El Papa imparte la bendición «Urbi et Orbi» en El Vaticano
El Papa imparte la bendición «Urbi et Orbi» en El Vaticano - EFE
«URBI ET ORBI»

El Papa reza por Siria, Venezuela y la violencia doméstica

Francisco ha rogado «por quienes se ven obligados a dejar la propia tierra a causa de los conflictos armados»

CORRESPONSAL EN EL VATICANO Actualizado: Guardar
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El mensaje del Papa al mundo antes de impartir la bendición «Urbi et Orbi» menciona siempre los puntos de dolor, y en este Domingo de Resurrección, los más destacados han sido Siria —donde la crueldad resulta estremecedora—, Venezuela, y los países devastados por guerras y bombardeos.

El Santo Padre ha pedido «que el Señor sostenga en modo particular los esfuerzos de cuantos trabajan activamente para llevar alivio y consuelo a la población civil de Siria, víctima de una guerra que no cesa de sembrar horror y muerte».

Mencionando el ejemplo más reciente, ha hecho notar que «ha sucedido tan solo ayer el último innoble ataque a refugiados en fuga, que ha provocado numerosos muertos y heridos». Del mismo modo ha implorado «la paz a todo el Oriente Medio, especialmente a Tierra Santa, como también a Irak y a Yemen».

En una clara referencia a Venezuela, Francisco ha rogado por «los esfuerzos de quienes, especialmente en América Latina, se comprometen en favor del bien común de las sociedades, tantas veces marcadas por tensiones políticas y sociales, que en algunos casos son sofocadas con la violencia».

No era necesario dar más detalles, sobre todo cuando ha añadido la petición de «que se construyan puentes de diálogo, perseverando en la lucha contra la plaga de la corrupción. y en la búsqueda de válidas soluciones pacíficas ante las controversias, para el progreso y la consolidación de las instituciones democráticas, en el pleno respeto del estado de derecho».

Aunque, salvo en el caso de Ucrania, la situación es pacifica, el Santo Padre ha pedido «que el Señor Resucitado, que no cesa de bendecir al continente europeo, dé esperanza a cuantos atraviesan momentos de dificultad, especialmente a causa de la gran falta de trabajo sobre todo para los jóvenes».

Abordando un problema angustioso en las últimas semanas, Francisco ha rogado «por quienes se ven obligados a dejar la propia tierra a causa de los conflictos armados, de los ataques terroristas, de las carestías, de los regímenes opresivos».

Y también que «esos emigrantes forzosos encuentren en todas partes hermanos, que compartan con ellos el pan y la esperanza en el camino común». Una ayuda que es necesario prestar igualmente a «las víctimas de antiguas y nuevas esclavitudes: trabajos inhumanos, tráficos ilícitos, explotación y discriminación, graves dependencias».

Refiriéndose al problema de violencia doméstica, que se da también en países desarrollados, el Papa ha rezado por «quien tiene el corazón herido por las violencias que padece dentro de los muros de su propia casa».

En conjunto, el cuadro presentaba más sombras que luces, pero el mensaje de Francisco era esperanzador pues invitada a implorar vías de salida confiando en el Señor Resucitado.

También ha mostrado satisfacción por la hermosa coincidencia de que «este año los cristianos de todas las confesiones celebramos juntos la Pascua. Resuena así a una sola voz en toda la tierra el anuncio más hermoso: ‘Era verdad, ha resucitado el Señor’. Él, que ha vencido las tinieblas del pecado y de la muerte, dé paz a nuestros días. ¡Feliz Pascua!».

Aunque las decenas de miles de fieles habían sufrido un chubasco inoportuno poco antes del comienzo de la misa, la lluvia dio enseguida tregua y el sol volvió pronto a brillar en una plaza de San Pedro adornada con más de 35.000 flores regaladas por católicos holandeses. Era una imagen visible de alegría, en la fiesta más grande del año.

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