Álvaro Lorenzo dio una vuelta al ruedo en Madrid
Álvaro Lorenzo dio una vuelta al ruedo en Madrid - PALOMA AGUILAR

Entrevista a Álvaro LorenzoToledo tiene un torero

Álvaro Lorenzo toma este sábado la alternativa en Nimes con El Juli de padrino y Sebastián Castella de testigo ante toros de Garcigrande

TOLEDO Actualizado: Guardar
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Se llama Álvaro, sus padres le legaron el Lorenzo y el Gutiérrez, vino al mundo un dos de agosto de hace 20 años en el barrio de Santa Teresa y lleva cinco meses enclaustrado, cual monje cartujo, en la finca de sus apoderados, «Egido Grande», allá por Navalmoral de la Mata (Cáceres).

En este tiempo, Álvaro solo ha salido del campo para venir a Toledo a ver a sus padres y «siempre y cuando no tuviera un compromiso cercano». Abandonaba el campo un sábado por la tarde y el lunes por la mañana ya estaba de vuelta. Allí, con la única compañía de su cuadrilla (sus banderilleros José Ignacio Rodríguez «El Puchi» y José Alberto Aponte «Candelas» se han turnado, cada semana uno) y de don Pablo, se ha preparado física y, sobre todo, mentalmente para ser torero.

Evidentemente, no es un tipo normal. ¿Qué joven, hoy, se somete al régimen espartano cuando podía estar entregándose a saber a qué placeres mundanos? Mantiene Álvaro, además, unos códigos que ya creíamos olvidados: el llamar de usted y con un respeto reverencial a su maestro. Ese don Pablo al que se refiere a lo largo de la entrevista es Pablo Lozano, «La Muleta de Castilla», torero, ganadero, empresario y, por encima de todo, forjador de figuras. Pregunten si no a Palomo Linares o Espartaco.

Don Pablo le echó el cazo hace tres años cuando ganó «Soy Novillero», el certamen que organizaba la Televisión de Castilla-La Mancha. Desde entonces, ha toreado 55 novilladas con picadores ganando casi todos los trofeos importantes: el Alfarero de Oro de Villaseca de la Sagra por partida doble, el Zapato de Oro de Arnedo (La Rioja) o el Capote de Oro de Nimes (Francia).

En las últimas semanas se ha presentado en las dos plazas más importantes del mundo, Sevilla, donde cortó una oreja, y Madrid, donde dio una vuelta al ruedo después del tremendo sopapo que le pegó un «Parralejo». Ha sido, si cabe la contradicción, figura entre los novilleros y ahora recoge el premio de un doctorado soñado: en el coliseo de Nimes, con El Juli de padrino y Sebastián Castella de testigo ante toros de Garcigrande.

—¿Cómo está después de la paliza del lunes en Madrid?

—Bien, bien, fue un susto que no tuvo mayores consecuencias. Cuando uno se pone delante del toro, tiene que asumir esos riesgos. Tengo una pequeña herida en la sien, que creo que fue de arrastrar la cara por el suelo, pero nada más.

—¿En Las Ventas tuvo buena suerte (al librarse de la cornada) o mala (al no darle la oreja el presidente)?

—Casi que mala suerte porque me hacía falta esa oreja. Creo que la petición fue mayoritaria, pero, bueno, la gente pudo ver la disposición y la entrega con la que iba.

—¿Cómo prevé que va a dormir la noche antes a la alternativa?

—Al principio de temporada, en la primera novillada, me cuesta un poco más dormir, pero una vez que estoy en temporada duermo perfectamente.

—Comparte, más o menos, apoderado con El Juli, que además va a ser el padrino de su alternativa. ¿Qué consejo le ha dado?

—Este tiempo atrás me invitó a su casa y estuve tentando con él y con Miguel Ángel Perera. Pasamos un día muy bueno, hablamos de toros, pero no de mi alternativa.

—Lleva con la familia Lozano prácticamente desde que debutó con picadores en 2013. ¿Qué le dijeron que vieron en usted para querer guiar su carrera?

—Al principio nada. Yo debuté con picadores en Illescas, con una novillada suya, de Alcurrucén, y ese día la televisión entrevistó a don Pablo y habló muy bien de mí: dijo que había visto a un torero con muchas cualidades, con mucho valor y que, en definitiva, le había gustado mucho. Luego Gregorio Lalanda, que entonces estaba conmigo, habló con él para que me apoderara. Don Pablo me invitó a su casa a tentar bastantes días y luego empezó a venir a verme entrenar. Y ya entonces me dijo que quería que sus hijos me apoderaran, aunque se hizo oficial al final de esa temporada de 2013.

—¿Por qué ha apurado tanto para ir a Sevilla y Madrid, justo antes de su alternativa?

—Creo que es lógico lo que he hecho. Antes no debía ir. En estas plazas el toro es serio y hay que ir muy preparado. Anunciarte sin estarlo es una muerte anunciada. Ahora era el momento adecuado, y además quería torear en Sevilla y Madrid de novillero.

—Del resto de plazas de relumbrón solo ha pisado Valencia. Le han faltado Pamplona, Bilbao y Zaragoza. ¿No ha estado porque no ha querido o porque no ha tenido hueco?

—Supongo que ha sido porque no quisieron contar con nosotros porque nuestra intención era la de ir el año pasado. En Pamplona y en Bilbao no nos llamaron, y en Zaragoza sí, pero no salió.

—Se le compara con otros dos novilleros punteros como Ginés Marín y Varea, que también se doctoran este fin de semana. Ellos han toreado más que usted. ¿Es una decisión propia o han sido las circunstancias?

—Podría haber toreado más, pero tampoco mucho más porque ahora no hay tantas novilladas como antes. Creo que, acertadamente, mis apoderados han sabido elegir dónde interesaba ir y dónde no.

—En su primer año de novillero mató Santa Coloma o Baltasar Ibán. Sin embargo, en su último año todo ha sido Domecq y Núñez. Esto hay muchos aficionados que lo critican…

—Bueno, todo no. He toreado alguna de Santa Coloma y de Murube, de Castilleja de Huebra. Ahora mismo la mayoría de las novilladas que hay son de encaste Domecq porque son las que más regularidad tienen de toros que embisten.

—Torea en Toledo el día del Corpus. Después, ¿cuántos contratos tiene?

—Que yo sepa ninguno. Tampoco he preguntado. No es algo que me obsesione y no quiero mirar más allá de la alternativa.

—¿Su mayor defecto es la espada?

—Puede ser, diría que sí.

—¿Sus mayores virtudes?

—La ambición, la constancia y, sobre todo, la superación. Cada día quiero mejorarme, quiero entrenar mejor.

—Hasta ahora su carrera es excelente. Ha ganado casi todos los premios novilleriles y le han respetado los toros. ¿A qué tiene más miedo: al toro o a la falta de contratos?

—A ninguna de las dos cosas. Más bien tengo miedo a la Fiesta, al momento en el que está, que es bueno pero que todos debemos ayudar un poco más, no hacernos daño entre nosotros ni ponernos zancadillas. Ahora parece que hay que sacarle defectos a todo y para nada. El toreo goza de toreros y ganaderías muy buenas y tenemos que saberlo valorar.

—Estamos en una temporada de revolución en la Fiesta, con jóvenes como Andrés Roca Rey y Alberto López Simón que se han hecho un hueco entre las figuras. ¿Cómo se imagina su carrera: más como el peruano o como el madrileño?

—Cada torero tiene una carrera distinta y la mía no va a ser ni como la de Roca Rey ni como la de López Simón. Yo espero conseguir lo antes posible lo que quiero, que es ser figura. Quiero aprovechar las oportunidades, no atravesar ningún bache ni bajarme del carro de los toreros jóvenes que ahora despuntan.

—Al final, no deja de ser un chaval de 20 años. ¿Qué siente que se está perdiendo de su juventud por el hecho de ser torero?

—Te tienes que privar de muchas cosas, pero no echo de menos nada porque lo que más me gusta es el toreo. Vivir en torero, prepararme, ir al campo a tentar, sentir la admiración y el respeto de algunas personas. Sentirte torero, vamos. Ves que tus amigos van por ahí de fiesta y tú no puedes, que tus amigos quedan con chicas y tú no, pero también hay momentos para todo. Yo me voy de fiesta cuando puedo: por ejemplo, en octubre, cuando acaba la temporada. No hay que olvidar que un torero es también una persona y debe tener su vida social.

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