Francisco se conmueve ante las presas que piden perdón por sus delitos

Centenares de madres presentan sus hijos al Papa

El Papa Francisco saluda a las reclusas EFE

JUAN VICENTE BOO

El momento más emotivo de la primera jornada del Papa en Chile ha sido su encuentro con más de cuatrocientas internas en una cárcel de mujeres, en su mayoría jóvenes, que llevaban en sus brazos a hijos menores de dos años, pues a partir de esa edad ya no pueden tenerlos en el penitenciario. La separación es el momento más duro de sus condenas.

El Santo Padre fue recibido a las puertas del Centro Penitenciario Femenino por casi una docena de reclusas con niños pequeños, y conversó con ellas sin prisa . La última era una mujer embrazada. El Papa bendijo con la señal de la Cruz al niño que nacerá y después puso su mano sobre la barriguita, en gesto de bendición y saludo.

Tanto el exterior como el interior de la cárcel estaban decoradas con cintas que repiten frases del Santo Padre a los presos en las frecuentes visitas a prisiones que hace por un motivo muy sencillo: «En el capítulo 25 del Evangelio de san Mateo, Jesús dice a los de su derecha: ‘estaba en la cárcel y vinisteis a verme’. Es una obra de misericordia y una materia del juicio final».

Su entrada en el polideportivo del penal femenino, engalanado con todo cariño a lo largo de los últimos meses, ha sido como el estallido de una fiesta. Francisco ha besado a docenas de chiquillos que le ofrecían las internas de las primeras filas mientras la mayor parte de sus compañeras se desataban en lágrimas. La presidenta Michelle Bachelet asistía emocionada en la primera fila a uno de los encuentros más emotivos del final de su mandato.

En nombre de las presas, Janeth Zurita, una reclusa muy joven a punto de terminar su condena por tráfico de droga, ha explicado al Santo Padre que sus condenas afectan también a sus hijos «que se quedan sin madre». Ha contado también el dolor de compañeras cuando sus hijos sufren abusos o son asesinados.

Al mismo tiempo, Janeth ha pedido « perdón a todos los que hemos herido por nuestro delito. Sabemos que Dios nos perdona, pero pedimos que la sociedad también nos perdone». El Papa se conmovió, les habló de dignidad y les animó al esfuerzo por la reinserción.

Las internas han cantado a Francisco una canción compuesta por ellas: «Soy un ave enjaulada, con un dolor escondido y con mis alas quebradas, te recibo Papa mío».

Al final, le regalaron una caja de madera hecha por ellas que contiene un libro con historias de compañeras de todo el país. Son muy personales, y emocionarán a Francisco, un Papa que llama por teléfono casi todas las semanas a alguna cárcel para dar esperanza y ánimo a personas en espera de reinserción.

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