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Los genios mueren dos veces

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Imagino que a usted preocupado por la hipoteca, la reforma laboral, el futuro de sus hijos o la liga de fútbol la noticia se la repampimflará o acaso le habrá dedicado una miradita de pasada, pero resulta que anteayer se ha muerto uno de los más grandes artistas del último tercio del siglo veinte y lo que llevamos del veintiuno, un visionario, un genio. O dos.

Se ha muerto nada menos que Jean Giraud, aquel muchachito delgado que dibujaba muy bien los caballos y que al cabo de los meses acabó realizando el mejor western de todos cuantos han existido y existirán nunca, Fort Navajo, reconvertido en Blueberry con el paso de las décadas. Pero la evolución de su capacidad para el dibujo fue pareja con su evolución personal, y Gir se transformó en otra persona, en otro artista, en otro dibujante alternativo de sí mismo: Moebius. Y si en una personalidad ejemplificó el realismo de los desiertos y los paisajes de Nuevo México, en su nueva andadura se convirtió en el explorador de mundos y tecnologías nunca vistas hasta entonces y repetidas gracias a él en la estética de todo lo porvenir.

Gir/Moebius fue la plasmación del artista comprometido con su momento y con su sensibilidad: él sí estuvo de verdad en el mayo francés. Fue rebelde y contestatario, abrazó el surrealismo y la cultura de las drogas como puente filosófico hacia otros estados de percepción, experimentó y fue clásico al mismo tiempo, o alternativamente, y lo hizo con un estilo en apariencia sencillo, impecable: quienes han visto originales suyos se maravillan de la limpieza de su trazo, de ese don de dioses que permite al pincel no desviarse jamás de la banda sin fin que completará su ciclo.

Si Picasso o Dalí hubieran sido dibujantes de historietas no habrían podido hacerle sombra a Jean Giraud/Moebius. Porque eso fue, ante todo: dibujante de tebeos, ese detalle que se ha olvidado este fin de semana en los reportajes de los telediarios y los artículos de prensa, simplemente porque la influencia estética, la capacidad de gigante de Giraud llamó la atención de otros revolucionarios de otros campos (Jodorowski, Topor, Dan O'Bannon o Ridley Scott) quienes no dudaron en acercarse a la imaginería sin límites de su genio visual. Un genio tan grande que fue genio dos veces.