Crítica de 'La quietud de la tormenta': La vida entre dos hilos

Atraviesa algún momento impostado, alguna escena de conversación y grupo o algún aire jazzístico (no en lo musical, sino en lo interpretativo y textual) que no le aporta gran cosa al fundamento, pero, con sus cosas, resulta una película inesperada y rica

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Loreto Mauleón en 'La quietud de la tormenta'
Oti Rodríguez Marchante

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Hay dos elementos de esta película, la primera que dirige Alberto Gastesi , que le aportan una gran dosis de calidad y riesgo, la fotografía en blanco y negro de Esteban Ramos y un guion osado que juega sutilmente con el tiempo, la realidad y los anhelos indetectables del alma. De hecho, un ligero golpe de timón en un momento de la o las historias cambia radicalmente la percepción de ellas. Podría haber sido una más de pareja que quiere comenzar una nueva vida y se encuentra con algunos contratiempos, pero el volantazo de guion la convierte en nueva, sugerente, reflexiva y difícil de explicar. Tiene algún condimento que podría recordar a ‘La vida en un hilo’, de Neville, aunque su tono y su intención es completamente distinta.

Está ubicada en un San Sebastián lluvioso y grisón, matizado por la fotografía en blanco y negro, al que llega una pareja joven que ha vivido en París y quiere ahora establecerse en su ciudad, en la que, naturalmente, ambos tienen un pasado. A la historia sólo le interesa el de ella, Lara, interpretada por Loreto Mauleón con gran sentido de lo que quiere transmitir, algo así como una felicidad entre interrogaciones, como envuelta entre precaución y añoranza.

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En su estructura conviven lo que parecen ser dos acciones paralelas, dos relaciones, la presente y otra que alude al pasado, más romántica, más empapada de lluvia e inquietudes. Y ese encuentro entre las dos líneas argumentales rompe en un largo desenlace con las dos palabras esenciales del título, quietud y tormenta, muy entusiasmado en su propio lirismo y confusión con la pareja de actores, Loreto Mauleón e Íñigo Gastesi, entre diálogos que no se suelen oír, ni decir.

Atraviesa algún momento impostado, alguna escena de conversación y grupo o algún aire jazzístico (no en lo musical, sino en lo interpretativo y textual) que no le aporta gran cosa al fundamento, pero, con sus cosas, resulta una película inesperada y rica .

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