Momento durante el partido. | Antonio Vázquez
Cádiz C.F.

Aún queda orgullo

El Cádiz sabe sufrir y acaba ganando un partido ante el Albacete después de estar con un jugador menos durante más de medio partido

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¿Por Tutatis! El Cádiz sacó ayer el partido ante el Albacete sino por aquel Dios de aquellos galos por cualquier otro al que se encomendase el conjunto amarillo. O tampoco hay que irse tan lejos. Más terrenal, a pie de campo, estaba un entrenador con el que el equipo ha congeniado hasta el punto de dejarse sobre el césped todo lo que antes se ahorraron con García Remón y Calderón.

Porque ayer el Cádiz mordía. No jugaba pero daba miedo. Los palos caídos esta semana sobre el vestuario tras el lamentable episodio escrito en Chapín surgieron efecto. Tocados en su orgullo y arengados por un nuevo entrenador predispuesto a brindarles su confianza, los jugadores cadistas salieron al césped de Carranza como once guerreros deseosos de demostrar que la vergüenza y el sacrificio son valores que todavía no se han perdidos en ese equipo. Y claro, con esta actitud, era muy fácil enganchar al batallón más importante: la afición, que una vez más volvió a estar imperial.

Para colmo, los Dioses se alinearon ayer con los de Procopio. Apenas había pasado un minuto cuando Miguel García se beneficiaba de un despeje en defensa para, tras controlar con la izquierda en la frontal, disparar con su pierna mala -la derecha- para batir a Jonathan.

Sin el uso de las armas el Cádiz ya sometía a su rival. Pero la batalla prometía ser larga y la artillería tendría que usarse en cantidades industriales. El primero en sacarla fue Contreras, que se hacía con el balón en un remate a bocajarro de Barkero un minuto después de que Miguel lograra el primero.

Fue el primer aviso de un rival que ayer dio claras muestra de porque se dirige a Segunda B. No se amilanó el Cádiz con el susto de Barkero. Le quedaba pólvora, al menos hasta que llegó la pérdida de un baluarte como César. Antes de que llegara la expulsión del vasco, los de Raúl Procopio hicieron su mejor fútbol. Con sencillez y sin alardes, llegaron varias jugadas trenzadas en donde que en la mayoría de los casos no encontraban rematador. La consigna era bien claro. Nada de complicaciones en el centro del campo y los pases al compañero más cercano y libre de marca. Así llegaron varias jugadas en las que Enrique y Cristian se asociaron con Bezares para llegar hasta la línea de fondo a base desdobles pero sin remate. También Dani y Natalio se mostraban participativos pero ayer no pudieron contar con Gustavo López, que se fue lesionado tras intentarlo sin éxito. Las cosas iban bien dentro del guión marcado por la sencillez pero en cuanto alguien se salía de él (Cristian y Miguel García pecaron a veces de virtuosos) el Albacete aprovechaba para crecerse.

El desgaste inicial pasó factura al equipo amarillo y fue perdiendo fuelle. Pasada la media hora, Fernando Morán aprovechó una prolongación aérea de Bauzá para colarse solo ante Contreras para que César lo derribara ganándose la expulsión. Barkero engañó a Contreras y Carranza empezaba a rezar.

Jugando con fuego

Con uno menos, Procopio jugó con fuego durante diez minutos en su intento de llegar al descanso sin hacer el cambio. El Albacete llegó en un par de ocasiones y la afición comenzaba a impacientarse con un equipo que estaba contra las cuerdas, débil y sin muestras de reacción. Gustavo López pidió el cambio y De la Cuesta ponía coherencia de nuevo devolviendo a Miguel García al centro del campo y enviando a Natalio a la banda izquierda.

Si en el primer tiempo el orden y las cualidades técnicas tuvieron poco protagonismo en su prolongación Carranza fue un manicomio. Convencido de su triunfo, el once amarillo salió al campo enrabietado. Sin importarle la inferioridad numérica y jaleados por un público de diez, el once cadista se lió la manta a la cabeza y fue a por la victoria de poder a poder. Los primeros minutos fueron de locura. Pero los primeros golpeos lo dieron los manchegos. Barkero de falta avisaba a los amarillos, Calandria confirmaba el peligro con otra llegada y Pablo García se colaba hasta la cocina para que su pase de la muerte fuera despejado por Enrique. Fue Natalio, con un disparo a la escuadra desviado a córner por Jonathan, quien despertó al equipo y, de paso, a la grada.

Espoleado por el desparpajo de Natalio, el Cádiz se fue con lo poco que tenía en busca del gol. Y llegó. Dani sacaba petróleo en el área manchega tras ser agarrado levemente por Noguerol. Penalti. Paz asumía la responsabilidad y se sacudía la presión con una ejecución propia de artistas. A lo Panenka. Ahí es nada.

Desde ahí hasta el final tocaba sufrir. El Cádiz volvía a remangarse el mono de trabajo y retrocedía a las trincheras para defender una renta escasa.

No tardó en pasar factura el desgaste. El Albacete no tenía más remedio que adelantar sus líneas y producto de ello llegaron dos disparos del recién salido Alustiza. Pero fue Peña el que por poco silencia se carga a más de uno en Carranza tras un certero cabezazo que Contreras se sacó de encima como pudo. Desde el mando de operaciones, Raúl Procopio inyectaba entusiasmo a la tropa con la entrada de un quinto como Dani Fornell. Metido en su campo, el Cádiz no hacía otra cosa que achicar balones. Con el estadio volcado, los de Procopio se defendieron como gato panza arriba y hasta Raúl López sacó bajo palos un balón muerto.

El pitido final daba descanso al cadismo y acababa con el sufrimiento de una afición que, tras comprobar que el equipo sabe luchar, acabó reconciliádose con él.