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¡CUÁNTA PENITENCIA!

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Cuando entre mis cargos en la cofradía ocupé el de mayordomo, siempre tuve el conocimiento de que lo hacía para poner a mis titulares en el itinerario oficial y luego volver al templo para seguir dándoles culto a Ellos. Sin embargo, mayordomo era y es el responsable del patrimonio y quien a lo largo del año cuidaba de que los cultos y los enseres estuviesen a buen recaudo. En la cofradía de la Piedad, teníamos en los años cincuenta a setenta un paso de Cristo que nada tenía que ver con los titulares de la Piedad y me refiero al Cristo de la Humillación, el cual al ser un «Cristo vivo» tenía y tiene una gran penitencia, ya que su mirada humilde y su rostro pensativo hacía que los fieles en su conjunto, en ese rincón de la iglesia de Santiago le hablaran y contaran sus necesidades. Cuando el Cristo de la Piedad se guardaba ya vencido en su Cruz en su capilla de rejas, recuerdo aquellos dos reclinatorios que llevaban impresa la oración de las 'Cinco Llagas' de José Mª Pemán, era entonces cuando uno, en ese recogimiento propio de quien le llora a Jesús, miraba a su derecha para ver muy cerquita y tocarle sus pies al Cristo de la Humillación, ese Jesús hombre que te comprendía y que como si fuera en un segundo plano, pues el titular absorbía todo el protagonismo, te decía aquello de «cuéntame qué quieres que yo estoy aquí para ayudarte». Por eso hoy, cuando Santiago tiene sus puertas abiertas me gusta entrar para saludarlo y decirle: «Aquí estoy, sólo quiero decirte que tu mirada no deja de protegerme y que tus manos amarradas sean un ejemplo de esa humillación que pasaste por quienes creyeron y creen en ti, Señor. Y aquellos soldados romanos que te llevaban a la Cruz, te han dejado y se fueron de Cádiz a otra Semana Santa, por eso has dejado de procesionar con tu paso, pero no podemos olvidar cuánta penitencia te seguía por las calles de Cádiz y cuánta hoy te reza en tu iglesia de Santiago».