Estos investigadores fueron los responsables de trabajar con la sangre de los infectados españoles
Estos investigadores fueron los responsables de trabajar con la sangre de los infectados españoles - de San Bernardo
ébola en españa

España, más preparada frente a futuras epidemias

Un año después de la llegada del ébola a España, ABC visita el laboratorio de alta seguridad biológica que analizó las muestras del temible virus y que trabaja hoy con los patógenos más letales

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Todos los países de la Tierra han sufrido al menos una epidemia infecciosa desde el año 2000, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Espoleados por las malas condiciones sanitarias y en ocasiones acelerados por el contacto con algunos animales, los virus y las bacterias pueden convertirse en fuerzas devastadoras capaces de desestabilizar a sistemas sanitarios debilitados, como si se tratara de catástrofes naturales. Además, si bien estos brotes infecciosos proceden de «puntos calientes», en cuestión de solo unas pocas horas pueden viajar de una punta del globo a la otra y convertirse en un problema para la salud mundial.

Por eso, la velocidad con la que los sistemas sanitarios detectan la aparición de nuevas amenazas es crucial.

En España, un país donde cada año miles de viajeros llegan procedentes de estos puntos calientes y que además está a las puertas de África, esto es especialmente importante. Para ello cuenta con un laboratorio de alta seguridad biológica de nivel 3 (P3) en el Centro Nacional de Microbiología (CNM), que pertenece al Instituto de Salud Carlos III. Su cometido es trabajar con microorganismos que causan enfermedades graves, que suponen un serio peligro para los trabajadores y que podrían extenderse por el país. De hecho, hace un año este centro fue el encargado de diagnosticar a los tres españoles infectados por ébola y de trabajar con las muestras de otras 60 personas que entonces se creía que podían estar contagiadas, pero en ese laboratorio tambié se ha trabajado con otros peligrosos microbios, como los causantes del carbunco, la difteria o el MERS.

«Es muy probable que en el futuro haya nuevas alertas, pero ahora tenemos más experiencia y estamos mejor preparados», explicó ayer Manuel Cuenca, director del CNM, en Madrid, en una jornada de puertas abiertas para los medios. Según añadió: «Desde que comenzó el brote de ébola se han hecho 20 actualizaciones de los procedimientos. Todo el trabajo realizado ha permitido mejorar en todos los niveles, como el control de los viajeros, el manejo con las muestras o el tratamiento de los enfermos».

Los casos españoles

Esto fue crucial en España hace un año, cuando se conoció la noticia de que Miguel Pajares, el misionero español, había sido aislado en un hospital de Liberia por mostrar síntomas de ébola. El contagio posterior de Manuel García Viejo y, sobre todo, la infección de una de las auxiliares de enfermería que le trató, Teresa Romero, obligaron a las autoridades y a los científicos a hacer un seguimiento de las personas susceptibles de haberse contagiado con el virus ébola, lo que supuso la obligación de manipular muestras de una alta peligrosidad.

Cuando esto ocurre, tal como explica Pedro Anda, responsable de la Coordinación de Alertas del CNM, el primer paso es inactivar las muestras de sangre de los pacientes que pueden estar infectados. Esto consiste en «matar» al patógeno usando una sustancia llamada AVL y que ataca a las proteínas de los virus, de forma que estos pierden su capacidad de infección al tiempo que conservan su material genético. Tal como ocurrió en el caso del ébola, esto ha de hacerse en un laboratorio P3 cuando los microorganismos son muy peligrosos. Y, una vez que estos patógenos pierden su capacidad de dañar, a continuación se envían las muestras, ya inocuas, a laboratorios de menor nivel de bioseguridad, en los que se extrae el material genético de los microorganismos para averiguar si hay virus en la muestra o no.

La vanguardia de este proceso está formada por la Unidad de Alertas, que es la parte del equipo del CNM que trabaja en el laboratorio P3. Isabel Jado es una de las integrantes de este grupo, y fue una de las encargadas de analizar las muestras de sangre de Teresa Romero y de Miguel Pajares: «Estábamos acostumbrados a trabajar con muestras peligrosas, pero aquello fue un momento histórico. Para mí lo más impactante fue ver la repercusión que tuvo en los medios», confesó ayer.

A pesar de su tranquilidad, lo cierto es que todo el proceso de manipulación está rodeado de medidas extremas de seguridad. En primer lugar, las muestras llegan a través de un transporte especial y rodeadas por dos estuches. Cuando llegan al laboratorio P3, los científicos las manipulan con mucha cautela y siguiendo a rajatabla los protocolos de seguridad.

Medidas de contención

Entre otras cosas, los investigadores mueven las muestras sobre carretillas para evitar un tropezón y una posible rotura de los envases. Tal como explicó Pablo Martínez, responsable de bioseguridad del P3, lo hacen en el interior de un recinto separado del exterior a través de dobles compuertas y en el que la atmósfera tiene menos presión que en el exterior, de forma que el aire tiende a entrar y no a salir, para minimizar el riesgo de fugas. Además, ningún objeto que entra en el laboratorio sale sin haber sido desinfectado con productos químicos. También se recurre a un autoclave, un aparato similar a una «olla exprés» que desinfecta con vapor a presión. Incluso todos los líquidos son tratados antes de llegar al desagüe: hasta el agua de los lavabos sufre un complejo tratamiento de desinfección a través de alta presión y productos químicos.

Los investigadores creen que es cuestión de tiempo que se produzcan más alertas, y que se entre en contacto con microorganismos desconocidos y peligrosos. A la espera de que se instale o no un laboratorio aún más sofisticado, un P4, que permitiría acelerar el proceso de diagnóstico y hacer más investigaciones, el equipo del P3 dice estar preparado para lo que pueda llegar.

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