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Efímera enmienda

Ahora, las luces de las candilejas se han apagado y la culpa vuelve a ser, como siempre, de los otros

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Aqué candidato a la presidencia del Gobierno creeremos en el futuro? ¿También hablará en clave para no pillarse los dedos? ¿El que intente llegar a la Moncloa cumplirá los compromisos anticipados? ¿Resultará creíble a los ciudadanos? La experiencia de la última campaña electoral, que protagonizó el actual jefe del Ejecutivo, debería permanecer en la memoria colectiva de este país. Para que no vuelva a repetirse. Cerradas las urnas y bendecido democráticamente el poder del PP, durante algunos días incluso respiramos tranquilos al pensar que otro clima político era posible. No porque la crisis hubiera dado su brazo a torcer. Tampoco, porque el recuento cotidiano de las personas sin trabajo apuntara alguna mejora. Ni porque cientos de jóvenes sin futuro comenzaran a ver la luz al final del túnel. Nada de eso había llegado con la nueva era.

Pero enseguida caímos en la cuenta de nuestro error. No. El inquilino de la Moncloa no había enmendado a la totalidad su sostenida estrategia de la crispación. Sencillamente, había entrado en la escena con la iluminación y la música requeridas. Se tocaron violines a cuatro manos durante el traspaso de poderes. Rajoy formuló un adecuado discurso de investidura, al que el presidente del Grupo Socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, replicó con empeñada templanza. Los halcones del PP habían quedado descolgados del nuevo Ejecutivo, a pesar de que no es ejemplar que el titular de Economía fuera responsable para España y Portugal del gigante bancario Lehman Brothers, caído por su tramposo quehacer. Y a pesar, también, de la provocadora presencia de un ministro de Defensa que procede de empresas del sector armamentístico. Ahora, las luces de las candilejas se han apagado y la culpa vuelve a ser, como siempre, de los otros. ¿O no era previsible qué el déficit siguiera desbocado, y el paro también? La cantinela de la peor herencia recibida vuelve a sonar. Y el ministro de Economía ha puesto una pica en Flandes al advertir del riesgo que corre el Estado del bienestar. ¡Ah! ¿Pero no estaba ya en peligro?

Tras los tijeretazos del Gobierno Zapatero, el nuevo Ejecutivo no se anda con chiquitas. Ha subido un punto las pensiones, sí, pero lo pensionistas no mantienen su poder adquisitivo cuando el candidato popular lo prometió solemnemente en el único cara a cara electoral. El salario mínimo interprofesional ha quedado petrificado en 641,40 euros. Se ha suprimido la renta básica de emancipación, que daba un pequeño respiro a los jóvenes. La subida del IRPF no se aplica solo en los tramos más altos, sino en todos. Pero ¿no había prometido Rajoy que no subiría los impuestos?

Pues también proclamó que, una vez relevado el Gobierno Zapatero las cosas iban a cambiar de inmediato. Los ilusos que creyeron que un cambio en la Moncloa arreglaría casi todo. Lo peor está por llegar.