La «hoja de ruta» secesionista incluye una «última» oferta de diálogo antes de la DUI

El incumplimiento del propio guion de la ruptura condena al fiasco el plan independentista

Gente en una plaza de Barcelona tras el confuso discurso de Puigdemont el pasado martes AFP/ VÍDEO: ATLAS

LAURA L. CARO / L. P. ARECHEDERRA

Para la creación del nuevo estado, el gobierno de Cataluña «intentará por última vez una posible solución acordada» con España. Con esta nitidez está prevista en la hoja de ruta de la secesión la oferta de diálogo que el presidente Carles Puigdemont dirigió esta semana a Mariano Rajoy , aunque –forzado por la activación del artículo 155 de la Constitución– no será hasta mañana lunes cuando empiece a despejar si su siguiente paso será esa Declaración Unilateral de Independencia (DUI).

Una decisión esta que sería un total error según el propio guión secesionista, dado el sistemático incumplimiento de los preceptos que ellos mismos se marcaron para el éxito de su «procès». Aunque como alternativa contemplan otras dos salidas: la vía muerta del «referéndum acordado» y la derrota, para la que se utiliza la palabra «pèrdua» («pérdida»).

El manual de instrucciones para la fabricación mental y consecución del hipotético estado catalán no es otro que el documento secreto «Reenfocando el proceso de independencia para un resultado exitoso» intervenido el 20 de septiembre durante una operación contra los organizadores del referéndum ilegal, concretamente en un registro en la vivienda del número dos de Oriol Junqueras, Josep Maria Jové.

El tiempo y la democracia

Los papeles suman 41 páginas en formato «power point» escritas en catalán que no firma nadie ni tienen fecha, aunque serían recientes, siempre posteriores a junio de 2016 dado que se cita el triunfo del Brexit y el anuncio de la cuestión de confianza de Puigdemont que coincidieron en ese mes.

Este compendio avisa desde el principio de que para la victoria «no hay caminos cortos ni mágicos» y fija una ruta con un calendario y unas tareas para satisfacer objetivos «imprescindibles» que han sido obviadas de forma reiterada. «Solo hay dos factores de éxito que realmente controlamos: uno, que el proceso sea escrupulosamente democrático y otro, la gestión de los tiempos. No tenemos que malgastar ninguno de los dos», se dice. Pero si la limpieza con arreglo a la ley no se ha respetado, tampoco los plazos.

Sobre lo primero, la hoja de ruta demuestra que, no los jueces ni el estado español, sino el independentismo se ha dicho que la base número uno es «tener legitimidad democrática indiscutible para hacer la independencia» , lo que no existe. Nunca se hace referencia al juego de las «dos legalidades» que han intentado utilizar como atajo. En íntima relación, el Govern se recalca en su receta, al menos en cuatro ocasiones, que solo obtendrán crédito internacional si su estrategia es vista de manera «escrupulosamente democrática» –otra vez la misma expresión–, algo que tampoco se da. «Un estado nace en el momento en que los que ya lo son lo reconocen como tal» es la verdad incómoda que figura en el texto. De la preocupación por este incumplimiento dio cuenta el expresidente Artur Mas en una entrevista el viernes en la que recordó que sin este respaldo, la independencia catalana sería meramente «estética», puesto que no podría actuar como tal.

En cuanto a los tiempos, la proclamación de una DUI que está hoy sobre la mesa está realmente contemplada en el guion partir de septiembre de 2018 solo como la misión de un «gobierno de la independencia» (etapa 2) que debería salir de unas elecciones a convocar entonces, pero siempre que el actual –denominado «gobierno de transición» (etapa 1)– «sepa que habrá un nuevo parlamento independentista». La fecha de esa declaración no se improvisa: «El día después de su. constitución o el anterior a su disolución» en 2022. «Un escenario de clara mayoría independentista en el Parlament permite poner en marcha la unilateralidad», refuerza el plan secreto.

Esos comicios no se han celebrado. El Ejecutivo catalán sobrevive cediendo a la extorsión de una CUP instalada en la amenaza, escenario que, según el mismo documento, traslada una imagen de «desunión política entre partidos independentistas» tal que –sentencian– «no se ve claro que al día siguiente de una DUI haremos funcionar el país con garantías».

Pero exactamente con esa inestabilidad plagada de contraindicaciones parece Puigdemont dispuesto a separar Cataluña de España, lo que vuelve a representar un fracaso respecto a su manual de autoindependencia, que dedica 20 de sus páginas a explicar cómo construir en el Parlament ese «excelente resultado en escaños y en votos» aún pendiente, –que ya les falló en las autonómicas del 27-S de 2015– a través de tres objetivos a «ejecutar de manera excelente». Al menos dos no se han afianzado.

Lo «inevitable», con Colau

Uno, «sumar mayorías», incluía «construir una base social muy sólida» en torno al deseo del Estado propio que conduzca al «máximo consenso político», para lo que se subraya como lo más sustancial conseguir la alineación de Ada Colau, que tampoco tienen. «La suma Puigdemont, Junqueras Colau -o la confluencia de los espacios que representan– hará la independencia inevitable», se prometen. Sin ella, el mismo epígrafe admite que la suma de PDECat, ERC y CUP que hay hoy es «no suficiente».

Otro objetivo incumplido es «trabajar con garantías de éxito», esto es, tener los «instrumentos necesarios para hacer frente» a la desconexión, entre los que se citan una «Hacienda propia, Agencia de Protección Social, Poder Judicial, etcétera», que llegados a este punto no cuentan con el «funcionamiento mínimo» que los propios independentistas tildan en estos papeles de «imprescindibles» para asegurar el arranque del estado propio.

Entre medias se situó el objetivo de «inspirar confianza en la propia ciudadanía», único logro del programa que los líderes independentistas podrían exhibir en tanto que remite a trasladar a la población la «total determinación» de conseguir la separación «por la vía unilateral si es necesario», y produciendo «un conflicto democrático de amplio apoyo ciudadano orientado a generar estabilidad política y económica que fuerce al Estado a aceptar la negociación de la separación... o un referéndum forzado».

Según los gráficos del documento, ese conflicto es la sucesión de «RUI» (referéndum unilateral de independencia) y DUI –el momento en el que estamos– y que «bien gestionado puede llevar a un estado propio» puesto que, a juicio de quienes creen en estos papeles, el Gobierno español «si lo ve todo perdido» accederá a un referéndum pactado «para que (los independentistas) lo perdamos».

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