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'Black Swan', una complicada pirueta con el sello de Aronofsky para abrir el festival

El realizador, ganador del León de Oro hace dos años, retrata el horror y la belleza del ballet, con Natalie Portman en el papel estelar

VENECIA Actualizado: Guardar
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A pesar de las obras alrededor del Palazzo del Cinema y sus correspondientes protestas por parte de los habitantes del Lido, la Mostra de Venecia ha contraatacado con glamour en su inauguración con un ave delicada llamada Natalie Portman, que ha llevado su Black Swan a la alfombra roja.

La actriz, cuya encarnación de una atormentada bailarina de ballet ha sido destacada como lo mejor del filme inaugural, ha vuelto a demostrar que su plumaje es el de las grandes estrellas de Hollywood y no ha elegido para su aparición ni el negro ni el blanco de los cisnes de Tchaikovsky, sino el rojo escotado con pedrería rematado con el pelo recogido en dos caracoles sobre la nuca.

Junto a la elegancia de la pequeña pero deslumbrante Portman, el cineasta neoyorquino Darren Aronofsky, que había llamó la atención en la rueda de prensa con sus gafas ahumadas, la podría haber llamado aún más sobre la alfombra roja si hubiera aparecido con su compañera sentimental, Rachel Weisz. Y completando el trío de ases, el actor francés Vincent Cassel, que también ha renunciado a su célebre pareja, Monica Bellucci.

Black Swan es una arriesgada pirueta de un director tan imprevisible como el estadounidense Darren Aronofsky, quien se apoya en la ductilidad de Natalie Portman para mantener un difícil equilibrio. Aronofsky, ganador del León de Oro hace dos años por El luchador, ha regresado con honores al Lido veneciano con una suerte de respuesta a aquella cinta. Si entonces escarbó en la bestia para hallar belleza, ahora explora la exquisitez de una bailarina para descubrir tras ella a un violento animal.

Ecos de Tchaikovsky

"El mundo del ballet y el de la lucha están muy relacionados. Son cuerpos sometidos a una intensidad física muy grande, aunque cada historia tiene, desde luego, su propio estilo", ha explicado el cineasta, quien se ha inspirado en El lago de los cisnes, de Tchaikovsky, para tejer su enfermizo nuevo filme.

Black Swan, aprovechando la dualidad del ballet del compositor ruso entre el cisne negro y el cisne blanco, está confeccionada con extremos que se tocan: disciplina y descontrol, pasividad y agresividad, realidad e imaginación, virginidad y pecado, dolor y placer.

"Es una exploración del ego artístico. Ese narcisismo que crea atracción y rechazo por uno mismo", ha asegurado Natalie Portman, quien incluso tiene una escena de sexo con su otro yo en el filme y conoce de primera mano el doble filo de ser superdotada desde bien pequeña, cuando deslumbró con trece años en León (El profesional).

"El cisne blanco representa a alguien que actúa buscando corresponder a lo que los demás esperan de ella. El negro piensa en satisfacerse a sí misma", ha resumido la actriz. Y ella consigue dar la dimensión justa a toda la gama que va entre los dos colores hasta transmitir el verdadero terror de un personaje tan atrapado en la técnica que no conoce la pasión. "Supongo que tengo una herencia de la concepción rusa del drama, puesto que mi abuela era ruso-rumana", ha manifestado quien, para preparar el papel, entrenó durante más de un año -el proyecto comenzó a gestarse en 2002- y, en los últimos seis meses, dedicó a su forma física una media de cinco horas al día.

Una cinta al límite

Con Barbara Hersey como madre castradora, Winona Ryder como bailarina en decadencia y Vincent Cassel como magnético director de la compañía de danza, Aronofsky forma las piezas de un puzzle opresivo y angustioso en el que sólo hay una meta: la absoluta perfección del espectáculo.

Juntar un arte tan exigente con el horror psicológico emparenta esta cinta con títulos como, por ejemplo, La pianista, de Michael Haneke. Pero Aronofsky, si bien mueve su cámara con elegancia, apuesta por un lenguaje más explícito. "El mundo del ballet es extremadamente cerrado. Así como para otros proyectos sólo encuentras facilidades, cuando quisimos profundizar en él no nos devolvían las llamadas", ha recalcado.

Y, a pesar de que Black Swan es una cinta al límite, el coreógrafo de la cinta, Benjamin Millepied, ha asegurado que "todo lo que se ve en la película sucede de verdad en el mundo del ballet". Pero para el reducto de ficción, Aronofsky busca también la fatalidad de su protagonista. Si el luchador interpretado por Mickey Rourke en El luchador acababa condenado por su sino de perdedor, el personaje de Portman estará lejos de encontrar el equilibrio hasta desembocar en la psicosis más absoluta.

Y la película acaba siendo, justamente, una víctima más de ese descontrol. Aronofsky, acostumbrado a salir airoso de lo kafkiano en Pi o de lo psicotrópico en Réquiem por un sueño, da un paso en falso al bailar con el terror, que "posee" y desmelena el tercio final de Black Swan. Por eso, al terminar la proyección, la prensa también se ha encontrado atrapada entre dos extremos, el del aplauso y el abucheo, ante un filme igualmente esquizofrénico, al que seguirán 23 títulos más -uno de ellos todavía por desvelar- a la caza del León de Oro.

Mañana, el polifacético artista Julian Schnabel, con Miral, y el japonés Tran Anh Hung, con su mirada al libro Norwegian Wood, compondrán la jornada competitiva junto con la italiana La pecora nera, de Ascano Celentino.