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El error educativo

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La huelga de la pasada semana en el sector educativo pasó sin pena ni gloria, con una concurrencia discreta, y los medios en general la consideraron como una muestra más de la inquietud de ese mundo en general distante y ensimismado. Igualmente, el plantón que los rectores dieron al ministro del ramo el pasado miércoles por no haber incluido los recortes en el orden del día de la reunión que había de celebrarse fue interpretado como una vicisitud más de la tensión habitual entre administración y administrados, entre quien planea las reformas políticas del sistema educativo y quienes han de aplicarlas. Pero en esta ocasión el disenso es más grave porque el problema es mucho más profundo: nunca como ahora fue más vital la Educación para este país, y nunca fueron por tanto más intempestivos los recortes.

En efecto, se nos ha hundido una parte relevante la economía. El sector de la construcción residencial, que representó por sí solo bastante más del 10% del PIB en los últimos años, ha sido literalmente laminado y nunca volverá a ser lo que fue. Quiere decirse, pues, que tenemos que renovar el sistema productivo, que formar a millones de desempleados que ya no encontrarán una demanda de mano de obra sin cualificar como la de antaño. La educación y la investigación habrán de ser, pues, los trampolines de este país hacia el futuro. Y de ahí que sea disparatado recortar en ambas, sin ver que con ello estamos tirando materialmente piedras sobre nuestro propio tejado.

Lo desazonante de la desenfrenada carrera hacia la estabilidad presupuestaria es su indiscriminación. Ciertos ajustes son evidentemente reversibles, por lo que tiene sentido que se nos pidan renuncias temporales de las que cuando salgamos del pozo nos podremos resarcir. Sin embargo, cualquier merma en la educación tendrá repercusiones irreversibles a medio y largo plazo sobre la generación que la padezca, frenará la recuperación de la actividad y la creación de empleo, nos condenará a un futuro ingrato, trabajoso y difícil. No aciertan, en fin, quienes recortan el acceso al conocimiento con argumentos economicistas. Y todos pagaremos caro este inmenso error.