Nicholas Chamberlain, de 52 años, prelado de Grantham, al Noreste de Inglaterra, se convirtió el pasado viernes en el primer obispo anglicano que sale del armario
Nicholas Chamberlain, de 52 años, prelado de Grantham, al Noreste de Inglaterra, se convirtió el pasado viernes en el primer obispo anglicano que sale del armario - ABC

El primer obispo gay agudiza la crisis de la Iglesia Anglicana

El 49% de los británicos ya no profesan ninguna religión y la fe musulmana es la que más crece

Londres Actualizado: Guardar
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Isabel II –cabeza formal de la Iglesia de Inglaterra- y la nueva primera ministra, Theresa May, son dos fervorosas creyentes anglicanas. Pero su fe va camino de convertirse en una rareza en la Gran Bretaña actual. El 49% de la población reconoce que no profesa religión alguna y solo el 17% se declara anglicana.

El declive de la Iglesia de Inglaterra es tan acelerado que Lord Carey, ex arzobispo de Canterbury, advirtió el año pasado que se encuentra «a una sola generación de su extinción». Además, la sobrevuela la amenaza de cisma, que se ha agudizado después de que el pasado viernes un obispo anglicano se declarase por vez primera homosexual y con pareja.

Anteriormente, el sector conservador ya había criticado que las mujeres accediesen a la categoría episcopal.

Algunos discrepantes se pasaron entonces a la Iglesia Católica. Uno de cada diez curas católicos en Gran Bretaña es un antiguo pastor anglicano.

Nicholas Chamberlain, de 52 años, prelado de Grantham, al Noreste de Inglaterra, se convirtió el pasado viernes en el primer obispo anglicano que sale del armario. Lo hizo en una entrevista en el diario pro laborista «The Guardian», después de que un periódico dominical lo amenazase con revelarlo. «No era mi intención convertir mi salida en un gran tema», explicó Chamberlain, que alega que siempre se había mostrado abierto a hablar de su decantación sexual, bien conocida. El obispo de Grantham, graduado en Literatura y Teología y doctor en filosofía, vive en pareja con otro hombre, pero observando el celibato.

«Guerra civil»

La revelación de Chamberlain añade sal a la herida de la Iglesia de Inglaterra, envuelta en una guerra civil entre conservadores y progresistas, tendencia que hoy la comanda.

A comienzos de la pasada semana, antes del campanazo del obispo de Grantham, varias parroquias conservadoras se reunieron para plantar cara organizadamente al aperturismo de la cúpula en la situación de gays, lesbianas y transexuales en el clero. Esta semana se celebrará la cumbre de la conferencia episcopal, que se espera muy bronca y podría ser la semilla de un futuro cisma. La lucha dura ya dos años.

El obispo de Canterbury, Justin Welby, casado y padre de cinco hijos, antiguo ejecutivo en una firma petrolera, ha contado que conocía la situación personal de Chamberlain antes de promoverlo a obispo en noviembre. Welby alega que «su sexualidad es totalmente irrelevante» y que antes de nombrarlo estaba «plenamente advertido» de que era un homosexual con pareja. El líder espiritual de la Iglesia Anglicana explica que lo eligió por sus conocimientos y su buena labor en la diócesis de Lincoln.

La Iglesia Anglicana rechaza a día de hoy el matrimonio gay y también que sus clérigos homosexuales mantengan relaciones sexuales. Pero la presión crece en su seno. Ayer, catorce sacerdotes homosexuales –hombres y mujeres- que se han casado con sus parejas hicieron pública una carta a los obispos pidiéndoles que reconozcan el matrimonio entre personas del mismo sexo y poder oficiarlo. Enfrente, la influyente organización conservadora anglicana Gafcon acusa al arzobispo de Canterbury de apartarse de las enseñanzas bíblicas.

El progresista Justin Welby, que en la campaña de las elecciones de 2015 hizo unas recomendaciones pastorales que casi equivalían a pedir el voto para los laboristas, empezó siendo ortodoxo en temas de moral sexual, pero ha ido abriéndose a la causa gay. «Me consume el horror por cómo la Iglesia [de Inglaterra] ha tratado a lesbianas y homosexuales», comentó la semana pasada.

La Iglesia de Inglaterra

La Iglesia de Inglaterra nació en 1534, por una obcecación del rey Enrique VIII, que rompió con Roma para casarse de nuevo. Fue durante siglos una seña de la nación británica, pero su giro aperturista no parece que le esté funcionando.

Según los últimos datos, en solo dos años, de 2012 a 2014, perdió 1,7 millones de fieles, mientras el número de musulmanes crecía en 900.000 en el mismo período, con lo que son hoy la fe que más crece en el Reino Unido. Los anglicanos han pasado de ser en 2012 el 21% de los británicos creyentes al 17% en los últimos datos, con 8,6 millones.

Por el contrario, la religión católica, que supone el 8%, se mantiene, pues solo ha descendido dos puntos desde los ochenta, gracias especialmente a la inmigración polaca, italiana, española y sudamericana. Además los católicos acuden más a los oficios, solo el 29% dicen no ir nunca a la iglesia, frente a un 48% de los anglicanos. En el Reino Unido hay actualmente casi cinco millones de musulmanes sobre una población de 64,1 millones de habitantes.

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