Sánchez, antes de hacer su último paseíllo de luces, el 30 de septiembre de 1973
Sánchez, antes de hacer su último paseíllo de luces, el 30 de septiembre de 1973 - TEODORO NARANJO
Toros

Adiós a Gregorio Sánchez

El torero de Santa Olalla murió este jueves en Galicia a los 90 años. Con diez salidas a hombros de Las Ventas, se va el mejor profesor de la escuela de Madrid

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Tuvo que ser muy duro ser un niño en la posguerra española. Mas si a tu padre lo fusilan y siete de tus once hermanos mueren mucho antes de lo previsto. En las décadas de los 40 y 50 el toreo era un pasaporte a una vida mejor, alejada del hambre y de las miserias con las que tantos pasaban fatigas, y a él se agarró Gregorio Lozano Sánchez.

Cuando dio el salto, ya no era un crío: venía de trabajar de albañil y de lo que saliera para llevar cuatro perras a su casa de Santa Olalla (Toledo). Pero la apuesta salió bien y Gregorio Sánchez, como así se anunciaba en los carteles, triunfó delante de las astas de los toros, dedicando desde entonces su tiempo a lo que más le gustaba.

El jueves por la tarde, 22 de junio de 2017, su vida se apagó para siempre en un rincón de Galicia, la tierra de su segunda mujer. Gregorio Sánchez murió a los 90 años y deja cuatro hijos. Adiós a un torero que salió diez veces a hombros de la madrileña plaza de Las Ventas (solo «el Viti», Paco Camino y Antonio Bienvenida le superan) y al mejor profesor que ha tenido la Escuela Taurina de Madrid.

Si se respeta su voluntad, Sánchez será incinerado y después sus cenizas serán esparcidas por el ruedo de Las Ventas. Este viernes sus paisanos de Santa Olalla y algunos toreros a los que formó y dio fama se reunieron en torno al busto que Sánchez tiene en la plaza Reyes de España y le rindieron un pequeño homenaje, según confirmó a ABC el concejal de Cultura, Josué López. Además, el alcalde, Pedro Congosto, ha decretado tres días de luto oficial como gesto hacia su vecino más ilustre: hijo predilecto desde 1960, con una calle a su nombre y al que se le entregó la medalla de oro del pueblo en 2010.

Sánchez con El Juli de niño, su alumno más aventajado
Sánchez con El Juli de niño, su alumno más aventajado - PRENSA EL JULI

Ahijado «Niño de la Taurina»

De Santa Olalla también es Carlos Collado, conocido en el mundo de los toros como «el Niño de la Taurina». A principios de los ochenta toreaba una becerrada en el pueblo cuando Sánchez le vio «y me adoptó». «Me fui a vivir con él a Talavera (ciudad en la que Sánchez sería concejal con el PSOE) y me enseñó a torear de salón. Yo tenía doce años. Desde Talavera íbamos a la Escuela Taurina de Madrid en la que él empezó de profesor en 1983 ó 1984. Estuvo conmigo hasta que tomé la alternativa en 1988. Me puso de apoderado a Manolo Cano, porque él no quiso serlo, pero le gustaba venir conmigo a torear y me decía cosas», cuenta a ABC «El Niño de la Taurina», que reconoce que «era como mi segundo padre y a mí me tenía como a un hijo».

Nadie mejor que él, pues, para hablar del que ha sido quizá, junto con Domingo Ortega, el torero toledano más importante de la historia. «Como persona, siempre fue muy recto, muy serio, honrado. La verdad es que daba mucha caña. Él quería que yo fuera torero y tenías que vivir solo para ello. Tenía un carácter fuerte y era difícil estar con él, pero a la vez era muy cabal», dice su ahijado.

Igual que de «el Niño de la Taurina», Sánchez fue el maestro de muchos chavales. «El Juli» fue el más aventajado. Ayer el torero madrileño colgó en su web numerosas fotos de Sánchez y de él cuando era un niño. «Se ha ido mi maestro, la persona que se desvivió por mí y que siempre creyó que podía ser lo que soñaba», escribe «el Juli».

En la enciclopedia taurina «Los Toros», conocida popularmente como «El Cossío», se lee: «Valor y sobriedad han sido los pilares sobre los que Gregorio Sánchez ha erigido su toreo. El primero, en sus grandes tardes, ha sido, y no encuentro otra palabra, sobrecogedor. La sobriedad parecía impuesta por su origen castellano, y acaso influyera en ella el arte de Domingo Ortega, a cuyas maneras tendía a asemejarse».

Sánchez empezó a torear en 1948 con 21 años, muy tarde para lo que suele ser este mundillo. Su primera novillada con picadores sería el 15 de octubre de 1952 en Guadalajara y tres años y medio después, el Domingo de Resurrección 1 de abril de 1956, tomó la alternativa en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. El padrino fue Antonio Bienvenida y el testigo, el mexicano Joselito Huerta. Sánchez no llegó a matar a su primer toro, de Joaquín Buendía, puesto que este le hirió de gravedad «en la región glútea».

Su primer gran éxito lo obtuvo poco después, el 5 de julio, cuando desorejó un toro de Ignacio Sánchez Cobaleda en Madrid. Eso le llevaría a coger un gran ambiente y a ser el líder del escalafón en 1957 y 1958, con 73 y 87 corridas, respectivamente.

El 19 de junio de 1960 sería el mejor día de su vida profesional al matar seis toros de Barcial en Madrid a beneficio del Montepío de Toreros y cortar siete orejas. Un año después, también mató seis toros en Madrid y aún lo haría una tercera vez: el 30 de septiembre de 1973, el día de su retirada. Pero ninguna fue como la primera. De aquella tarde se escribió en la revista taurina «El Ruedo»: «Usted y yo estuvimos en los toros y no volveremos a ver corrida como esta. Y a quien no estuvo en los toros no le digo nada; bastante tiene con su disgusto y su remordimiento».

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