Tenía una larga melena trenzada que le llegaba a la cintura producto de 4 años sin cortarse el pelo, pero se la acaba de rapar al cero. / Paula Prats
literatura

¿Quién es Elías Knörr?

Es uno de los tres poetas más representativos de Islandia y sus versos han recibido los elogios de la primera ministra. Se llama Elías, se apellida Portela y es de Cangas de Morrazo

MADRID Actualizado: Guardar
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Ser uno de los mejores poetas islandeses y haber nacido en Cangas de Morrazo podría ser la cara B de un reportaje sobre la fuga de cerebros. El titular daría juego: ‘Poetas, médicos y biólogos españoles se buscan la vida en el extranjero’. Pero lo de Elías Knörr (que en realidad no se apellida Knörr sino Portela) no es exactamente una fuga de cerebros. Su desembarco en Islandia con apenas 20 años (hoy tiene 31) no obedeció a razones económicas sino puramente lingüísticas. Por extraño que parezca, Elías, estudiante de Filología Románica en Santiago de Compostela, quería aprender latín e italiano en tierras vikingas y, de paso, respirar otros aires y aprovechar una beca Erasmus para salir de España y viajar lejos de su Galicia natal. En Reikiavik, sin embargo, se enamoró de esa lengua tan compleja y llena de matices que es el islandés, acabó haciendo su tesina sobre sintaxis islandesa y hasta se lanzó a escribir algunos poemas en su nuevo idioma adoptivo. Así es como un español que lo primero que aprendió en islandés fue a pedir un perrito caliente sin cebolla cruda (eina með öllu nema hráum) empezó a cimentar una historia que sorprende más allá de Reikiavik y Pontevedra, y que ha colocado a Elías Portela en el Parnaso boreal.

En un golpe de timidez que devino en una idea genial, Elías prefirió no desvelar sus raíces latinas por lo que decidió renunciar al Portela real y adoptar un apellido típico islandés, Knörr, con el que se animó a colgar en internet sus primeros versos. Las redes sociales y el boca a boca, que en un país de apenas 300.000 habitantes funciona como un cañón, desarrollaron una impagable labor de marketing. El desconocido Elías Knörr se convirtió en la comidilla de las sosegadas tertulias literarias de Reikiavik. Sus textos poéticos tocaban temas electrizantes (el lesbianismo, la bohemia, el colapso cultural, las críticas consumistas…) y desprendían frescura, con un punto satírico y burlón muy del gusto de los islandeses.

Algunas publicaciones alternativas se hicieron eco de sus poemas, aunque nadie sabía en realidad que su autor era un joven gallego de Cangas que adora el jazz y la poesía de García Lorca, y se defiende con nota en una pista de tango. El misterio y los cotilleos fueron ‘in crescendo’, lo que alimentó el interés por su figura. ¿Quién era el enigmático Knörr?

Elogios desde muy arriba

Elías atiende a este periódico desde Reikiavik. Allí comparte un piso de dos habitaciones por el que paga un alquiler de 400 euros al mes. En éste tiene derecho a bañera y lavadora, pero ha vivido en zulos sin ni siquiera plato de ducha. Sus vecinos de comunidad son pelín extraños… una solitaria señora que dice que los fantasmas la estampan cada noche contra la pared, una profesora que afirma haber contactado con una elfa, un chaval que ve difuntos… En fin, nada que suene raro a alguien que se ha criado en Galicia con todo el peso de leyendas y supersticiones.

Pero queríamos saber por qué Elías se ocultaba. Él cuenta que decidió seguir escribiendo bajo pseudónimo porque pensaba que, de ese modo, sus textos serían valorados por sí mismos y no porque salieran de la mano de un tipo llegado del lluvioso sur de Europa, más interesado en el latín y la lingüística románica que en un idioma tan remoto como el islandés.

El ‘enmascarado’ Knörr escribía cosas como ‘Dos amas de casa bailan sobre el cordel de un tendal y hacen el amor con funambulismos/Una es mariposa de seda, la otra es flor de algodón/Bajo los efectos de la limpieza escriben poemas en la colada’. Versos lésbicos y transgresores, los llamaron unos; juguetones y burlescos, los alabaron otros. Hubo incluso quien aventuró que tras el enigmático Knörr se ocultaba una mujer. Sin proponérselo, sus textos fueron dando saltitos hasta subir bien alto… nada menos que a los oídos de la primera ministra islandesa, Jóhanna Sigurdardóttir, a la que le llegaron de la mano de su esposa, una escritora de prestigio. Sigurdardóttir (una mujer muy querida en Islandia debido a su honestidad y sencillez y que va al trabajo en autobús) citó a Knörr como uno de sus poetas de cabecera… con todo lo que ello implica en términos de popularidad. Eso sucedió hace algo más de un año y por esas mismas fechas, la centenaria publicación ‘UK Poetry Review’, una referencia en el panorama literario europeo, también se fijaba en los textos de Elías elevando al español, ahí es nada, a la categoría de uno de los tres poetas más representativos del momento en Islandia.

Y al fin dio la cara

Las elogiosas reseñas de la ‘Biblia’ de la poesía se tradujeron en ofertas editoriales, y con ellas Elías Knörr supo llegado el momento de recuperar su apellido real, Portela, y descubrir a su legión de lectores su verdadera identidad. Lo explica él mismo: «Cuando el libro salió, no solo apareció en los medios, sino que tuve una suerte excelente con las reseñas. A partir de aquí, la editorial pudo hacer público mi nombre, mi cara y mi currículum y entonces empezaron a llegar los recitales, las entrevistas, las colaboraciones y todo lo demás, cara a cara».

Elías, que se siente muy a gusto por aquellas latitudes boreales, regresa de vez en cuando a su Cangas natal a hincharse de pulpo, ribeiro y lacón con grelos. En el pueblo, sus paisanos, que le conocen desde pequeño, le preguntan por su vida en la isla de hielo, algunos con inquietud. «Ay Eliínhas, cuídate que por ahí arriba hace mucho frío», le dicen. Él confiesa con humor que no tiene mucho que contarles. «Es que ni tengo hipoteca, ni hijos, ni trabajo estable, mi tesis doctoral está en el aire y ni siquiera me he sacado el carné de conducir… pero bueno me ha salido una hernia de hiato y los terremotos de Islandia siempre dan mucho que hablar».

Seguramente esa retranca gallega, esa traviesa ironía con la que salpimenta sus versos es la que ha encandilado a la jefa de gobierno islandés y al resto de sus compatriotas, hasta el punto de que el español será la cara de Islandia en un taller de literatura escandinava que se va a celebrar en Copenhague. Su elección tiene un extraordinario mérito si se tiene en cuenta que los islandeses veneran a sus juglares con el mismo orgullo con que en España se admira a ‘La Roja’. De hecho, en las iglesias de Islandia las tumbas de los bardos más ilustres del país ocupan los rincones preferentes. Elías, lógicamente, no tiene ninguna prisa en adornar panteones, pero disfruta del momento de reconocimiento que está viviendo a casi tres mil kilómetros de casa. Como en las noches blancas de Reikiavik, el sol sigue iluminando su trayectoria literaria. Ahora quiere probar con el euskera y hacer versos en una lengua antigua por la que siente auténtica veneración. Su último poemario ‘El marinero con caballos matutinos bajo el vestido’ (Sjóarinn með Morgunhestana undir Kjólnum) está agotado (aunque las cifras en un país con la población de Valladolid no son para tirar cohetes) y su presencia es reclamada en todo tipo de eventos culturales… y políticos. En las últimas elecciones le pidieron que recitase con otros autores para promocionar a una de las candidatas. Dijo que no. Jamás le ha gustado mezclar las cosas de la lírica con la política. Ahora le invitan a dar conferencias, le piden que acuda a tertulias y recite sus poemas en islandés (en esta web su voz se oye en un poema cantado a partir del segundo 63).

Sus versos en islandés también han sido traducidos al gallego, que no al español porque no sabe cómo encontrar una editorial que le eche un cable. Aquí no es conocido, pero en Islandia su nombre va camino de ser tan popular como los de Björk o Audur Ava Ólafsdóttir (autora del best-seller ‘Rosa cándida’ y de ‘La mujer es una isla’ que, por cierto, ha traducido Portela al castellano). Y como sus poemas saltan de país en país (sobre todo en los del norte), Elías no deja de recibir invitaciones para viajar al extranjero (Copenhague, Berlín, Basilea…y también Rianxo), pero siempre con billete de vuelta a su isla de hielo a la que necesita regresar aunque solo sea por sus tortitas de centeno –«no puedo vivir sin ellas»– y su agua caliente, que parece brotar desde el mismo infierno. «No es lo mismo ducharse en Islandia que en cualquier otro país, te deja más limpio. Me encanta el olor a azufre, es tan solo abrir el grifo y te sientes como en casa». Sea cosa del demonio o de las meigas, que le resultarán más familiares, el caso es que Elías ha conseguido ser profeta en dos tierras. ¡Qué carallo!, que diría un celta de Reikiavik reconvertido en vikingo de Cangas.