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El conducto ocluido

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Acabo de recibir un correo de Aquiles Constantinidis desde Estados Unidos, atribulado por la situación angustiosa de Grecia, su país de origen, la que contempla desde la lontananza confortable de San Diego en California. Ya no recuerda las veces que en Montevideo, donde residía entonces, aconsejaba a sus connacionales que invirtieran sus haberes en la 'fiable' economía estadounidense en demérito de su propia economía. Muchos asados, con el punto uruguayo, hemos compartido y muchas son las veces en las que le he escuchado criticar la viabilidad de modelo Griego basado en la mentira. Se extraña ahora de que su país esté en la quiebra, por saqueo, inculpando a sus amigos, los que le hicieron caso, y denostando a Papandreu y su gobierno, como si los gobiernos, de la cuerda que sean, fueran los únicos culpables de este descomunal latrocinio.

Los problemas, como los males, han de sanarse desde la raíz, pues resolverlos con aplicaciones de cataplasmas coyunturales, cuando la afección es estructural, enturbia más aún el cuadro clínico. Por lo pronto, sería sano hacer un arqueo de caja planetario. Conocer la liquidez global del sistema. Si aparecieran evidencias claras de desfalco masivo, con pruebas, habría que ir ampliando las cárceles. Seguidamente, se debería suscribir un inmenso pacto ético para diseñar el porvenir, no sólo económico, de toda la Humanidad, partiendo de la base de que tenemos un claro desfase negativo de tesorería. El siguiente paso radical, obliga a ponerse a trabajar todos juntos para generar riqueza justa y culta, advirtiendo a los gestores, tanto públicos como privados, que administran fondos de la Nación.

Todos los estados de quiebra son resolubles, claro es, si el concurso de acreedores transitorio se gestiona decente y eficazmente, pero si nos empecinamos en el egoísta y espurio ejercicio de querer jugar al mus con las cartas marcadas, la crítica situación se agravará irremisiblemente, aunque Grecia solo sea Grecia. Aunque no todas las Naciones estén en situación de postración. Se han ocluido los conductos por los que circulaba la decencia y la sensatez, la prudencia y el denuedo, el sacrificio, el estudio y la meritocracia, confiando que estas pérdidas sean reversibles. De no ser así, todos seremos Grecia, en la que unos pocos, no tan pocos, están arremetiendo contra las Instituciones, de forma injusta y desproporcionada, pues todos somos culpables de no haber ido al psiquiatra a tiempo para remediar este estado de demencia colectiva. No existe un Estado desarrollado sustentado sobre una Nación subdesarrollada, ética, moral y culturalmente. Aunque no seamos Grecia.