Editorial

El 'dedo' de Zapatero

El presidente opta por Rubalcaba como candidato y rehúye el debate partidario

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Rodríguez Zapatero comunicó ayer a los 17 secretarios regionales del Partido Socialista que, a su juicio, Alfredo Pérez Rubalcaba es el mejor candidato para aspirar a la presidencia del Gobierno en las elecciones generales de 2012. Finalmente fue el 'dedo' del presidente el que eligió sucesor pese a las reiteradas críticas al método utilizado por su antecesor, José María Aznar, y la defensa a ultranza de la democracia interna. De no haber una sorpresa mayúscula, las primarias serán una mera puesta en escena a mayor gloria del vicepresidente Rubalcaba. Tras la renuncia de Carme Chacón a competir por la candidatura, se imponía la lógica de que la cúpula socialista -Zapatero, Blanco, Iglesias- postularía a Rubalcaba como único candidato, orillando los «enredos internos» como dijo el vicesecretario general, José Blanco. En esta línea de calmar el campo de juego socialista, se atiende a medias la demanda del 'lehendakari' Patxi López de un Congreso extraordinario y se confirma la celebración de una Conferencia Política que se ocupe de promover la renovación ideológica y programática del partido. Rubalcaba, ministro del Interior, acumuló la primera vicepresidencia y la portavocía del Ejecutivo en octubre de 2010, cuando el desgaste del presidente del Gobierno se había hecho muy ostensible. La brillantez del personaje, querido y detestado como ningún otro político en activo, no ha servido para detener el declive socialista, ya que el pasado día 22 el PSOE registró un desastre electoral sin precedentes, pero en sus manos estará contribuir a evitar un nuevo descalabro en las generales, según prevén actualmente todas las encuestas. Si Rubalcaba se convierte en candidato y descartado el Congreso socialista previo a las elecciones, Zapatero seguirá siendo el secretario general del PSOE hasta que se celebre a posteriori. Al final y tras la reciente catástrofe electoral, se ha impuesto la idea de no dar lugar a una batalla interna que pudiera suponer desgarros imprevisibles, aunque comporte ofrecer al electorado la misma dirección y proyectos que fueron castigados con dureza en las urnas.