IX CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA

El Congreso de la Lengua muestra las leyes de una explosión de libertad llamada Carnaval

Susana Ginesta, Yuyu, Alberto Ramos y David Medina dan rigor, y diversión, a una mesa llamada 'La creatividad lingüística y literaria de los carnavales'

Andrés G. Latorre

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Que el Carnaval en la ciudad de Cádiz es algo muy serio nadie se atreve a discutirlo. Cualquier asunto, por grave que sea, puede ser tomado a chufla en la capital excepto su fiesta mayor, que en la última jornada del IX Congreso Internacional de la Lengua Española, fue protagonista en varias de las mesas. Una de ellas fue la que tuvo lugar este jueves 30 de marzo en la Facultad de Medicina, que consiguió unir a académicos y carnavaleros y que estuvo presidida por el rector de la Universidad de Cádiz, Francisco Piniella. El encuentro, 'La creatividad lingüística y literaria de los carnavales', unió reflexión literaria, recopilación histórica y buenas dosis de humor.

El catedrático Alberto Ramos, especialista de la UCA en la historia e idiosincrasia de la ciudad, comenzó tomando prestadas unas palabras de Ramón Solís, en las que enunciaba que lo más importante del Carnaval es la «intención». Él añadió que el Carnaval es, fundamentalmente, un acto de libertad. Y como característica propia añadió «el sentido del humor», que lo distingue de carnavales como el de Río de Janeiro. Aquí, hizo una diferenciación entre la alegría y el humor, que definió como la capacidad humana de ser irónico y ser objeto de la ironía. Como elemento mollar del Carnaval gaditano, Ramos Santana indicó el de la «creatividad», que lleva al Carnaval de Cádiz a no repetir ni música ni letra.

El especialista reivindicó la figura del autor «capaz de coger una idea y transmitírsela al público en general«, contagiando al espectdor de su sentir. Los recursos lingüísticos y el particular acento serían las llaves maestras para transmitir ese arcano que es el carnaval gaditano al mundo. Al igual que hizo la concejala de Cultura, Lola Cazalilla, en su exposición de la mañana, reivindicó el uso de los trabalenguas en la creatividad carnavalera.

La maravillosa poca vergüenza del Carnaval

Ramos Santana, con modestia, pasó la palabra a un serio José Guerrero Roldán, 'Yuyu', que resumió la creatividad carnavalera como un acto «en el que se empaquetan las palabras, como quien empaqueta magdalenas». Hizo una estimación del nivel de letras que puede dar el Carnaval de Cádiz, situándolas en unas 10.000 al año.

Guerrero (perdón, Yuyu), sacó a colación el problema de la censura y del doble sentido. Recordó una copla eufemística de Los Cristaleros, bastante evidente, que arrancó los aplausos del público. «Hoy se puede decir todo y eso ha provocado que se pierda el doble sentido». Respecto a las coplas actuales, sí concedió el antiguo chirigotero la capacidad de los autores de «resumir historias, hay quien necesita seis tomos para hablarte de la Segunda Guerra Mundial y aquí lo podemos contar en 18 líneas«.

En su análisis, Yuyu sacó a colación la rima como una de las argamasas del Carnaval. En especial, cuando la rima no existe y se inventa «como 'Rafael Alberti, el poeta del Puerti', me parece de una poca vergüenza maravillosa«. »Yo creo que el carnaval es un arma maravillosa para enseñar lengua y música, para enseñar sintaxis, rimas, narrativa... y en el aspecto musical, ni te digo«.

Carnaval de Cádiz como arma de cambio social

La voz femenina de la sesión la puso Susana Ginesta, alma mater de las Cadiwoman. Ginesta apostó, en su visión del Carnaval, por destacar su capacidad para «lograr cambios sociales«. Explicó la figura de la creación del personaje, «que te dice más cosas de las que expresa verbalmente». El personaje, por sí solo, ya va determinando las figuras retóricas que le acompañarán y qué tipo de lenguaje empleará. «Unos personajes que a veces son antagónicos contigo, con el propio creador».

Desde su experiencia con las Cadiwoman, reivindicó también el «lenguaje de lo invisible«. »Descubrimos que podíamos hablar de realidades que parecía que no existían, que no sonaban, como el parto, la regla, el techo de cristal o la maternidad«. En esos invisibles, también habló del silencio «como signo lingüístico», como la posibilidad de dar espacio a la copla para darle «seguridad a lo que hacemos». La tercera parte de lo que expuso se basó en el «humor y poder«, porque »quien tiene el poder, ostenta el uso del lenguaje« y es algo que, propugnó, debe combatirse desde las coplas.

Los trucos del buen chirigotero

David Medina fue quien cerró el turno de intervenciones. Conocido, entre otras cosas, por ser una de las voces del Showmancero, reivindicó también el Carnaval más allá de Cádiz, en especial, el que se produce en otras regiones de Iberoamérica. Dividió las agrupaciones en dos «aquellas que son de coplas y aquellas cuyo fin es la música y el baile». Dentro de los carnavales que tocan la copla, «siempre generalizando mucho, están las de carácter crítico, las de carácter poético y las de carácter humorístico, cada una con sus recursos diferentes».

Medina puso el acento en el humor como un recurso que emplea el gaditano «a diario» y defendió que «los gaditanos somos los principales creadores de humor del mundo, sobre todo porque ese uso del humor nos pone en una posición elevada en nuestra sociedad». Ese recurso artístico «tenemos la manera de explotarlo en ese caldo de cultivo que es el carnaval, donde todas las agrupaciones tienen la obligación de hacer reír».

En un repaso por las estrategias para hacer reír, Medina desgranó la «búsqueda del error fonético, como cuando decimos Gorgue, drogaína, trompezón...«. Otra forma sería el error morfológico por falta de concordancia, que va preparando el remate del chiste. Siguió con el juego de palabras, gozar con la polisemia. La anticipación y las rimas forzadas no faltaron en el análisis de Medina. Ramos Santana, en el autorreconocido papel de poli malo, lo apremió para terminar, así que el autor del showmancero buscó rematar por alto. Y lo hizo reivindicando el uso de lo escatológico, lo grosero y lo políticamente incorrecto como elementos de humor reproduciendo un cuplé de la chirigota 'Cádiz en salsa' que aquí no trascribiremos por la pacatería del periodista.

Llegado el turno de preguntas se les cuestionó, en especial a Ramos Santana y a Medina, por lo que significa la Escuela de Carnaval. Medina hizo una reivindicación de las posibilidades de esta manifestación cultural, «era necesario que desde la Universidad se le diera este espacio, donde están participando los grandes y las grandes autoras».

Uso del lenguaje en la calle

Preguntados por si el lenguaje de la calle era distinto al del Teatro, Yuyu fue claro «creo que lo que cambia es el público, una agrupación que guste en el teatro seguro que gusta en la calle, pero una que guste en la calle no tiene por qué gustar en el teatro«. »En la calle no pierdes el tiempo en criticar, si algo no te gusta, te vas«. »Yo si hiciera una agrupación para la calle, haría lo mismo que en el Falla«.

A la misma pregunta, Ginesta indicó que en la calle «el repertorio está vivo« frente al mayor encorsetamiento del teatro. »Para mí el Falla es un límite creativo«, »sí lo es, el Falla es un coñazo«, apostilló Yuyu, que muy serio, pero introduciendo bromas, confesó que «el Falla se sufre, en el teatro rara vez se disfruta».

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