Mendoza, esta tarde, en la sede del Instituto Cervantes de Londres
Mendoza, esta tarde, en la sede del Instituto Cervantes de Londres - ABC

Eduardo Mendoza: «Si premian a cada catalán que escribe en castellano, se agotará el presupuesto»

El flamante premio Cervantes se enteró en Londres de que el galardón le reportará 125.000 euros: «Es una pasta, ¿no?»

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Eduardo Mendoza, de 73 años, es anglófilo desde su juventud, cuando llegó a Londres en los sesenta: «El Swinging London, los Beatles y los Stones, la minifalda de Mary Quant, la Biblioteca Británica… Me quedé atrapado de por vida en la anglofilia, una enfermedad de la que no he querido curarme». Hace unos años surgió «una oportunidad» y adquirió una vivienda en la capital británica. Ahora vive a caballo entre su ciudad natal, Barcelona, y Londres. La noticia del Cervantes lo pilló paseando por las calles inglesas: «Sonó el teléfono y vi un número secreto. Era el ministro». Una periodista pregunta: «¿Y qué le dijo usted?». Y Mendoza da la primera estocada de su humor, un poco a lo Gila: «Pues le contesté diciendo “diiiga”».

Mendoza, que en otras ocasiones ha criticado la monserga separatista, prefiere hoy pasar por encima cuándo se le pregunta si vive en Londres para evitarla: «Radicalmente no. En Barcelona no he tenido ningún problema. Ni personal ni oficial. De hecho tengo el premio de la Generalitat por mi trayectoria en castellano y catalán y soy bilingüe. No es ninguna rareza que un catalán escriba en castellano. Se agotaría el presupuesto del Ministerio de Cultura si premiasen a cada autor catalán que escriba en castellano».

En el medio de la conversación también se le escapa que un día «le darán también el Cervantes a Vila-Matas». Pero, ¿a quién se lo daría Mendoza? «Pues a algún amigo mío. Sobre todo ahora que me acabo de enterar que está tan bien dotado je je».

«A diferencia de Juan Goytisolo y su discurso de desprecio a lo español, Mendoza destila buen rollo»

A diferencia del Premio Cervantes del 2014, el también barcelonés Juan Goytisolo, enquistado en un discurso de desprecio a lo español, Mendoza destila eso que él llama «buen rollo», por ejemplo cuando habla de la literatura española: «Nuestro panorama es muy bueno comparativamente con otros países. No se me ocurre ningún país con la diversidad, interés y fuerza de la literatura española. ¿Estamos muy bien? No. ¿Pero están peor los otros? Sí».

El galardonado termina de hablar. Espontáneamente, los periodistas prorrumpen en un fogoso aplauso al equilibrado y ameno caballero, un maestro cordial que ha sabido combinar la calle y la mejor prosa.

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