Turquía ha pedido a Estados Unidos la extradición de F etulá Gulen
Turquía ha pedido a Estados Unidos la extradición de F etulá Gulen - AFP

Gulenistas: de estudiantes brillantes a presuntos golpistas

El secretismo envuelve al movimiento de Fetulá Gulen, acusado por Ankara de estar detrás del golpe de Estado

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¿Qué une a un movimiento que no tiene un objetivo concreto, un club al que no te puedes afiliar y en el que los miembros no tienen ningún tipo de carné? Según la propia organización, la filantropía; según el Gobierno turco, el terror.

Desde su creación, lejos de los focos y envuelta en un marcado secretismo, la red de gulenistas, o Hizmet (servicio, en turco), como ellos mismos la denominan, se ha extendido por todas las instituciones del Estado. Prácticamente la única cara visible ha sido la de su líder y fundador Fetulá Gulen, un clérigo musulmán afincado en Estados Unidos. Las autoridades turcas le acusan de estar detrás del fallido golpe de Estado del 15 de julio y califica a sus seguidores de ser miembros de FETO (Organización Terrorista Fetulá Gulen).

¿Cómo ha podido llegar tan lejos un antiguo imán de orígenes humildes?.

«Gülen se ha ganado la credibilidad de la sociedad turca reclutando, apoyando y educando a los estudiantes más brillantes de todo el país. Por tanto el buen hacer de sus escuelas atrae a niños de destacados políticos, funcionarios, y empresarios. Después utiliza estas conexiones para obtener apoyo político y financiación para sus actividades», apunta a ABC el experto en educación Bekir Gür.

La educación, centralizada

En Turquía la educación está estrictamente centralizada, por lo que las escuelas privadas no pueden alterar el contenido de sus clases. «Gulen lava el cerebro de estos estudiantes a lo largo de los años en que avanzan en sus escuelas a través de actividades extraescolares. Es entonces cuando fuerza a estos estudiantes a hacer carrera en instituciones estratégicas como el Ejército, la Judicatura, la Policía y las universidades», añade Gür.

Gulen se convirtió en imán en 1959 en la ciudad de Edirne. A partir de entonces un grupo de fieles comienza a seguir sus sermones y enseñanzas. Cuando llega a Esmirna, en la Turquía occidental, el movimiento comienza a tomar forma. Su influencia personal crece, comienza a dar conferencias y a alguno de sus sermones acude incluso el entonces primer ministro Süleyman Demirel. En 1982 abre la primera escuela inspirada. Hoy los tentáculos de la red se extienden por 130 países y da trabajo a cientos de miles de personas.

Públicamente los gulenistas defienden una una visión moderada del islam, basada en la convivencia con otras religiones. Así es cómo se estudia en ciertas universidades occidentales. En una de ellas investiga esta académica que, aunque dice no considerarse gulenista, prefiere mantener el anonimato. «Gulen dice que contribuir con la sociedad es la mejor forma de ser musulmán y los voluntarios de Hizmet donan dinero para abrir escuelas u organizan actos para recaudar fondos».

Pero las evidencias apuntan a que sus actuaciones van más allá de la «filantropía». Las autoridades consideran que el movimiento tiene dos caras. Por un lado una red transparente y legal de empresas, medios de comunicación, centros sanitarios etc. Por otro, asociaciones encubiertas y fuera de la ley dentro del Ejército y los servicios de inteligencia. «Un gulenista es un empleado público que, en vez de las de sus superiores, sigue las órdenes secretas de un “Abi” (hermano mayor) designado por los gulenistas bien dentro de la institución o fuera de ella», señala Gür.

Las confesiones de altos cargos militares detenidos tras el golpe de Estado, como la del teniente coronel Levent Türkkan, corroboran estas acusaciones. Cierto, las fotografías publicadas poco después de su arresto mostraban un rostro lleno de magulladuras, pero el historial de juego sucio de los gulenistas no empieza con esta sublevación. Durante los juicios de Ergenekon y Balyoz, cuando Gulen y el ahora presidente Recep Tayyip Erdogan eran estrechos aliados, fiscales vinculados al clérigo utilizaron pruebas falsas para condenar por golpistas a oficiales y generales kemalistas, de ideología laica y, por tanto, grandes enemigos tanto de Gulen como de Erdogan.

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