Opinion

Cuidado, progenitores

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El otro día descubrí a mis hijos viendo un programa de televisión y me senté con ellos. Al cabo de un rato estaba horrorizado, así que quiero advertir a cuantos padres lean este artículo acerca del mismo. En apenas veinte minutos aparece una menor de edad, de apariencia desarrapada, que vive sola en una pocilga. Su madre murió hace tiempo y su padre era una especie de infante de marina. Mientras permanecía embarcado, la niña, que no debía tener más de diez años, vivía sola, lo que redundaba en una absoluta carencia de maneras y educación. Para más inri la chica hace pellas. Cuando dos agentes de la policía municipal acuden a preguntar el motivo de su inasistencia al colegio privado concertado en el que aquélla estaba matriculada, reciben un portazo en la cara por respuesta. Los Servicios Sociales de la comunidad autónoma deberían haber intervenido con inmediatez y eficacia a la vista de la complicada situación de la joven, a la que habría que haberla internado en un centro especializado de menores, mientras se le localizaba una familia que la acogiera temporalmente. La citada niña vivía sin asearse, con una absoluta falta de higiene. Sus ropas estaban raspadas, el cabello pringoso cogido en dos sucias colas de pelo estropajoso. Tenía pinta de apestar. La chica no conocía varón ni tampoco varón dandy. Ello venía además agravado por el hecho de que la vivienda en la que residía como okupa -aunque esto se expresaba veladamente en la trama del capítulo- había plagas, encontrándose allí diversos animales. Su padre debería haber ingresado en Alcatraz Meco de por vida, sancionado con dureza por el Ministerio de Sanidad de Leire Pajín. La menor era problemática -una especie de Lisbeth Salander- y se enfrentaba físicamente con otros niños con la suerte -es la magia de la televisión- de que salía ilesa de las peleas, dando a entender que no existe salida pacífica y dialogante en las disensiones. Sólo empujones y puñetazos. Además, cada mujer que salía en el capítulo se dedicaba a fregar suelos y reunirse con las vecinas para criticar. Era un programa de un machismo tan pernicioso que el Ministerio de Igualdad de Leire Pajín tendría que tomar medidas para evitar su emisión. Me quedé bastante preocupado pensando en los programas de televisión a los que tienen acceso nuestros hijos; a las problemáticas innecesarias que se les plantean. Se les envían mensajes difusos y orientados a no respetar los valores estructurales de la sociedad. Así que me dije a mí mismo que no permitiría a mis niños ver esa bazofia y tomé el mando a distancia para cambiar de canal, no sin antes preguntar el nombre de tan infame programa. Mi hija me miró con sus grandes ojos azules y me contestó: Pippi Calzaslargas, papá.