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Responsabilidad común

Honremos la memoria de Joaquín Moya Espejo, muerto en nombre de todos

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Ha querido el infortunio que en medio de esta campaña electoral, tan extraña y tan desangelada, los insurgentes afganos tuvieran la puntería de acertarle a 700 metros al sargento primero Joaquín Moya Espejo, uno de los militares que por orden del Gobierno, y con la aprobación del Parlamento de la nación, fueron enviados a 5.000 kilómetros de sus casas para realizar, por cuenta de todos, una labor ardua y peligrosa.

La muerte de uno de nuestros soldados no debe ser argumento de contienda partidista, y bueno es que tras conocerse la noticia no haya habido exceso de protagonismo en las exequias por parte de la responsable del Ministerio, ni pronunciamientos inoportunos por parte de la oposición, dejando aparte algún amago irreflexivo la misma noche del domingo que por fortuna no ha tenido continuidad. Y es que en cuestiones como ésta es donde más se echa en falta, y por donde bien podría empezarse a construir, un verdadero sentido de Estado, al margen de los intereses particulares y contingentes de unos y otros. Fue el Gobierno del Partido Popular el que inició la misión en Afganistán, y el que ahora apura su mandato el que la ha prolongado hasta la fecha. Seguramente, al que salga de las urnas le tocará mantenerla durante dos o tres años más. Y no es nada improbable que en ese tiempo se sufran más bajas en el empeño. Es el tipo de cuestiones (como la educación, como la sanidad, como la batalla contra la crisis económica, como el fin del terrorismo, como la reforma del Estado) en que se necesita un consenso sólido, una unidad mínima que acredite que un país tiene la vocación de encarar de frente y con la coherencia precisa los desafíos comunes, en lugar de malograrlos en reyertas mezquinas dirigidas a hacer prevalecer a unos sobre otros.

Claro que antes de echarles la culpa a los políticos, como tenemos por deporte nacional, deberíamos examinar hasta qué punto, como pueblo, asumimos una conciencia común y suficiente de esos desafíos de todos, que nos faculte para exigir a nuestros representantes sus responsabilidades. No han tenido demasiada presión para alcanzar un pacto educativo, por poner un ejemplo que nos retrata a todos de forma nada halagüeña. Y en lo que toca a nuestra presencia en un escenario de conflicto bélico como es Afganistán, en el que sufrimos bajas y también las causamos al enemigo (porque eso es la insurgencia, un enemigo armado al que hay que combatir), vivimos de espaldas a esa realidad, aceptando (como no aceptarían los ciudadanos de ningún otro país avanzado) que apenas se nos informe de ella cuando hay una desgracia, que se olvida al día siguiente.

Honremos la memoria de Joaquín, muerto en nombre de todos. Y pensemos, porque es una responsabilidad que nos incumbe, en sus compañeros que siguen exponiéndose allí.