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¿Afecta la pobreza al rendimiento académico de los niños?

Según un estudio del MIT, la corteza cerebral es distinta en los menores procedentes de familias con mayor poder adquisitivo

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Según una investigación llevada a cabo por el MIT y la Universidad de Harvard, el cerebro de los niños cambia en función del entorno en el que viven. De hecho, aquellos menores que se han desarrollado en un ambiente económico estable presentan un rendimiento académico notablemente mayor que los procedentes de los denominados colectivos «en riesgo de exclusión». ¿Tiene sentido este argumento?

Según el estudio del MIT [que puedes leer aquí], las diferencias entre los menores criados en entornos tan dispares pueden apreciarse, también, a nivel cerebral. «Los niños con mayor poder adquisitivo tienen córtices cerebrales más gruesos en aquellas zonas asociadas con la percepción visual y la acumulación de conocimientos», reza la investigación. Tal y como apunta el MIT, aquellos menores criados en el seno de familias que gozen de cierta holgura económica «serán más proclives a aprender y a hacer mayor uso de sus capacidades» que aquellos en cuyos hogares las preocupaciones en lo relativo al dinero sean constantes.

Rebeca Cordero, directora académica de Educación y Desarrollo Profesional de la Universidad Europea, se muestra de acuerdo con la investigación y subraya que, en efecto, «los niños criados en entornos en riesgo de exclusión presentan mayores dificultades de aprendizaje, así como problemas a la hora de acceder al mercado laboral. Todo esto viene marcado, en gran medida, por el contexto en el que han crecido». La situación familiar, dice la experta, es crucial para el buen desarrollo académico del niño. «Aquellas familias cuyo poder adquisitivo sea más elevado contarán, en la mayoría de los casos, con progenitores más formados. Además, el núcleo familiar gozará de mayores recursos y, probablemente, los niños acudirán a colegios privados donde encontrarán amigos en situaciones similares».

Dos entornos, distintas necesidades

Esto no significa, en palabras de Rebeca Cordero, que los niños criados en ambientes acomodados tengan que tener por norma un expediente brillante. «Siempre habrá personas dentro de este colectivo que ni siquiera terminarán sus estudios o que, si lo hacen, tendrán un expediente más bien mediocre». Sin embargo, la profesora reconoce que el número de casos «siempre será menor en este sector que en entornos más desfavorecidos».

Del mismo modo, Cordero subraya cómo son numerosos los casos de personas que, a pesar de contar con pocos o nulos recursos, sí han logrado convertirse en algunas de las mentes más brillantes del planeta. «Proceder de un ambiente más desfavorecido no tiene por qué evitar a nadie lograr sus metas, aunque sí lo pone más difícil. Las personas procedentes de entornos sin recursos se esfuerzan y se sacrifican a diario aunque lo cierto es que, por norma, este esfuerzo está enfocado a sus necesidades más vitales. Si tu problema es sobrevivir o llevarte algo de comida a la boca lo lógico es que destines todos tus recursos a lograrlo y que, en consecuencia, la formación quede en un segundo plano».

El peligro de ser etiquetado

Aunque el contexto social juega un papel importante en el desarrollo académico del menor, Rebeca Cordero nos advierte de la urgente necesidad de evitar la estigmatización de los colectivos con menos recursos: «Los individuos en sociedad sufren al ser 'etiquetados'. Si piensas que por ser de clase baja no conseguirás ciertas cosas jamás lucharás por ellas. Además, esa afirmación no es cierta. Nadie puede crecer con esa filosofía, debemos luchar por lo que queremos e intentar conseguirlo aunque no siempre podamos lograrlo».

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