Helicópteros turcos sobrevolando la provincia de Haqqari. /Efe

Turquía: el factor kurdo

La guerrila comete una de las acciones militares más potentes desde que empezó la rebelión hace más de 30 años

MADRID Actualizado: Guardar
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En lo que es la segunda mayor acción militar de la guerrilla kurda desde que hace más de treinta años empezó la rebelión, 24 soldados turcos murieron la pasada noche, cuando milicianos del PKK atacaron simultáneamente ocho objetivos en la provincia de Haqqari, al sureste del país en la zona fronteriza con Iraq. El ejército persigue a los atacantes y les ha causado ya algunas bajas, según fuentes oficiales en Ankara.

Terroristas del “Partido de los Trabajadores del Kurdistán” también habían activado un coche-bomba en la capital del Estado, Ankara, el 20 de septiembre y ayer mismo habían muerto cinco policías y tres civiles en la provincia de Bithis, también el sureste del país, donde se concentra la población kurda (unos 13 millones, aunque sin precisión oficial en la cifra, de un total de 73 millones de habitantes).

Esta reactivación de la lucha militar y/o terrorista después de años de relativa calma es juzgada por los medios políticos de modo diverso: para algunos observadores se trata de una demostración de fuerza cuando el país vive un periodo constituyente y de modernización del Estado y destinada, por tanto, a reforzar sus expectativas; y para otros es la prueba de que el ala militar del PKK ha impuesto su tesis de que nada se puede esperar y vuelve a una intensa actividad con la aparente “luz verde” de su carismático jefe, Abdula Oçalan, de 63 años, capturado en 1999 y encerrado de por vida en la isla-prisión de Imrali.

La pesadilla nacional

La calma relativa, y en ocasiones muy visible y alargada en el tiempo fue el resultado de la orden de Oçalan de 2006 de congelar las acciones militares salvo que nuestro pueblo estuviera amenazado de liquidación y tras esta fórmula retórica se ocultaba, de hecho, una especie de negociación oficiosa y paralela con el gobierno islamista del entonces –y ahora – primer ministro Recep Tayyip Erdogan quien, aunque parte del consenso nacional (y nacionalista) de la unidad del Estado en sus fronteras, parecía decidido a afrontar lo que es, en realidad, una pesadilla nacional, lo único que ensombrece un poco el milagro económico turco y su conversión en un relevante actor político regional.

Nunca hubo, que se sepa, una negociación firme, pero el gobierno se las ingenió de varios modos para que la sensibilidad kurda pudiera

manifestarse en el parlamento. El último, e ingenioso mecanismo, consistió en sortear las propias limitaciones de la ley electoral (que exigen a un partido nada menos que el diez por ciento de los votos estatales para entrar en el parlamento) con la figura independientes. Y así, en las elecciones de junio pasado bajo la sigla de “Partido por la Democracia y la Paz” fueron elegidos treinta diputados kurdos. Tras muchas vacilaciones y más pláticas entre bastidores, abandonaron su inicial –y equivocada – política de boicotear los trabajos parlamentarios y se incorporaron a los mismos.

Esta decisión no es necesariamente obra de una orden o un permiso de Oçalan porque se da por seguro ahora que el viejo jefe rebelde no tiene ni los medios ni la autoridad real para imponerla y en tanto que decisión se diría que autónoma de los interesados, es un éxito para el gobierno, que parece interesado por vez primera en relacionar la nueva Constitución con la púdicamente llamada cuestión kurda. Muy nacionalistas, todos los gobiernos kurdos, laicos como islamistas, kemalistas como neo-otomanistas, rehusan invariablemente tocar siquiera lo que se relacione con la unidad nacional y del Estado, pero se sugiere ahora, por vez primera, que alguna clase de transacción es posible.

Realismo y opinión

El gobierno Erdogan no tiene la mayoría cualificada suficiente para redactar la nueva Constitución (que ha de sustituir a la vigente, escrita por amanuenses de los generales tras el golpe militar de 1980) ni, de tenerla, debería hacerlo y ha conseguido que los nacionalistas clásicos (pro-militares) y la vieja oposición kemalista y laica, el “Partido Republicano del Pueblo” acepten integrar la comisión constitucional que debe preparar la nueva Carta, gran promesa electoral de Erdogan y su partido islamista democrático, el AKP.

El realismo que informa esta conducta no es solo virtud, sino necesidad: Turquía, el ejemplo máximo de éxito económico y social bajo la dirección de un partido islamista, se sabe observado por el mundo entero, que le reprochará una conducta tan rígida que no pueda ni abordar mínimamente un problema común en muchas latitudes: el de las nacionalidades y las sensibilidades regionales. Pero hay más: hay una oportunidad geopolítica por los cambios dramáticos que se suceden en la región, donde los cuatro Estados con población kurda (Turquía, Irán, Iraq y Siria) conocen problemas.

Los kurdos de Iraq se las han ingeniado para colocar su hecho diferencial en la Constitución democrática vigente y su Kurdistán, el norte del país, es muy autónomo y está tranquilo. En Irán no hay la menor innovación legislativa ni política, pero la acción kurda es residual y no plantea un problema militar al Estado. En Siria hay una curiosa actitud de los kurdos, oficialmente desconocidos como tales, aunque son cerca de un millón y procuran mantenerse al margen de la gran revuelta contra el régimen. Solo atienden su agenda propia, han adoptado un perfil bajo en la crisis y ni siquiera están todos convencidos de que uno de los suyos, y muy relevante, Meshaal Tammo, fuera asesinado en Kamishili el siete de octubre por la policía del régimen, como se sostiene a menudo. También tienen su propia agenda…

Turquía es la incógnita. El ataque de esta madrugada es de mal augurio pues se opone frontalmente a los tímidos, pero reales, ensayos de abordar la cuestión por vías políticas. El ejército, muy disciplinado y poderoso, jura venganza y no se extrañe en lector si en las próximas horas se produce una gran operación turca por tierra en las montañas Kandil, en Iraq, donde el PKK tiene sus bases.