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El Santana

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No posee el Santana la virtud de transportar aromas de enebro y susurros de pinsapo, ni mensajes humildes de alcornoque. No tiene las virtudes terapéuticas secantes de nuestro imprescindible Levante, por ser un vendaval bronco, insípido. Su voz de fragua altiva acarrea hasta la mar, su insumisa frontera, el aullido del coyote que reclama al desierto de Arizona la ayuda de Vulcano. A veces, se digna hacer llegar hasta el Pacífico melopeas de indios pueblo, para que esta oración solicite para los jacarandás de Santa Mónica la eximente del castigo de los fustigantes zamarreos. Elevando la temperatura con obstinación y sin misericordia, obliga a las niñas que aspiran a consagrarse en Hollywood como estrellas, a corretear asfixiadas blandiendo sus pechazos de silicona por Rodeo Street, sin el candor de las de Grazalema, preocupadas únicamente con que el Levante les ponga las enaguas por montera. Mas sin embargo, tiene el Santana la virtud de inducir a la narcisista sociedad californiana, a lanzarse, con el alma caliente, a crear riqueza inventando historias para que las industrialice Hollywood. No la amodorra. Lo mismo hace en Las Vegas, la que ha convertido el cartón piedra en patrimonio, sin intentar redimir a los ludópatas. California y Arizona, desde Fray Junípero hasta hoy, viven gracias al calor de crear de la nada. Han convertido la fantasía en un manifiesto épico, en una leva que convoca al talento de los creadores más diversos, a fajarse con la inmensa competencia, rivalizando en esfuerzo, denuedo, audacia y talento. Esos ventarrones no inducen únicamente a crear riqueza desde las bellas artes y su entorno inducido, sino que propician cálidamente la investigación más avanzada, tutelada por sus grandes universidades. Son marcas paralelas, pudiendo decirse que a la de Silicon Valley le conviene cohabitar con la de Hollywood.

Acaba de convocar la UCA, las primeras jornadas sobre Patrimonio y Economía, tres densos días, durante los que se han arremolinado en torno a la pluridimensional figura del Prof. Ruiz Mata, todas las corrientes de valoración del patrimonio gaditano, entendido como industria, habiendo triunfado clamorosamente la irrenunciable fe sobre los hastiados escepticismos. Habíamos convocado al Santana, aceptando el Levante otorgarle su expresa representación, y ambos nos han transportado en suspensión el polen de la rebeldía desde la esperanza fundada en una sola voz. Todas las voces de la sociedad, en un ejercicio de concordia, constructiva, emocional y emocionante, hemos concluido que hay que partirse la cara y apretar las nalgas para erigirnos en cálida ventolera, ejemplar y ejemplarizante, que nos convierta en herederos orgullosos y transmisores de ese legado paterno multisecular, único y excepcional, que no es de cartón piedra. La cobardía acoquinada no tiene futuro.