Belén Díaz
Denuncia

Inseguridad en las piscinas: «Trabajo medicada y con miedo porque no sé con lo que me voy a encontrar»

El personal denuncia insultos, el cierre de recintos infantiles a diario por falta de socorristas y colas de más de una hora

MADRID Actualizado: Guardar
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«No hubo una muerte de casualidad. Sacaron bolomachetes y se agredieron entre sí en plena piscina. Eran de bandas latinas rivales. El vigilante de seguridad trató de mediar y, por respuesta, recibió un tiro a bocajarro en el estómago. Menos mal que la pistola era de fogueo, pero él no lo sabía». Eso explica Antonio Soler, secretario del área de instalaciones deportivas de UGT. La víctima aún sigue de baja psicológica y, también, otra compañera que atendió a uno de los cinco pandilleros heridos. «El corte era tremendo. No había visto nada igual», explicó. Este espeluznante suceso ocurrió en la piscina municipal de Orcasitas (Usera) el 3 de junio.

A pesar de este episodio, que hizo temer que la espiral de violencia

hacia los empleados se desatara, la temporada veraniega está marcada por la falta de personal, por las agresiones verbales y amenazas, ante lo que reclaman más seguridad, y por el mal estado de las instalaciones.

«Bajo mínimos»

La escasez de personal, «bajo mínimos, a raíz de convertir jornadas completas en parciales de 15 horas a la semana y de no cubrir las jubilaciones», afirma Soler, se traduce en que de lunes a jueves las piscinas infantiles cierran porque no hay socorristas. «Ocurrió el jueves pasado y este mismo lunes», aseguran en la de Vicente del Bosque, del Barrio del Pilar (Fuencarral-El Pardo). Esa falta de personal se refleja en la puerta:«Por problemas técnicos, la piscina infantil permanecerá cerrada hasta las 15.30 horas».

Caben añadir las colas kilométricas de más de hora y media a pleno sol por el mismo motivo, que provocan que los fines de semana haya solo una taquilla abierta en algunos recintos, como en la del Lago de la Casa de Campo o en la de Moratalaz, además de por la lentitud del sistema informático de la canceladora de los tiques, que se colapsa. «Por ello, cuando el público entra, está quemado y lo paga con el operario», explica el sindicalista. Los trabajadores dan fe de ello y de los insultos y de las amenazas que reciben por las restricciones que marca el reglamento.

«La dirección no nos respalda y no quiere que denunciemos. Minimizan los problemas»

«No pueden introducir tarros de cristal, por ejemplo, y si llega una madre con el potito del niño y se lo decimos, ya se altera; lo mismo sucede cuando llamamos la atención a las mujeres que usan burkini, a las que se bañan vestidas o a los que lo hacen en calzoncillos», recalcan empleados de las instalaciones de Villaverde y de Moratalaz.

«Esta piscina [Vicente del Bosque] ha dejado de ser tranquila desde hace casi un lustro. Yo vengo a trabajar dopada, con miedo porque no sé con lo que me voy a encontrar. No duermo, tengo mucho estrés y ataques de ansiedad y, para colmo, tenemos que hacer el trabajo de dos personas. De cuatro que teníamos que estar por la mañana, solo somos dos, y lo mismo sucede por la tarde, en lugar de ocho son seis», recalca una joven.

Son operarios y se encargan del control de la entrada, de validar los tiques, del ropero, de la limpieza, de controlar que el público no coma en las praderas, no se cuelen. En definitiva, de hacer que se cumplan las normas.

«Ni siquiera se cubren las bajas»

En este recinto del Barrio del Pilar aseguran que la falta de personal se está agudizando esta temporada. «Ni siquiera se cubren las bajas y ahora que la gente se empieza a marcharse de vacaciones será aún peor», se lamentan. Además, añaden los problemas que les acarrean algunos usuarios: «Miembros de bandas latinas montaron una buena hace un par de semanas: introdujeron hachas por la verja y se metieron con una chica que estaba bailando; otro día, un grupo de españoles robaron tabaco y se armó, eso sin olvidar al marroquí que entró con el carné de discapacitado de su padre, a pesar de que tratamos de impedírselo». Cuentan y no acaban.

Verja de la piscina del barrio del Pilar, por donde se cuela la gente
Verja de la piscina del barrio del Pilar, por donde se cuela la gente - Belén Díaz

«Nos sentimos impotentes porque, encima, te chulean. Algunas veces nos han rodeado. ‘Y si ahora os pegamos, ¿qué?’. Un vigilante está de baja por ansiedad», agrega otro. «Llamamos a la Policía Municipal y nos responden que ellos están para intervenir cuando hay peleas gordas, no para echar a nadie; ese es nuestro trabajo. Nadie puede parar esto. Te vacilan o te arrean», agregan.

La situación no es mejor en Usera, aunque va en función de la «clientela». Ahí, hace semanas unos vándalos arrojaron al vaso la máquina que limpia la piscina. «A un vigilante le dijeron que le iban a partir los dientes si no podían poner la música», recalcan. Esta es una de las causas habituales de conflicto con los usuarios. La normativa es ambigua, pues impide utilizar altavoces si no es con cascos, pero dejan introducir auténticas torres de 70 y 100 vatios, indican otros empleados.

«Nosotros estamos para amonestar, pero los municipales deberían sancionar por eso»: lo habitual aquí es que la gente trate de engañarte para entrar gratis o pagar menos Si les recriminamos su actitud, nos sueltan: «Me he quedado con tu cara; luego, los vemos fuera, esperando, o en el autobús». El año pasado, una veintena de personas tenía prohibido el acceso a las piscinas por violentos, al comenzar a aplicarse el reglamento que sustituye la sanción por dicha medida.

Por si no tuvieran bastante con la situación con la que tienen que lidiar en la decena de centros conflictivos de la capital, de un total de 19, falta la guinda del pastel. «La dirección no quiere que denuncies si te agreden o te acosan. Eso es lo peor. Y, si lo haces, tiene que ser fuera de tu horario de trabajo. Te sientes desprotegido. ¿Quién te respalda si no lo hace tu empresa?», indican en otra instalación que prefieren que omitamos su nombre.

La misma fuente agrega: «El miedo es libre y, si presentas un mero informe en tu centro de trabajo, el encargado intenta minimizar el problema, te dice que no es para tanto y de ahí no sale la queja; la oculta».

Falta de mantenimiento

Desde CC.OO., Rubén Triviño, responsable de instalaciones deportivas. considera « muy grave que en algunos recintos los fines de semana no haya responsables, su presencia es fundamental para aplicar los protocolos de seguridad y evacuación». En otros casos, su conducta es irresponsable. Ocurrió hace 15 días en la piscina de San Fermín (Usera): «No cabía un alfiler, con el riesgo de que ocurriera una desgracia; sin embargo, el director decía que se siguieran vendiendo entradas».

En cuanto a los socorristas, Soler (UGT) precisó que se cumple la normativa, pero debería ser más concreta: «Establece un número en función de la lámina de agua (superficie), no en cuanto al número de usuarios y es evidente que no es lo mismo».

La falta de mantenimiento es otro de los problemas de estos recintos. «El PP las abandonó por completo y ahora la situación no es mejor. No hay un plan integral y se van poniendo parches. La piscina de Aluche ha abierto tarde, por obras, y la de Cajigal (Moncloa) cerrará cuando acabe la temporada». Coinciden: «Es lamentable que la de invierno de Palomeras haya estado cerrada y lo estará la próxima temporada:no se ha hecho nada».

UGT incidía que ha tratado de reunirse varias veces con la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, pero no lo han conseguido. Desde el Área de Deportes del Ayuntamiento, indicaban que no tienen información sobre la falta de personal ni sobre la violencia. En cuanto a las deficiencias, recalcaron que «antes de abrir son acondicionadas; si no, no lo hacen».

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