El secretario Político de Podemos, Errejón, con el candidato de En Marea, Luis Villares, en Pontevedra
El secretario Político de Podemos, Errejón, con el candidato de En Marea, Luis Villares, en Pontevedra - EFE

La división interna de la Marea lleva a Villares a recurrir a asesores externos

El candidato de la marca gallega de Podemos trata así de relanzar su campaña

Santiago Actualizado: Guardar
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A solo siete días de las elecciones autonómicas en Galicia, la campaña de En Marea —la marca gallega de Podemos— deja a las claras los problemas por los que pasa el partido desde su fundación en agosto: el estado de tensión interna permanente. Se ha llegado a tal punto que, según ha podido saber ABC, el candidato y exjuez Luis Villares ha pedido a personas externas a su equipo oficial de campaña ayuda para preparar el periplo electoral. El motivo principal es la falta de confianza en sus asesores —procedentes de la izquierda populista— y otros miembros de la estructura de En Marea. El funcionamiento interno disgusta a Villares y ha tomado medidas. Con el 25-S a la vuelta de la esquina, varios dirigentes confiesan en privado que a los actos les falta músculo.

Varias razones lo explican.

Las desavenencias se conjugan en presente. Ayer, el secretario político de Podemos, Íñigo Errejón, aterrizó en Pontevedra para participar en un mitin de los rupturistas. Allí no le esperaban ninguno de los cabeza de cartel que en los días anteriores habían arropado al candidato Villares. En la propia figura de Errejón ya se concentran grietas. Por un lado, se dan las fricciones entre el sector nacionalista de En Marea —auspiciado por exmiembros del BNG, como Xosé Manuel Beiras, su mano derecha Antón Sánchez, o el alcalde de Santiago, Martiño Noriega— y el llamado sector «errejonista». Directamente se evitan. Eso se traslada al segundo nivel, el de algunos miembros de la delegación gallega de Podemos con la dirección de Madrid, tras un proceso de confección de listas resuelto «in extremis» por un tuit de Pablo Iglesias a medianoche.

Las formas en las que Iglesias impuso la entrada de Podemos en En Marea supuso una total desautorización de las negociaciones que hasta el momento estaba llevando la dirección gallega y dos enviados de peso: Pablo Echenique y Carolina Bescansa. Esta última es otro caso elocuente. La dirección de campaña de En Marea la ha convocado para participar en una sola jornada, aunque sea una dirigente gallega con peso nacional. Una parte de la organización considera que los líderes de Podemos restan posibilidades y que todo lo ganado con su apoyo ya se da por conquistado. Los motivos valen para explicar que Pablo Iglesias solo vaya a ir un único día a Galicia, donde fue asesor de Beiras en 2012. Se le espera mañana. Punto.

La campaña arroja otra realidad: casi nadie conoce al candidato de la izquierda radical, elegido en agosto. Según el CIS, solo cuatro de cada diez gallegos. Esto ha obligado a Luís Villares a dedicar dos semanas de precampaña a darse a conocer entre la militancia, pulir su perfil político y hacer un llamamiento a la unidad entre las más de 100 células municipales que se juntan bajo el paraguas de En Marea.

Las encuestas de campaña le devolvieron a la realidad y le enseñaron que el panorama no mejoraba. Las prisas llegaron y la tensión emanó de nuevo. Mientras el PP gallego ya tenía a punto una de las maquinarias electorales más dinámicas de España, llenaba una plaza de toros con 10.000 personas, los directores de campaña enviaron a Villares a un pueblo en la montaña de Orense. La desconfianza entre unos y otros crecía.

A partir de ahí, el candidato decidió actuar por su cuenta y se hizo con los servicios de varios asesores. Los argumentarios y documentos clave elaborados a destiempo fueron la gota que colmó el vaso. El debate electoral de la televisión pública gallega evidenció sus «nervios», como él mismo reconoció al día siguiente.

Líder en un mes

En apenas un mes, Villares se ha tenido que hacer con el mando de un partido con el poder disgregado en decenas de grupos de idologías no siempre ciincidentes. Durante todo este tiempo, lo ha intentado casi todo. Desde mandar un mensaje de unidad a cada fracción, a elevar el tono contra Feijóo para después mostrarse más presidenciable. La falta de estrategia tiene culpables. Las urnas dirán en qué grado.

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