Crítica de «Hasta que la boda nos separe»: Cómo se perpetra un matrimonio
Una buena comedia necesita siempre un buen detonante, y en esta de Dani de la Orden pues tiene su dosis de ingenio
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Una buena comedia necesita siempre un buen detonante, y en esta de Dani de la Orden, aunque no llega a la altura del pijama compartido por Gary Cooper y Claudette Colbert en «La octava mujer de Barba Azul», pues tiene su dosis de ingenio: ella le encuentra a su cuitado novio una comprometedora tarjeta de visita en el bolsillo. Y lo que era «un asuntillo» se convierte en «un asuntazo» y en los preparativos de una boda…, lo que aprovecha el director para irse a los antípodas de Lubitsch y situarse en el área de Jennifer López y Matthew McConaughey en esa cosita mona titulada «Planes de boda» .
Y no hay que buscarle ya más genio a esta comedia, pues basta con encontrarle la gracia, que está en la construcción a brochazos de los personajes y en lo mucho que tienen de ella algunos de sus intérpretes. Álex García es la perfecta cobaya para acreditar las indagaciones sobre el hombre de hoy, ni bueno ni malo, ni listo ni tonto, ni esto ni lo otro, y Belén Cuesta, tan precisa en lo profundo como en lo ligero y hasta en lo memo. Antonio Dechent, padre y patrón, entra siempre en cualquier escena, por poquito que haya, con la misma promesa de juerga que un jalapeño en un taco mexicano. Silvia Alonso, Mariam Hernández, la cara de «sketch» y como de haber mojado pan en la salsa de Adrián Lastra… En fin, en ellos, en el disparate de algunas situaciones y en lo «incorrecto», provocador y cochambroso de algunos diálogos está el quid de «Hasta que la boda nos separe». Podría pedírsele, sí, algo menos de carril en su construcción y desarrollo, y también dos huevos duros.
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