Crítica de «El huevo del dinosaurio (Öndög)»: La mujer de la estepa
Habrá quien dude de que una película mongola, de la Mongolia de Ulan-Bator, tenga interés más allá de su exotismo
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Habrá quien dude de que una película mongola, de la Mongolia de Ulan-Bator, tenga interés más allá de su exotismo. Empecemos por decir que su director Wang Quan’an tiene en su haber un Oso de Oro y otro de Plata por dos películas anteriores, y ganó con esta la Espiga de Oro en la Seminci. Si no parece suficiente, añado que se animen a verla si aún recuerdan con fascinación aquellos planos de «Lawrence de Arabia» en los que el camello de Omar Sharif tardaba una hipnótica eternidad en cruzar una pantalla poblada tan solo por el desierto.
Hay aquí una buena cantidad de planos comparables de la estepa mongola, la pantalla es casi igual de larga y el camello es hasta mejor porque es de dos jorobas. Lo que no hay es rubitos de ojos azules porque aquí solo salen «actantes» primerizos: no importa mucho porque tienen poco diálogo y menos primeros planos, es una película rodada a escala de la estepa. Pero tiene una protagonista fascinante, la pastora que monta el camello, experta tiradora a la que los policías llaman cuando acechan los lobos, solitaria insobornable como cualquier lacónico héroe del western (esto sería un «eastern», ¿no?)… pero igualmente capaz de desollar a un cordero con sus propias manos para invitar y mejor seducir a un poli novato al que han dejado de guardia vigilando un fiambre que ha aparecido incongruentemente desnudo en medio de ese cósmico descampado. Todo un pequeño descubrimiento.
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