Las nominadas al Oscar a mejor película y qué dice de ellas la crítica de ABC

Este domingo se celebra la 93 edición de los Oscar, y en ABC repasamos las críticas de las favoritas

Fotograma de 'Una joven prometedora', que opta a cinco Oscar, incluido mejor película, directora, actriz protagonista y guion original

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Con la gala de los Oscar en el horizonte de este domingo 25 de abril (madrugada al lunes en España), ABC recopila las críticas de las nominadas a mejor película en los Oscar 2021 . 'El padre', 'Judas y el mesías negro', 'Mank', 'Minari. Historia de mi familia, 'Nomadland', 'Una joven prometedora', 'Sound of Metal' y 'El juicio de los 7 de Chicago' son las ocho candidatas para levantar el principal Oscar de la ceremonia. Una fiesta del cine que será presencial, ya que los organizadores no quieren hacer una gala telemática .

1

'El padre': Un inmenso Hopkins esculpe el tiempo entre visillos de la senilidad

Con apenas cuarenta años, el francés Florian Zeller , autor teatral de éxito mundial, ha conseguido un envase perfecto al cine de su obra más importante, « El padre », con dos movimientos imprescindibles para ello: un maravilloso y milimétrico guion que ha hecho él mismo junto a Christopher Hampton , y una interpretación sublime que le ha encargado a un actor cuyo talento y rostro han sabido encontrar todas las palancas para mover y expresar la complejidad del interior de su personaje, Anthony Hopkins , en la que es la mejor interpretación que se ha visto nunca del contacto disperso, ocasional y caprichoso con la realidad de un anciano que vive entre los visillos, cortinajes y persianas de la demencia senil.

Zeller nunca saca su cámara del interior de la cabeza del personaje; es decir, que sitúa la mirada del espectador en el mismo lugar que la de Anthony Hopkins, y ambos padecen con exactitud las mismas dudas, sorpresas, certezas y estados de ánimo producidos por ese fragor de visillos y persianas que convierten el día, la existencia, en un juego kafkiano en el que el antes, el ahora y el luego, el aquí y el allá, no forman una base sólida por la que ir andando sin perder el equilibrio. Estamos dentro de Anthony Hopkins, lo conocemos, lo sentimos, sabemos sus circunstancias familiares, vemos a su hija, intuimos a su otra hija, confundimos a sus cuidadoras, a su yerno, e incluso ambos, Hopkins y nosotros, desconfiamos de la coyuntura, del escenario, de la moral…

La puesta en escena, sencilla, teatral, la construye Zeller con un espacio «líquido» que está producido por la confusión del personaje y muy especialmente por la interpretación de Hopkins, quien con apenas gestualidad y con la colocación exacta del fino diálogo y la «cantaleta», materializa, esculpe, esa abstracción que es el desconcierto. Frente a él y a través de su mirada, de su entendimiento, sentimos lo que queda del mundo, apenas su hija, interpretada maravillosamente (y entre visillos) por Olivia Colman . Por Oti. R. Marchante.

2

'Una joven prometedora': Algo más que una loa al sola y borracha

La primera película de esta directora, Emerald Fennell , tiene la enorme virtud de enviar un mensaje nítido y colocarlo en la botella adecuada, o por ser más precisos, tuneada adecuadamente. La historia que cuenta, retorcida y disparada con enorme puntería desde su trinchera natural, la de la mujer, o la de una mujer, la protagonista de la fábula, da de lleno en su objetivo: la mirada incómoda y muy perturbada del espectador y (en esta ocasión es pertinente el lenguaje inclusivo) de la espectadora. Ese personaje que traza y trama el discurso es, en efecto, una joven prometedora, a la cual interpreta Carey Mulligan con todo lo que da de sí su físico y su gran capacidad de actriz para emborronar las líneas que separan 'lo normal', 'lo justo', 'lo legal', 'lo vulnerable' y 'lo intolerable'.

La película recoge ya a su protagonista en la tarea de recomponer el maldito mundo cuando se rompió a causa de la muerte (¿suicidio?) de su gran amiga, violada y humillada durante una de esas fiestas etílicas universitarias… Se trata de una historia en la que la venganza tiene un tono distinto al habitual de las películas de venganza , y la directora introduce su mensaje en una botella con suaves modos de comedia negra y sutiles de 'thriller' e intriga, y algo lejano y leve de romántico. Lo vemos todo a través de la mirada de Carey Mulligan , que, aunque distorsionada por el odio y la tragedia, y hay algo en ella que aceptamos como normal, justa, legal, vulnerable e intolerable (ahora, sin comillas), es un mundo en el que no cabe un hombre íntegro que no esté bien sujeto a sus instintos más primarios y animales; tampoco muchas mujeres. Y ella, desde un lugar retorcido, arriesgado y, en cierto modo, admirable, se dedica a evidenciarles sus pecados y contradicciones.

El guion es cauto y procura esquivar la violencia (la física, porque de la otra hay toneladas), lo cual le incorpora a la historia un cierto puntito de inverosimilitud (un animal acorralado, es un animal peligroso), pero empaqueta así mejor su mensaje, aumentado con un par de buenos giros de guion, con una música con pasajes hitchcockianos, como de Bernard Herrmann, y con un buen amasado de venganza, sacrificio y esa idea rotunda y 'provocadora' del sola y borracha… Carey Mulligan está fantástica, pero Bo Burnham , el noviete simpático, está al menos a su altura. Por Oti. R. Marchante.

3

'Minari. Historia de mi familia': La modorra coreana y el sueño americano

El director, Lee Isaac Chung , es un director americano de origen coreano, y este último detalle (y ninguno más) le une a Bong Joon-ho, el director de 'Parásitos', coreano al completo, que el pasado año rompió el habitual mapa de los Oscar. La película se titula 'Minari', pero el añadido aquí ya nos revela el carácter autobiográfico de lo que narra, la vida de una familia de inmigrantes coreanos , padre, madre, hija e hijo que en los años ochenta se instala en una zona rural de Arkansas en una casa con ruedas y con la idea de cultivar en esos terrenos difíciles productos vegetales coreanos. Por edad y posiblemente por circunstancias, la mirada del niño de la familia, de unos siete años, coincide con la del propio director (nacido en Denver en 1978) y le aporta ese color de la memoria y de la anécdota.

Los ingredientes del argumento son variados, del drama a la comedia y de lo cálido y sentimental a lo espinoso y conflictivo, pero todo ello actúa sobre el relato con gran armonía y regusto visual y narrativo: los personajes ocupan en él su espacio de persona y su tiempo para explicar el modo de ver el mundo, la familia; el padre que persigue su sueño coreano conectado con el sueño americano ; la madre, más cautelosa con sus anhelos, menos 'ambiciosa', y los hijos, y en especial reflejados en los ojos del pequeño actor Alan S. King, que ofrecen el punto de nostalgia familiar, también construido por la abuela, un contrapunto exótico que aporta un humor raro, extravagante, pero reconocible y magreante. Por Oti. R. Marchante.

4

'Nomadland': La piel de un país y las entrañas de una comunidad errante

Serias aspirantes a los dos mejores Oscar, 'Nomadland' y su directora, Chloé Zhao , son un magnífico medio de transporte para visitar lugares muy especiales de la piel de los Estados Unidos y de lo que habita bajo la piel de esas gentes, un clan, que sobrevive trashumante y con trabajos esporádicos y estacionales, a bordo de sus caravanas y camionetas por toda la geografía del país. 'Supervivientes del Siglo XXI' es el subtítulo de la novela de Jessica Bruder que toma Chloé Zhao para mostrarnos su viaje hasta las tripas de un paisaje, de una sociedad, y el corazón de un personaje, Fern, que interpreta de modo caudaloso (y sin apenas agua) Frances McDormand, también seria aspirante a un Oscar como mejor actriz.

Chloé Zhao, directora de la magnífica 'The rider', ordeña toda la verdad de la historia original de Jessica Bruder, incluso convoca en la pantalla a algunos de sus personajes reales y principales, como Linda May, Charlene Swankie o Bob Wells (auténticas celebridades de ese mundo nómada), y le añade dos elementos sustanciales, decisivos: el primer plano de McDormand, pura orografía de lo reseco, lo alegre, lo incierto, lo doliente , y el plano largo del horizonte, enorme, pedregoso, soleado y aún más incierto y solitario. Por Oti R. Marchante .

5

'Sound of metal': El ojo y el oído de Riz Ahmed

La vida de Ruben, un joven baterista de una banda de heavy-metal, da un cambio radical cuando pierde la audición. Aceptar su nueva realidad no será nada fácil. La trama y los personajes principales del filme se basan en la película docufiction inacabada de Derek Cianfrance "Metalhead", en la que el baterista de un dúo de heavy metal se vuela los tímpanos y debe aprender a adaptarse a un mundo de silencio. El realizador de "Sound of Metal", Darius Marder, fue uno de los guionistas de "Cruce de caminos" de Cianfrance, y fue él quien le pidió personalmente a Marder que reelaborara la historia desde el principio. Inicialmente, el actor principal Riz Ahmed usó bloqueadores auditivos en el interior de su canal auditivo que emitían ruido blanco. Después de un tiempo, decidió renunciar a los bloqueadores, pero se comunicaba a través de ASL con el director y el elenco de sordos.

6

'Mank': Vistazo a aquel Hollywood y al hombre que escribió el guion de 'Ciudadano Kane'

Bastaría saber quién la hace y sobre qué trata para intuir que esta película quedará tatuada en la historia del cine. La hace David Fincher, un cineasta cuyas huellas indelebles pueden seguirse en títulos como «Seven», «El club de la lucha», «El curioso caso de Benjamin Button», «Zodiac» …; y trata sobre un estado de ánimo, el del extinto Hollywood de los años treinta, y una autoría, la del guion de «Ciudadano Kane» , un debate abierto durante décadas sobre las dosis de progenitura que colocaron en él los que figuran como coguionistas, Herman Mankiewicz y Orson Welles.

Aunque el debate sigue y seguirá abierto, David Fincher coloca el punto de vista de la narración en Herman Mankiewicz, tanto para dibujar los ambientes políticos y creativos de aquel Hollywood, como para instalar en la cama de Mankiewicz, con él postrado en ella a causa de un accidente, todo el desarrollo y proceso de escritura de la historia de Charles Foster Kane , el «ciudadano» protagonista de la obra maestra que aludía sin nombrarlo al magnate de la Prensa William Randolph Hearst.

David Fincher parte para contar la historia de un guion escrito hace años por su padre, Jack Fincher, y elabora la narración en dos tiempos que se saludan y solapan, el «presente» del escritor entregado a la escritura y el pasado en píldoras de memoria sobre los años anteriores y su relación con el Estudio de la Metro, sus poderosos halcones (en especial, Louis B. Mayer o Irving Thalberg), el propio Hearst y su amante, Marion Davis, estrella del cine mudo y de significado muy, muy especial en lo que se contaba en «Ciudadano Kane» (aquel «rosebud» que interlineaba de significado la obra maestra de Welles era también el nombre que le daba Hearst a ciertas partes íntimas de Marion Davis).

Dónde pone más músculo narrativo y cinematográfico Fincher es en dejar una descripción nítida y precisa de su personaje central, el Mank del título, un hombre de gran cultura y que derramaba un sarcasmo corrosivo en sus salones adyacentes, hermano mayor de Joseph L. Mankiewicz , alcoholizado, deslenguado y con un descontrol absoluto en esa encrucijada en la que se encuentran el poder, la política y el talento creativo. Y a ello le ayuda la interpretación eufórica pero también afligida de un actor como Gary Oldman, tan capaz en lo heroico como brillante en lo malicioso. La ambientación en un memorable blanco y negro, sus luces y sombras, su juego de planificación y encuadres conversan en cierto modo con aquella que logró Welles (y Gregg Toland) en «Ciudadano Kane». También son memorables sus momentos de intimidad, intención y emoción, como los que reúnen a Mank con Marion Davis (interpretada con sutil listeza y descarada frivolidad por Amanda Seyfried) o los que vive desde su cama de escritura con sus ayudantes.

Memorable Fincher, que envuelve con recursos y destellos de modernidad una obra genialmente clásica. Y memorable esta película que bucea en aquel mundo babilónico y deslumbrante cuyo corolario se respira hoy tan a lo tonto, lo pequeño y sin bombona. Por Oti R. Marchante.

7

'El juicio de los 7 de Chicago', un maridaje eficaz de historia, ideología y tensión cinematográfica

Hace ya algún tiempo que el verbo maridar se coló en el paisaje de la vida del ser humano por otras puertas muy distintas a la habitual de la Iglesia, por la gastronomía, la música, la política, la economía, las artes y hasta las relaciones íntimas. Maridar es fusión entre dos o más, es decir, confusión. En el cine, vivimos el maridaje de Hollywood (que es un estado de ánimo más que un lugar) con el «streaming» (un lugar más que un estado de ánimo), o sea, la sala de cine con la sala de cine de casa, que ya no es la «tele» sino otra cosa. Este fin de semana, Hollywood y el «streaming» han estrenado a la vez «El juicio de los 7 de Chicago» , una película que es el producto también de otro maridaje, el del «creador de series» con el del director de cine que es Aaron Sorkin .

Sorkin es el alma de series como «El ala oeste de la Casa Blanca» , «The Newsroom» y otras que tienen en común fisgonear en los entresijos de la gran política, la gran televisión o el gran deporte. Es productor, guionista, director, dramaturgo…, pero, sobre todo, es husmeador de entresijos; también es conocido por su contribución a las campañas del Partido Demócrata y su implicación en los periodos electorales, lo cual le otorga a esta película que ahora estrena y que coincide con el actual periodo electoral todas las intenciones que el lector o el espectador quiera darles.

«El juicio de los 7 de Chicago» aborda los hechos ocurridos allí durante la Convención del Partido Demócrata en 1969, donde se produjeron manifestaciones contra la Guerra de Vietnam que terminaron en una batalla campal y en un proceso contra los líderes de las organizaciones que las convocaron, Asociación de Estudiantes, los llamados «Yippies», Movimiento contra la Guerra y Panteras Negras . Lo que muestra Sorkin es la personalidad de los siete acusados (ocho, si se cuenta a Bobby Seale, líder de los Panteras Negras) y los pormenores del juicio posterior que entabló contra ellos la Administración, ya en manos del republicano Richard Nixon . Hechos de entonces que no es complicado encontrarles una relación, o intención, con el presente de Donald Trump .

La estructura es sencilla, «sorkiniana», a un lado hay personas y al otro Administración, maquinación, y arranca la película con un vistazo al alma de ambas en un preámbulo en el que se desgrana el ambiente antibélico de aquella época convulsa (la imagen de archivo de Lindon B. Johnson, sus partes de guerra y de reclutamiento) y el carácter de sus líderes, el activista Tom Hayden (Eddie Redmaine), el anarcoide Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen), el sensato David Dellinger (John Caroll), el pacífico «pantera» Bobby Seale (Yahya Abdul-Mateen)… Cuando se sumerge la narración en el juicio, aparecen además el joven y manipulado fiscal acusador (Joseph Gordon-Levitt) y el indescriptible juez que interpreta con brillantísima inquina Frank Langella.

Salvo algunos «flashback explicativos» y el uso de material documental de los disturbios mezclado con el color de la ficción, la película es el juicio, y por lo tanto se sustenta en la magnífica capacidad de Sorkin para dialogar: la gracia, la chispa, la frescura, la inteligencia progresista pertenece por completo al banquillo de los acusados (entre otros cargos, por conspiración y traición a los Estados Unidos, lo que nos empuja al dilema sobre un juicio por hechos o un juicio por ideas, ¡uuumh, vaya por Dios!), mientras que la severidad, la solemnidad y la triquiñuela legal está instalada en la mesa del fiscal y el juez.

Se ve con claridad la intención propagandística de la película y se respira el aire anti reaccionario y el aroma anti Trump, el subrayado es casi grosero, pero lo cierto es que la intriga, el interés, la épica, el ritmo y las virtudes de la protesta adquieren una potente velocidad cuesta abajo. Un maridaje perfecto entre el acelerador y la ideología . Por Oti R. Marchante .

8

'Judas y el mesías negro': Ratas contra panteras

Título que presenta un armamento claro para estar entre las ocho candidatas al Oscar de mejor película , pues trata dos asuntos tan viejos como vigentes: la lucha entre razas y la figura clave y más interesante de cualquier conflicto o guerra, el traidor. ¡Cómo se idealiza la traición y cómo se desprecia al traidor! El director, Shaka King , le mete buenas dosis de ficción a los hechos reales que rodearon la vida y la muerte de Fred Hampton, líder de los Panteras Negras en Chicago a finales de los años sesenta, y elige un atractivo punto de vista para la narración, el del infiltrado (una 'rata' en su argot) por el FBI para desarbolar la organización y sacrificar a su líder.

Para ser Judas, hay que tener enfrente a un Mesías . Y esa es la entonación de la película, el fuerte, íntegro y convincente Hampton que interpreta Daniel Kaluuya, y el ladronzuelo botarate confuso al que empujan a su territorio y al que le da innoble presencia Lakeith Stanfield. Ellos son los protagonistas, ellos son las piezas que se mueven para darle sentido moral al tablero de la historia, y curiosamente ambos son candidatos al Oscar al mejor actor…, secundario.

El director tiene a su Mesías , y la aleación de explosivo y prudencia del personaje es lo mejor; y tiene a su discípulo traidor y titubeante, pero se le escapan 'los romanos', el dibujo del FBI con Edgard Hoover a la cabeza (que es la de Martin Sheen llena de cosméticos) es solo una mediocre caricatura. En nuestro mundo actual, tan pro, no queda ni rara ni aburrida. Por Oti. R Marchante .

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