo se encontraba con una decena de jóvenes españoles en la extensa playa del centro de Niza, durante la fiesta del 14 de Julio, cuando además de la música comenzaron a oír unos ruidos «extraños» y pensaron «qué fuegos artificiales tan raros, que no se ven». A solo un centenar de metros del camión asesino, en cuestión de segundos se dieron de bruces con la tragedia: decenas de personas corrían aterrorizadas en dirección a la playa desde el paseo marítimo. Jacobo y su amigo Carlos, que este año han cursado primero de Bachillerato en Madrid, corrieron también en dirección contraria al camión, hasta que tuvieron que optar entre el mar o el centro de la ciudad. «No quise mirar atrás, por si acaso, lo único que ví eran hombres armados», supuestamente policías. Tras deambular un rato a ciegas, acabaron en un callejón sin salida. Pero después de un par de minutos decidieron marcharse. «Si vienen aquí (los terroristas), seguro que nos matan», dijo Jacobo.

«Los jóvenes que lo vieron todo están traumatizados, ni hablan»

Poco después, en una callejuela, encontraron una puerta abierta y subieron por una escalera hasta llegar a la casa de un estudiante de Medicina que ya había acogido a más de una decena de personas. El universitario les informó sobre lo sucedido. Como los disparos y «ruidos de petardos» no cesaban, todos permanecieron tumbados en el suelo, con la luz apagada. Hasta que se oyó un estruendo final y la casa vibró. El estudiante francés les ofreció agua y una cama, «no queríamos nada más, solo que no nos mataran», recalcó Jacobo.

A las nueve de la mañana del viernes les recogió un monitor del campus de verano Parc Imperial, un bello edificio con vistas al mar que en el siglo XIX fue residencia de los zares. A tan solo quince minutos a pie de la playa y a veinte minutos del centro. Sus 130 alumnos estaban «conmocionados». «Los jóvenes que lo vieron todo están traumatizados, ni hablan», subraya el adolescente madrileño. Los que presenciaron las escenas más duras o ayudaron a los heridos recibieron atención psicológica.

Es el caso de Diego, un mexicano de 17 años, al que al principio dieron por desaparecido, pero fue porque se quedó a ayudar a los heridos. «Algunos murieron mientras Diego esperaba con ellos a la ambulancia», explica Isabel, una española de la misma residencia. «El camión pasó muy cerca de un grupo enorme de mexicanos, que vieron cómo se acercaba el vehículo y moría la gente; se tuvieron que lanzar a la playa desde el muro del paseo marítimo, se libraron de milagro», relata la joven de 16 años, también residente de Parc Imperial. Tampoco este viernes dejaron de sonar las sirenas de las ambulancias.

Madre desesperada

Isabel acababa de ver los fuegos artificiales y de bajar a la playa cuando ocurrió la tragedia. Al volver al Paseo de los Ingleses el terrorista ya había sido abatido y la Policía les conminó a «marcharse a un lugar seguro, lejos de la playa». En la huida, su amiga Andrea atendió a un niño de unos tres años que estaba solo, parado, solo miraba aterrorizado. Se quedó con él hasta que apareció una madre desesperada. A Isabel le queda una semana más de estancia en Niza, pero su organización está buscando el modo de cambiar los billetes para que puedan regresar antes a España. Un día después seguían en «estado de shock». No hay estudiantes desaparecidos de Parc Imperial, aunque decían sí podría haberlos del campus de verano Les Collinettes. El programa de los campamentos de verano es más o menos parecido: clases de francés por la mañana y tarde libre para ir a la playa o tomar algo.

Por nacionalidades, los españoles ocupan el noveno lugar por número de pernoctaciones en Niza: 58.678 en el último año, según datos de Ep. Tres jóvenes de 16 años de Gandía, Joseph, Arturo y José, también residentes de un campus de verano, se hallaban en el Paseo de los Ingleses en el momento del atentado. «Fue terrible, todo el mundo chillaba, lloraba y trataba de refugiarse, pero lo primero era salir corriendo», contó Arturo. Primero oyeron unas detonaciones y luego vieron a «una multitud corriendo en dirección contraria a la nuestra y les seguimos». «Había gente por el suelo -continuó el estudiante-, mesas volando, niños en el suelo y la gente pasando por encima de ellos; a un amigo se le partió un vaso bajo el pie y se cortó».

Ana y Juan Francisco llegaron el lunes a Niza para estudiar francés. «En una noche ya he aprendido suficiente», bromeaba el joven de Tarifa, informa Efe. Presenciaron los fuegos artificiales justo en el mismo lugar donde fue abatido el terrorista. Pero tuvieron suerte, «nos fuimos antes a buscar a una amiga». Ana se refugió debajo de un coche con una amiga, a la que «aplastaron un tobillo y no podía correr». «Escuchamos los disparos, fue terrible, había sangre por todos lados», relata esta vallisoletana, que solo recuperó la calma cuando se refugió en casa de unos médicos.

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