Vista de Madrid con la 'boina' de contaminación el pasado 13 de noviembre
Vista de Madrid con la 'boina' de contaminación el pasado 13 de noviembre - Efe

La masa de aire polar que llegará el sábado a la Península limpiará el aire

El viento dispersa el dióxido de nitrógeno y la lluvia «arrastra» las partículas

Madrid Actualizado: Guardar
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El aumento de la inestabilidad atmosférica ayudará a mejorar notablemente la calidad del aire de las zonas afectadas por la contaminación, en especial, del área metropolitana de Madrid, que ha sufrido en las últimas semanas picos de contaminación atmosférica por encima de los límites tolerables para la salud. ¿Cómo? De dos formas; por un lado, la lluvia ayuda a «lavar» las partículas contaminantes que salen de los tubos de escape, y por otra, el viento actúa dispersando el dióxido de nitrógeno.

El dióxido de nitrógeno es más denso que el aire, por lo que cuando el aire se calienta durante el día, éste se eleva; en cambio, cuando el aire se enfría, por ejemplo, por la noche, el dióxido de nitrógeno vuelve a situarse a un nivel donde nos hace daño, explica a ABC Paco Segura, portavoz de Ecologistas en Acción.

«Por eso no suelen coincidir los momentos de máxima circulación de vehículos con los picos en la contaminación atmosférica», matiza.

Cuando aparece el viento, éste provoca que las corrientes verticales se rompan y desplaza o dispersa el dióxido de nitrógeno. De ahí que la situación de estabilidad anticiclónica que ha imperado en las dos últimas semanas haya disparado los niveles de contaminación atmosférica en una ciudad como Madrid, donde se producen más de 2,5 millones de desplazamientos en coche diarios. «En Madrid, solo con dos días en que no hay corrientes de viento ya se carga la atmósfera», explican desde Ecologistas en Acción.

El dióxido de nitrógeno no desaparece sino que se desplaza o se transforma. Cuando hay una insolación muy fuerte se produce una reacción fotoquímica del dióxido de nitrógeno que da lugar al ozono. Esto ocurre solo entre mayo y septiembre, cuando esa insolación es mayo. «Cuando en Madrid en verano sopla brisa, nos encontramos con picos de ozono en ciudades cercanas a la capital, como Guadalajara y Toledo», dice Segura.

La lluvia, por su parte, actúa arrastrando las partículas en suspensión, el hollín que sale de los tubos de escape, y que acabará en nuestros cursos de agua. Las precipitaciones también acaban rompiendo esas corrientes verticales y «arrastrando» esas partículas al suelo. Según los expertos en contaminación urbana, para que la lluvia tenga un efecto importante en la limpieza de partículas son necesarios más de 2 litros por metro cuadrado.

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