Pedro Costa y la revalorización del cine portugués

En su primera película, ‘La sangre’, que ahora se puede ver en salas de cine y restaurada, esboza una historia dramática, profundamente social y en la que implica a una pareja de jóvenes

El cineasta Pedro Costa EFE
Oti Rodríguez Marchante

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Hace unas semanas tuvo su sitio en la cartelera la primera película de Paulo Rocha , ‘Los verdes años’, una joya del cine hecha en 1963 por uno de los grandes y poco conocidos directores clásicos del cine portugués, y ahora, tal vez casualidad para los que crean en ella, encuentra alojo entre las estrecheces de la programación de las salas ‘La sangre’ (1989), primera película de otro de los grandes directores portugueses, Pedro Costa , ya perteneciente a la penúltima e innovadora escuela de esa cinematografía, y que recoge en cierto modo ese testigo tan personal y apreciado que dejó Manoel de Oliveira.

Pedro Costa es un cineasta reconocidísimo en festivales y foros profundamente cinéfilos, aunque su paso por las salas (al menos españolas) sea una excepción. Algunos de sus títulos más celebrados, como ‘En el cuarto de Vanda’ (2000) o ‘Juventud en marcha’ (2006), contienen una mezcla insólita de docuficción y retrato social de Lisboa, generalmente atrapado entre la degradación y ruina del barrio de Fontainhas, y con notables dosis de realismo y experimentación; y cierra lo que sería una trilogía sobre ese barrio con ‘Caballo dinero’ (2014). En 2019 hizo ‘Vitalina Varela’, un personaje real con el que ganó el gran premio en el Festival de Locarno. Un cine complejo, con mucha precaución ante los gustos usuales de ‘lo narrativo’ y con gran impacto visual y sentimental en su avance del contenido de lo que documenta hacia el territorio de algo parecido a la ficción.

En su primera película, ‘La sangre’, que ahora se puede ver en salas de cine y restaurada, Pedro Costa esboza una historia dramática, profundamente social y en la que implica a una pareja de jóvenes, interpretados por Pedro Hestnes e Inês de Medeiros (hermana de María de Medeiros), y el niño Nuno Ferreira. Lo fragmentado y rehuido del relato lo convierte en una doble intriga, especialmente poderosa en el interior del espectador, que tiene que reunir pedazos de narración como si fuera un jarrón roto, una forma de historiar muy radical pero que él adorna con gran precisión técnica, una planificación exquisita y un tratamiento de la fotografía, en blanco y negro tajante, que recuerda en planos cortos, contrapicados, cielos y miradas infantiles al Víctor Erice de ‘El espíritu de la colmena’.

Los elementos argumentales de la historia, un padre que desaparece, un hijo mayor que debe velar por el más pequeño, una joven que trabaja en la escuela y que comparte pasado y voluntad de futuro con ambos hermanos, especialmente el mayor…, unas acciones, tramas, conflictos que se ‘explican’ mediante una técnica parecida al ‘trencadís’ de un mosaico y unos dramas que se sienten más que se esclarecen o definen. Con una levísima exploración en el ‘thriller’ mediante un rapto y unas relaciones confusas y con la presencia ‘manoeloliveriana’ del actor Luis Miguel Cintra.

Tanto ‘Los verdes años’ como ahora ‘La sangre’ son un pequeño vistazo a las obras (hebras) que llegan del cine portugués, tan alejado de lo tópico y habitual, y procura, si no otras sensaciones más frecuentes en el espectador, sí al menos una oxigenación de la mirada y una estima por la búsqueda de secretos en la pantalla.

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