El duque de Peñaranda posando como polista en el estudio Kâulak. La Biblioteca Nacional atesora estas fotos
El duque de Peñaranda posando como polista en el estudio Kâulak. La Biblioteca Nacional atesora estas fotos

Hernando Fitz-James Stuart, el duque alegre asesinado en Paracuellos

El mejor polista de España -y el único noble de su época con tatuaje- murió tal día como hoy del año 36

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Apenas llevaba abierto unos meses el Club Puerta de Hierro, cuando una de las revistas de moda dedicó varias páginas a hablar de él. Aparte de alabar sus instalaciones y referir los deportes que se podían practicar, el periodista aprovechó para sentenciar: Hernando Fitz-James Stuart y Falcó, duque de Peñaranda, es el mejor polista de España. El polo había irrumpido recientemente en nuestro país, pero la afición de algunos nobles como el marqués de Viana o el de Villavieja y el interés de Alfonso XIII lo convirtieron pronto en signo de distinción. Como hoy, podríamos pensar.

Eso sí, el nombre del duque de Peñaranda no era tan habitual en la prensa, aunque su afición era conocida. Hernando era el hermano pequeño del duque de Alba

y, frente al perfil intelectual de este, siempre se le definía por su carácter intrépido, por no decir inconsciente. El polo fue su pasión durante unos años y le valió una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Amberes, en 1920. En su equipo también taqueaban dos hijos del conde de Romanones y el yerno del marqués de la Mina.

La caza fue otra de sus grandes pasiones. Si el duque de Medinaceli hizo famosos sus viajes por el mundo con la publicación de sus diarios y las piezas cobradas que disecaba para su museo, su pareja infalible era Hernando, al que casi todos llamaban Montijo. Hernando estuvo en aquella vuelta al mundo de Medinaceli a principios de siglo, tirando a osos blancos en 1910 y en Uganda al acabar la Primera Guerra Mundial. Quizá fuera al pasar por China cuando decidió tatuarse el dragón que subía por su brazo izquierdo. Kaulak, el gran fotógrafo de la nobleza, inmortalizó esa imagen en una serie que también lo presenta vestido de polista. Genio y figura.

Otra faceta que se recuerda es su perfil bromista y desenfadado. Buena muestra era su pasión por los disfraces, que solían triunfar en fiestas como aquellas de principios de siglo que Piedad Yturbe organizaba en el palacio Xifré, luego de los Infantado.

Polo, caza, fiestas son una triada que presenta un perfil de vividor que, probablemente, cuadraba bastante con Hernando Montijo. La España de Alfonso XIII y, en especial, su Madrid Corte y metrópoli, conformaban el mejor escenario para todo tipo de placeres tradicionales o importados. Sin embargo, el duque tuvo también otra faceta menos conocida. Al expropiar la II República a los Grandes de España, salió a la luz su condición de gran propietario, sólo por detrás de su compañero de viajes Medinaceli y por delante de su hermano, el duque de Alba.

Dentro de todas sus tierras, la finca Guadalperal (Cáceres) era la niña de sus ojos. Lejos de una imagen de absentista que se podía aplicar a otras propiedades, allí dedicó bastantes de sus horas en la década de los 20. Entre alguna de sus iniciativas estuvo la contratación de un ingeniero agrónomo que reformara la explotación, y que otros nobles -entre ellos su suegro desde 1920, el marqués de Viana- le solicitaban para sacarle más partido a sus tierras. Hernando hizo todo lo que pudo por evitar la expropiación de esa finca, que aparecía como su domicilio en las guías de sociedad de la época.

Hoy, 7 de noviembre, se cumple un nuevo aniversario de la muerte del duque de Peñaranda en una cuneta. Julio de 1936 le cogió en Madrid y, tras algunos meses escondido en varias casas e incluso en un manicomio, fue víctima de una guerra en la que su imagen como polista y cazador compulsivo pudo a la de propietario agrario interesado en sacarles el máximo partido a sus tierras.

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