Cádiz CF

Racing-Cádiz CF (0-1) Alvarito se inventa un sueño

El extremo utrerano deja al equipo a un paso de Segunda con un gol antológico en el peor momento

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El Cádiz CF, a un paso del ascenso a Segunda
El Cádiz CF, a un paso del ascenso a Segunda

Increíble, incomensurable. Onírico. Pero todo es muy real. Un Cádiz CF limitadísimo de fútbol pero enorme de corazón se mete por derecho propio en la final de un ascenso al que llega con el cuerpo a pedazos pero el alma intacta. Se puede creer, se ha de creer, se tiene que creer y es el deber. No hay fútbol, pero hay una esperanza fundamentada en una locura que va camino de convertirse en algo muy cuerdo. Y eso que las cosas no empezaban como para creerse lo que está siendo una realidad.

Parecía que todo estaba tranquilo. Parecía que todo era un bonito día de fútbol. Parecía muchas cosas bonitas, pero fue pita el árbitro y empezar a sufrir como un condenado.

Aquello empezó a resonar y los corazones comenzaron a pedir tregua sin previo aviso, sin guerra anunciada.

Pese a ese ambiente, el Cádiz CF sacó plomo. Y lo sacó del cofre de los pocos tesoros que le quedan al gitano, que amagó un control de categoría para prolongar un pase de David Sánchez que Álvaro García malogró con más intención que acierto. Era esa Alvarito, era esa... Pero no fue. No pudo ser.

El asunto cambió de bandó. El Racing apretó como apretaba su grada norte. Coulibaly abría espacios como los abre un cuchillo. En una de esas Óscar Fernández encaró a Migue González, ya dentro del área, y decidió disparar para que Cifuentes la escupiese fuera. Bajo palos, y en fuera de juego, Dioni la empujaba a gol pero, bendito banderín, resultó ilegal.

Seguía el envite, seguía la guerra, seguía el Racing mandando. Coulibaly, otra vez con espacios, volvió a meter el miedo en el cuerpo al cadismo. Su internada acabó en un saque de esquina que César Caneda remató para que Cifuentes, con suspense, se hiciera dueño del balón.

Esos minutos para el cadismo se quedan. Pasados ya, el partido se templó. Siempre con el Racing con la batuta, pero sin agobiar tanto a un Cádiz CF que hacía de cada parón un oasis para tomar aire.

Pasada esa media hora retomó las armas el Racing. Y de qué manera. Otra vez Colibaly abrió una brecha en la banda de Servando. El senegalés se internó libremente y mandó un balón peligrosísimo al segundo palo para que el excadista Migue García rematase a gol si no es por la intervención divina de Cifuentes, que tiró de reflejos para salvar la primera cuchillada que amenazaba con quebrar todos los sueños amarillos.

El Cádiz CF llegó al descanso suspirando. No es que estuviese contra las cuerdas, pero la sensación era incluso más agobiante. La impresión era clara. El Racing, con lo poco que tenía y tiene, era capaz de encerrar hasta hacerlo agonizar a un equipo de Cervera incapaz de labrarse una oportunidad, incapaz de todo menos de defenderse como gato panza arriba y mirar el reloj rezando. Este Cádiz CF transmite tanto porque resume la vida del gaditano. Ese que lucha por existir pese a las adversidades de la vida, ese que sufre y ríe a la vez. Ese que sufre la vida pero ni se plantea renunciar a ella.

Con tanto miedo como se fue a la caseta, la verdad es que el Cádiz CF salió con otros bríos, con otra mentalidad. Gracias a ello, en apenas cinco minutos pisó el área un par de veces pero sin la maldad que se pide en estos casos. Es cierto que Güiza ve mucho fútbol. Es cierto que ve cosas que sus compañeros tan solo llegan a ellas cuando ven las repeticiones, pero tan cierto es eso como que debe dar mucho más cuando sus compañeros le dan la bola para que él se la juegue, que se deje de paredes y prolongaciones, que la haga suya.

Por eso o porque está tieso, Güiza fue el primer cambio. Lolo Plá entró para dar más energía a un Cádiz CF que llegado el minuto 60 se caía. En dicho minuto llegó una internada de Óscar Fernández, que aprovechó la relajación de Fran Machado, para adentrarse en el área cadista y dejar un balón en el punto de penalti para que la enchufase Dioni de no ser por la aparición mlilagrosa de Juanjo, que rebañó un balón con un sentido de la anticipación providencial.

Que mal estaban las cosas para el Cádiz CF. Qué nervios. Y qué cosas. Qué cosas. Qué benditas cosas. Porque cuando peor se puso el decorado para el Cádiz CF, mejor salió disparado un ratón vestido de amarillo y de nombre Alvarito. El utrerano robaba un balón en la medular y se marcaba una señora jugada que llevaba al cadismo al olimpo de los dioses cántabros. Qué manera de inventarse un sueño. El extremo dejaba atrás a dos rivales y definía tan bien como lo hizo en A Malata. Por respeto, no lo celebró, pero su silencio se escuchó atronador con los gritos apasionados de una afición que hacía de la esquina sur del Sardinero un verdadero manicomio.

Las cosas ya se veían de mejor manera. Lo primero que se le pedía al Cádiz CF era que aguantase el previsible arreón racinguista de los primeros diez minutos tras el gol y los amarillos cumplieron su primera misión. Y lo aguantó. Le ayudó aguantarlo también que el Racing es un equipo muerto, sin esperanza alguna.

Roto el rival, el Cádiz CF tuvo la sentencia, pero Fran Machado disparó de manual un buen centro al primer palo de Lolo Plá mandando el balón fuera.

El asunto estaba controlado. Demasiado para lo que este Cádiz CF (el de otros años, mejor dicho) acostumbra. Como fiel a su historia, quiso ponerle algo de intriga pero el linier volvía a anular un gol al Racing por posición ilegal de Dioni, que cabeceó a gol un buen centro de Óscar.

Pasaban los minutos y, asombrosamente, no pasaba nada. Bueno sí, claro que pasaba. En una presión en campo propio, Álvaro García se iba al suelo, el árbitro pedía la camilla y el cadismo se llevaba las manos a la cabeza pensado en un mañana.

Mientras, más que por guion que por otra cosa, el Racing seguía cubriendo el expediente, pero sus llegadas eran abortadas por un Aridane portentoso y un sobresaliente Migue González. El Sardinero perdía la fe y se incendiaba con gritos de 'Munitis dimisión'. Y el cadismo, quién lo diría, comenzaba a saborear el pase minutos antes de que la pizarra del descuento reluciera.

Llegó el pitido final y llegó la apoteosis. Quedan dos pasitos, dos. Los más duros, los que hay que dar. Los que se tienen que dar. Solo queda intentarlo. Pasará lo que pasará, pero este Cádiz CF que parecía poco representativo de nada, ha unido ya más que los últimos Cádiz CF. Como corren, como sufren, como llevan el escudo. Se merecen todo.

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