La Policía Municipal, ayer, en la puerta de las instalaciones de San Blas, una de las más conflictivas
La Policía Municipal, ayer, en la puerta de las instalaciones de San Blas, una de las más conflictivas - RAFA ALBARRÁN

Prohibido bañarse por violentos

Una veintena de personas tiene vetado el acceso a cualquiera de las piscinas municipales de la capital por agredir físicamente a empleados y usuarios

Madrid Actualizado: Guardar
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Al menos, una veintena de personas no puede darse un chapuzón en ninguna de las piscinas municipales de la ciudad. El motivo son las agresiones físicas realizadas a los trabajadores y usuarios.

La mayoría de los incidentes que han desembocado en estas sanciones se produjeron la temporada pasada, en la que saltaron todas las alarmas, al triplicarse los ataques a los empleados con diez casos extremadamente graves en apenas mes y medio frente a los tres del verano anterior denunciados ante la Policía Nacional.

Ante esa espiral de violencia, los representantes sindicales exigieron a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que pusiera todos los medios a su alcance para proteger al personal municipal. Entre otras cosas, requerían más personal, más medios, entre ellos walkie-takies, más seguridad y presencia de la Policía Municipal en las horas más conflictivas, así como el cumplimiento del reglamento y del protocolo elaborado hace cuatro años para acabar con la impunidad.

Este permite a los operarios expulsar a las personas que tengan un comportamiento inadecuado, además de prohibirles el acceso, en lugar de sancionar, con el visto bueno de la dirección municipal del área de Deportes. El veto se realizaba en contadas ocasiones, pero por fin ha dado sus frutos con la veintena de prohibiciones.

«Se ha llegado a tener que trasladar a trabajadores para que no se encontraran con sus agresores. Era el colmo». Así lo explicó a ABC Antonio Soler, secretario del área de instalaciones deportivas de UGT-Madrid. La duración del «castigo» va en función de la gravedad de los hechos: un mes para las infracciones graves y, de uno a cinco años, en las muy graves.

Entre quienes no pueden acceder a las piscinas figuran quienes partieron la nariz y reventaron la mejilla un vigilante de seguridad de la piscina de Moratalaz el 5 de julio de 2015. ¿La razón? Un empleado les dijo que tenían que salir del agua pues era la hora de cierre. Molestos, ya en la puerta del recinto, el que parecía llevar la voz cantante, preguntó a sus seis acompañantes: «¿Pegamos a estos?». Arrebataron la defensa al vigilante y le golpearon en la cara, al igual que a un operario que recogía la basura. A ambos les tuvieron que dar puntos de sutura. La Policía detuvo días después a varios de los autores.

Aunque son la mayoría, no todos los casos se producen en las piscinas de verano; en las cubiertas también ocurre, a pesar de que no se llegan a reunir a la vez hasta 5.000 personas. El responsable de UGT recuerda, por ejemplo, el caso de por un hombre de 30 años en el polideportivo de Retiro. «Se metió en una calle en la que estaban dando clases. El socorrista le dijo que no podía utilizarla y, visiblemente enojado, le golpeó». El otro episodio tuvo por escenario el recinto de La Masó de Mirasierra y el protagonista fue otro sujeto que no podía entrar porque no llevaba el carné. El primer día se limitó a insultar, pero el segundo agredió al encargado.

Fin de la impunidad y menor conflictividad

«No hay un perfil concreto de violentos y no siempre son gente marginal. Respecto a las edades ocurre lo mismo; los hay de hasta 40 años», agrega Soler. Este año las aguas parecen bajar más tranquilas y, al margen de las agresiones verbales y las amenazas del tipo «te voy a cortar el cuello», al recriminar a quien se cuela o a las mujeres que se bañan vestidas, que ya forman parte su «rutina», no ha habido ningún ataque físico.

En ello ha influido la difusión del protocolo y el refuerzo de la seguridad en los recintos más conflictivos, tal y como se acordó en la reunión del comité de salud laboral del Ayuntamiento y sindicatos, indica. Entrevías y Palomeras en Puente de Vallecas, Cerro Almodóvar en Villa, San Fermín y Orcasitas en Usera y San Blas, son los más problemáticos.

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