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Cádiz CF-Getafe (3-0): La primera victoria, el mejor regalo

El Cádiz CF festeja su 106º cumpleaños con un triunfo ilusionante cimentado en la mano maestra de Cervera y los goles de Ortuño (dos) y Aitor

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Ortuño estará con el Cádiz CF en Lugo
Ortuño estará con el Cádiz CF en Lugo

Un día después de su 106 cumpleaños, el vetusto Cádiz CF, el legendario vejestorio que ahora ha vuelto a bailar de manera desenfrenada, se regala una victoria. ¡Y qué victoria! La primera seis años después de purgar sus penas en el infierno y ante uno de los demonios de su historia reciente.

Un triunfo siguiendo el manual de estilo de un entrenador que representa una filosofía vital que casa a la perfección con este 'neocadismo', más de entrega que de magia, de sufrimiento como camino para alcanzar el éxito. Al final la alegría es incluso mayor. Con los goles de Ortuño (dos) y de Aitor se fraguaba este resultado que marca la diferencia entre el cielo y la tierra de la clasificación.

Y sobre todo, con el sello, su sello.

Don Álvaro Cervera, principio y fin de este Cádiz CF de Segunda; su batuta como director de orquesta se transmuta en la varita mágica de un prestidigitador. El humilde técnico, sin el 'glamour' ni la percha de otros compañeros que no son más que míster para la instantánea posada, ha ensamblado en tiempo milagroso una pléyade de proyectos de futbolistas en un equipo que transmite ilusión, esperanza, fe.

Es un hombre de buenos principios, metafóricos y reales. La exasperante derrota de Anduva y la meritoria clasificación obligaba a una mescolanza en el once inicial. Nadie como él para tejer un bloque y ahora toca confeccionarlo en la medular, siguiendo el patrón marcado. Precisamente por el centro se sumían parte de las opciones de esta escuadra, así que Abdullah y Eddy Silvestre, interpretando cada cual su diferente papel, asomaban por Carranza para fortalecer al equipo.

El mediocentro francés suma a su recorrido una tremenda calidad, un desparpajo sorprendente y mando con el balón en los pies. El de Azerbaiyán aún necesita tiempo para acomodarse a una posición de mediapunta que no termina de hilvanar Cervera. Mientras, los de siempre hacen su trabajo, sin ser fruto de la casualidad o de la espontaneidad.

Alvarito y Ortuño ensayaban minutos antes del éxtasis esa tradicional jugada por banda izquierda que transcurre hacia el área, atrás, y desemboca en la portería contraria. En la primera el ariete no enganchaba bien la bola pero a la segunda, calcada, no perdonaba para poner por delante a los amarillos por quinto encuentro consecutivo. No, no es casualidad, son entrenamientos.

El Cádiz CF mandaba ante un Getafe que en la última década le ha mirado desde las alturas y un domingo como cualquier otro mordía el polvo en Carranza. La hinchada se frotaba los ojos, incrédula. Quizás también el propio plantel, que cedía las riendas al adversario y perdía el control del juego en el último cuarto de hora.

Los errores no se perdonan y la desconexión en la retaguardia en un saque de esquina sólo la arreglaba Cifuentes con una parada colosal para evitar el apagón. Esos minutos de zozobra no repercutían negativamente en los locales, que agradecían el descanso para rearmarse.

La tregua servía para ordenar ideas. El Cádiz CF apretaba arriba y asustaba con el tridente ofensivo, vivo, lúcido. Sin embargo, tamaño esfuerzo pasa factura y los amarillos sufren con el paso de los minutos. El Getafe se volvía a adueñar del encuentro con media hora aún por delante.

Rubén Cruz sustituía a Abdullah, lejos de su mejor estado de forma en cuanto a resistencia se refiere. El duelo se resquebrajaba al quemar sus naves el Getafe en ataque y dejar diáfana su retaguardia. Las ocasiones se acumulaban. Amagaba Portillo desde la frontal y al contrario los madrileños rondaban el gol en propia puerta.

Cervera quería terminar la disputa jugando a la contra y cambiaba las alas de manera natural, con Nico y Aitor en escena. Y este último ofrecía una 'delicatessen' propia del genio que lleva dentro. Con el dorsal del filial, con la sombra de una salida en verano si no convencía al míster, el extremo ambidextro cortaba la salida de balón del 'Geta', arrancaba como una exhalación sin mirar más que hacia el marco y disparaba con la derecha, pegada al palo largo, para sentenciar la contienda.

El Getafe yacía en la lona y los amarillos olían la sangre jaleados por una parroquia disparatada que cada día sueña con más fuerza. Tan desconcentrados andaban los madrileños que Feltscher cedía el balón dentro del área a Guaita y el arquero la tomaba con las manos. El libre indirecto lo transformaba Ortuño con maestría para rubricar la tarde perfecta.

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