Crítica de «Casanova, su último amor»: Giacomo, el cazador cazado
Giacomo es reinvidicado por Jacquot como un amante de la belleza y la palabra.
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A los verdugos también los ahorcan y ni siquiera Casanova se libró de una especie de cobra dieciochesca, que confiesa en sus mal leídas memorias. Para mayor escarnio, fue una mujer de peor que dudosa reputación quien convirtió al león en cervatillo enamorado. El francés Benoît Jacquot, que se mueve en el cine de época como si tomara el té cada tarde en Versalles , cuenta la única derrota amorosa del conquistador, al que pone cara el sesentón Vincent Lindon, de vuelta de muchas cosas pero no de la actuación. Stacy Martin, quien no tiene ni la mitad de años y porta un aire a lo Sylvia Kristel, doma a la fiera, que por una vez no es retratada como el atleta sexual que incluso Fellini adoptó, con Donald Sutherland vestido (o no) de corto para el papelón.
Giacomo es reinvidicado por Jacquot como un amante de la belleza y la palabra. Ese simple matiz debería haber desviado el relato de la conquista a la seducción, siempre más interesante, pero por algún motivo el sentimiento no llega a rasgar la tela y el espectador pasa frío en la butaca. La fragilidad del protagonista, atrapado por su pasado para siempre, tampoco lo acerca a nuestro bando. Lindon no consigue liberarlo y que lo sintamos de nuestro lado.
Dirección : Benoît Jacquot. Intérpretes : Vincent Lindon, Stacy Martin, Valeria Golino, Catherine Bailey, Olivia Ross...