Curri Valenzuela - CHISPAS

Hay vida más allá de Cataluña

Curri Valenzuela
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¿Qué hace el presidente del Gobierno en Estonia y Letonia mientras los independentistas catalanes aceleran sus planes para romper con España? Es la pregunta que muchos se formulan viendo las imágenes de Mariano Rajoy pasando revista a nuestras tropas destacadas en misiones de la OTAN en los países bálticos. Desconocen que se trata de un plan trazado para demostrar que hay vida política más allá de Cataluña y que el Gobierno continúa funcionando con normalidad, convencido de que el referéndum separatista no se va a celebrar.

Ya el viernes pasado Rajoy inauguró esa estrategia presentando un plan de construcción de 5.000 kilómetros de carreteras en un solemne acto en La Moncloa con más boato que contenido; no se informó ni por dónde van a discurrir las nuevas vías ni su coste.

El presidente aprovechó la ocasión para hacer una declaración sobre Cataluña porque era el día en que Puigdemont purgó a sus consejeros más tibios con el independentismo y habría quedado muy mal que obviara la cuestión. La visita al Báltico ha sido la segunda etapa prevista para demostrar que el Gobierno sigue en lo suyo.

Esta semana, en Estonia y Letonia, Rajoy ni siquiera se refirió al principal problema que tiene en estos momentos España: hubiera sido impropio reiterar que el Gobierno va a impedir el referéndum con militares uniformados de telón de fondo, una provocación para los secesionistas que sueñan con ver desfilar los tanques por la Diagonal y un disgusto para los tibios del Gobierno a los que no les gustó que recientemente María Dolores de Cospedal recordara que la misión del Ejército es defender la unidad de España al celebrarse los cuarenta años del Ministerio de Defensa, lo que no deja de ser una obviedad. El objetivo del viaje está cumplido con las imágenes del presidente correteando por los parques de Riga y visitando al primer ministro de turno: lo normal.

Al contrario que sus antecesores, Rajoy no ha adquirido la costumbre de refugiarse en la política exterior para huir de sus problemas domésticos, uno de los síntomas del llamado síndrome de La Moncloa. Aunque también es cierto que últimamente se siente muy cómodo en sus citas internacionales, a lo que contribuye los éxitos económicos de su Gobierno y la experiencia española en los dos problemas que centran el debate en las cumbres europeas y en foros como el G-20: la lucha contra el terrorismo yihadista y la respuesta a la crisis de los refugiados. Cuestiones de mayor calado que el empeño imposible de los separatistas catalanes.

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