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El Papa, a su llegada a San Cristóbal de las Casas en Chiapas para celebrar una multitudinaria misa - Reuters

El Papa denuncia en Chiapas la exclusión de los indígenas

Asegura que «no podemos hacernos los sordos ante la mayor crisis medioambiental de la historia»

Enviado Especial a San Cristóbal de las Casas Actualizado: Guardar
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En su gran encuentro con el pueblo indígena en San Cristóbal de las Casas, el Papa Francisco ha advertido seriamente el lunes a todo el planeta que «ya no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia».

En su homilía para más cien mil fieles indígenas en el corazón del estado meridional de Chiapas, el Papa les manifestó respeto, pues «ustedes tienen mucho que enseñarnos. Sus pueblos saben relacionarse con la naturaleza, a la que respetan como fuente de alimento, casa común y altar compartido humano».

Le escuchaban en silencio, igual que le habían recibido sin estrépito, según su modo de ser. Pero le impresionaban con la variedad de sus rostros niños, mujeres y hombres campesinos, curtidos por el sol cegador de estas alturas, y por la belleza de sus vestidos tradicionales.

Sin necesidad de mencionar los dramas, Francisco había comenzado sus palabras pidiendo que «la injusticia sea vencida por la generosidad, y la violencia sea callada por la paz».

Aplicaba el relato épico del Éxodo, la liberación del pueblo judío, a la situación contemporánea, reconociendo a sus oyentes «el anhelo de vivir en libertad». Pero enseguida pasó a referirse al medio ambiente, afirmando que «la creación también sabe levantar su voz», y nos habla a través de «los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes».

Por eso denunció que «entre los pobres más abandonados y maltratados está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto». Su homilía recordaba tanto la encíclica «Laudato si», como el gran discurso pronunciado el pasado año ante la Asamblea General de Naciones Unidas.

«Excluidos de la sociedad»

Después de alertar sobre la salud del planeta, volvió a referirse a los problemas de marginación humana, reconociendo ante los indígenas que «sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad», pues «algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones».

A su vez, «otros, marcados por el poder, el dinero y las leyes del mercado los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza!». En tono serio, afirmó «qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón! ¡Perdón, hermano!».

Las víctimas pueden contribuir a la solución si los poderosos, que han provocado los desequilibrios, saben descubrir, aunque sea tarde, el valor de su ejemplo. Según el Papa, «el mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, les necesita a ustedes».

Los jóvenes necesitan aprender de los indígenas su respeto a la sabiduría de los ancianos, para no dejarse dominar «por una cultura que intenta suprimir todas las riquezas y características diversas en pos de un mundo homogéneo».

Esa cultura dominante y uniformadora, intenta silenciar no solo a los indígenas sino también el sentimiento religioso general. En ese cuadro, el Papa denunció que «de muchas maneras han intentado anestesiarnos el alma, de muchas formas han pretendido aletargar y adormecer la vida de nuestros niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar, o de que son sueños imposibles».

Principales etnias

Los indígenas le escuchaban en un respetuoso silencio. En llamativo contraste con la Ciudad de México, le habían recibido con aplausos moderados, ya que su estilo no es en absoluto ruidoso.

Más que los gritos de la multitud, lo que resonaba en el estadio municipal de San Cristóbal de las Casas era la voz del presentador por los altavoces, saludando en nombre de la decena de principales etnias presentes: ch’ol, tzotzil, tzeltal, chiché…

Sus saludos, en esos idiomas y en español, eran la expresión de la iglesia de Chiapas, con eslóganes como «El pueblo camina con ‘Tatik’ Samuel y Francisco que nos anima». «Tatik» significa «padre» en tzotzil, y así llamaban al obispo Samuel Ruiz. Las referencias al Papa eran, igualmente, «Tatik Francisco».

Le habían dado la bienvenida como el Papa «de la paz», «de la justicia», «de la libertad», «de la lucha», «de los pobres»… y le homenajeaban con melodías tradicionales interpretadas en grandes xilófonos por indígenas ataviadas con vestidos de colores vivísimos.

El canto de entrada al comienzo de la misa era poético y conmovedor: «Iglesia sencilla, semilla del reino, corazón del pueblo…». El inmenso retablo representaba la catedral de San Cristóbal de las casas, y el presbiterio estaba decorado con docenas de estatuas de animales salvajes y pájaros exóticos. Poco más allá, las montañas de un verde vivísimo aportaban un retablo todavía más grandioso.

La cruz maya

Todo era bellísimo, incluidos los ornamentos litúrgicos indígenas. En la mitra del Papa figuraba la cruz maya, sobre las estrellas, y en su casulla habían bordado en vertical las formas geométricas del «número sagrado» antiguo de estos pueblos que es el trece.

El Papa utilizó el idioma local para las primeras y últimas palabras de su homilía, en la que cito también uno de sus libros tradicionales, el Popol Vuh: «El alba sobrevino sobre todas las tribus juntas».

Al final de la homilía, un representando de los indígenas le dio las gracias en su idioma nativo: «Aunque muchas personas nos desprecian, tu has venido a visitarnos, y nos has tomado en cuenta, como la Virgen de Guadalupe a San Juan Dieguito».

Pero, sobre todo, le dijo: «Muchas gracias, Tatik, por autorizar nuevamente el cargo de diaconado permanente indígena, con su propia cultura, y haber aprobado el uso en la liturgia de nuestros idiomas. Queremos escuchar a Dios y hablarle en nuestro propio idioma».

Era uno de los regalos que el Papa había traído. Oficializar el tipo de evangelización que ya se vive en estas tierras, apoyada en la cultura local. En esa línea, después de darle las gracias, el representante indígena le aseguro que «estamos unidos con el Corazón del Cielo y Corazón de la Tierra, como nuestros antepasados llamaban a Dios, como dice el Popol Vuh, con un solo corazón con los árboles, flores, animales, plantas silvestres, agua y manantiales, porque creemos en un solo Padre y Madre Dios».

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