Opinion

Turismo en auge

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Las sucesivas declaraciones de tregua por parte de ETA, seguidas de otras tantas rupturas sangrientas, han ido acumulando una gran carga de indignación social y prevención política respecto a los designios de la banda terrorista. En su último 'Zutabe', publicado ayer, ETA reitera su «compromiso claro» de «superar la confrontación armada». Sin embargo, no hace referencia al ataque de dos etarras a un gendarme francés ni al reciente hallazgo de cerca de 1,6 toneladas de explosivos. Ambos hechos han suscitado la justificada preocupación por un eventual regreso de ETA a la actividad violenta junto a las especulaciones sobre una posible escisión. La lógica según la cual los terroristas aprovechaban el tiempo de distensión generado por una declaración de alto el fuego para reorganizarse, mientras las instituciones y los aparatos del Estado tendían a relajarse, aunque fuese inconscientemente, no se ha reproducido en esta ocasión. Todo lo contrario. El mensaje que les llega a los etarras resulta diáfano: los estados español y francés -por usar su terminología- no se dedican únicamente a prevenir y frustrar los planes terroristas, sino que están orientando su esfuerzo conjunto a acabar cuanto antes con la amenaza etarra. En su comunicado, los etarras no explican claramente el porqué de la tregua aunque rechacen que sea por su debilidad o tenga que ver con la participación de la izquierda 'abertzale en las elecciones o se derive de la influencia de esta. Pero lo único cierto y comprobable es que los golpes policiales de las últimas semanas a sus actividades han sido contundentes y que sus referencias a la izquierda 'abertzale' no hace sino complicarles sus intentos de insertarse en el proceso democrático. ETA se obstina en hacer caso omiso a que el único comunicado que se espera de ella es el anuncio de su cese definitivo. El Estado ha de perseguir la autoliquidación etarra, sin concesiones, como meta óptima. Pero es probable que, llegado el momento, la banda terrorista se halle tan debilitada que ni siquiera sea capaz de dar cuenta de su propio final. La búsqueda de una contrapartida política conduce irremisiblemente a los etarras a una derrota policial que hace algunos años parecía imposible.

El turismo fue el principal motor que en la segunda mitad del siglo pasado permitió a la economía española salir del subdesarrollo y financiar los bienes de capital y las infraestructuras que necesitábamos con los flujos de divisas que aportaban nuestros visitantes. Después, fue uno más de los sectores pujantes que contribuyeron a nuestro intenso desarrollo. Y cuando la crisis económica se ha cebado también sobre el sector, sobre todo el 2009, ya era un secreto a voces que nuestra industria turística, que en un 70% es de sol y playa, afectada por la creciente competencia de otros países mediterráneos, necesitaba una gran reconversión. Esta temporada, la coyuntura es espléndida: nuestros clientes tradicionales, que han dejado atrás la crisis con más rapidez de lo que pensaban, están colmando nuestra oferta, que se beneficia además de la inestabilidad de otros destinos mediterráneos como Egipto y Túnez. Sin duda, todo ello contribuirá a acelerar a salida del pozo de nuestra economía. Y esta feliz coincidencia habrá de ser aprovechada para impulsar la modernización del sector, que debe seguir siendo competitivo más allá de la excepcional concurrencia este año de circunstancias favorables.