«Creedme»: ¿el secreto (del éxito) está en el morbo?

La ficción que relata de Marie, una adolescente que fue acusada de denunciar falsamente haber sido violada, se ha convertido en una de las sorpresas de la temporada tanto por su éxito entre la audiencia como por su reconocimiento en las nominaciones de grandes premios como los Globos de Oro

Kaitlyn Dever protagoniza la docuserie que repasa el reportaje que les valió el Premio Pulitzer a los periodistas T. Christian Miller y Ken Armstrong NETFLIX

Lorena López

Eran las 7.52 de la mañana cuando sonó el teléfono de Nattlie. Era su vecina de abajo, Marie Alder , otra chica de Project Ladder, una iniciativa que ayudaba a jóvenes con infancias y adolescencias problemáticas a conseguir su primer hogar. Estaba asustada. Habían entrado en su casa y la habían violado. Sin soltar el móvil, la joven bajó corriendo al apartamento de su amiga, desde allí contactó con el 911 para pedir ayuda. Con esa llamada telefónica comenzó el calvario de Marie, el mismo que retrataron los periodistas T. Christian Miller y Ken Armstrong en un reportaje que les valió el Premio Pulitzer, que después se convirtió en un libro y que ahora le ha traído a Netflix unas cuantas nominaciones de grandes premios como los Globos de Oro por la miniserie «Creedme» .

Ocho capítulos que resumen las más de trescientas páginas que detallan cómo el entorno de Marie Alder la señaló y la acusó (tras largas sesiones de interrogatorios) de inventarse una violación que sí había ocurrido. Nadie la creía, ni siquiera ella misma, que terminó por dar la razón a los que la habían acusado de mentir. Una historia que o atrapa y hace que se devore o produce una sensación de repudio e incapacidad de procesar las vivencias que relata. Y parece que la sociedad actual es más de la primera opción.

El «true-crime» está de moda , y no hay género que saque más jugo al morbo que él. Pero, ¿el secreto (del éxito) está en el morbo? Las ficciones que aparecen en esta casilla no triunfan solo por pertenecer a este género, pero sí es cierto que «el morbo» se ha convertido en un gran reclamo. Siempre nos ha interesado conocer los detalles que rodean algo tan desconocido como la muerte, más aún si hay detalles escabrosos escondidos. Esto, sumado a la calidad de los últimos proyectos del «true crime», han hecho del género una apuesta casi segura.

«Creedme» es solo un ejemplo de la larga lista de ficciones de estas características que ha protagonizado los debates de cualquier reunión de amigos con suscripción a alguna de las principales plataformas de streaming. «Así nos ven» o cualquiera de las entregas de «American Crime Story» podrían sumarse a ella. Al igual que «Mindhunter», «Chernobyl» o «En el corredor de la muerte», las cuales, pese a no pertenecer al género, beben (a raudales) de él.

Pero si la conversación versa sobre el «true-crime» a quien hay que mencionar es a las miniseries documentales que han llegado a los catálogos para mostrar la cara más oscura de la humanidad, como «Making a murderer», «I am killer» o «Wild wild country». Y estas también hablan español. Hace apenas unos meses vimos cómo se cerraban cabos sueltos en «El caso Alcàsser», hito que también intentó conseguir «Operación Nenúfar», la docuserie que trató de esclarecer lo que le sucedió a Asunta Basterra Porto. Pero para esto no necesitamos la influencia de lo que «se lleva» al otro lado del charco. En España ya disfrutamos de estas historias en la década de los ochenta con «La huella de un crimen».

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