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El ciclista récord

Adam Hansen está a tres etapas de completar su decimotercera vuelta grande consecutiva y batir el tope de Bernardo Ruiz

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Uno de los escapados camino de Riaza, Adam Hansen, más que piernas tiene ruedas. Se subió a la bicicleta en la Vuelta a España de 2011 y desde entonces ha rodado y completado cada año la ronda española, el Giro y el Tour. Lleva trece grandes vueltas sin parar. Nadie tiene tantas: ni Bernardo Ruiz, que llegó a doce (de 1954 a 1958), ni el incombustible Marino Lejarreta, que encadenó diez (1988 a 1991). Hansen tiene apellido de explorador. Le cuadra. Pedalea hacia el infinito, en busca de la frontera que ningún otro ciclista ha pisado jamás. Si llega el domingo a Madrid, el récord es suyo. Hansen es único. Y no sólo por su tener ruedas en lugar de piernas.

«Dicen mis compañeros que estoy loco», repite. «Mi fuerza viene de la pasión, de la curiosidad». Con eso combate la fatiga psicológica del ciclismo, que pesa más que la física. Así ha conseguido vivir en la carretera. On the road. Hansen no ha hecho nunca las cosas como los otros. Nació en Gold Coast, paraíso del surf australiano. Tiene pinta y planta de eso, de tipo cachas con traje de baño. Su genética viene de abuelos daneses e italianos. Y al deporte se metió con zapatillas. Probó con el atletismo. Luego, al triatlón. Ahí descubrió que sus mejores piernas eran las ruedas de la bicicleta. «La bici es libertad», dice. Aventura. Hansen el explorador. Se apuntó a una carrera de supervivencia, la Cocodrilo Trophy, y dos veces la ganó. Chico fuerte. Sabe arreglárselas solo. Cuando ahora en el pelotón algún equipo tiene problemas informáticos, llaman a Hansen. Es un genio de las nuevas tecnologías.

Es distinto. Los ciclistas australianos eligen casas y climas cómodos y con facilidades fiscales para vivir en Europa: Mónaco, Niza, Andorra, Girona, lagos de Italia... A Hansen le habló de la República checa uno de sus primeros directores. Los bosques, la montaña. Vive allí, en Frydlandt nad Ostravici, a 80 kilómetros de Zilina, a 70 del campo de concentración de Auschwitz, al otro lado de la frontera polaca. Lo ha visitado en invierno. A diez bajo cero. Sintió el escalofrío de ese horror.

En su ciudad checa montó un negocio inmobiliario. Invirtió. Además, diseña y vende sus propias zapatillas ciclistas. «Si mañana me retiro del ciclismo, no sería un problema para mí», aseguró a la revista ‘Velo’. Buscarse la vida nunca ha sido un obstáculo para él. Con doce años repartía periódicos junto a las playas de Gold Coast; luego trabajó de peón en un granja y en el mostrador de un McDonald’s. Estudió informática, se hizo programador y ha dado conferencias en la Universidad James Cook de Cairns.

Adora Hong Kong, ciudad cosmopolita, tecnológica, moderna, viva de día y de noche. Como su padre trabajaba en al agencia australiana de inmigración vivió de chaval en Taipei. Asia le enganchó. Allí siguió su escuela: aprendió wushu, el fung fú chino, la técnica que ahora le da equilibrio, fundamental si se vive sobre dos ruedas. A eso, al ciclismo, a ser gregario de velocistas se dedica. Ha lanzado a Cavendish y a Greipel. Como los más rápidos del pelotón le quieren siempre a su lado, Hansen ha acabado corriendo las tres grandes vueltas cada año. Primero, por inercia y hoy, por gusto. «Estoy viviendo mi sueño», apunta. Le apasiona el ciclismo. «¿Sigue vivo Bernardo Ruiz? Me encantaría conocerle».

Hansen, como los australianos, tiene origen europeo. Añora esa vieja cultura que no tiene el nuevo continente. «No creo que vuelva a Australia a vivir». Prefiere el corazón verde de la República Checa. Insólito. Así es él. Ni siquiera tiene entrenador. En el ciclismo, como en el resto, lo ha hecho todo solo. Y le va bien: en 2013 ganó la etapa del Giro que terminó en Pescara y en 2014 se impuso en Cangas de Morrazo, en la Vuelta. Vencer no es su trabajo. Él se dedica a que ganen otros y a rodar sin descanso cada año en el Giro, el Tour y la Vuelta. «En el equipo no hace falta que planifiquen mi temporada. Es siempre la misma». Sobre ruedas sin descanso. Nómada australiano. «¿Y qué hago en vacaciones tras tantos días en bicicleta? Pues irme a estar tranquilo en casa». Al revés que la mayoría. Como es Hansen.

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