Crítica de 'Goliath': El abogado honrado y el manipulador de conciencias
«Una película ideológica, ecológica y de denuncia de los métodos empresariales, políticos y de comunicación (la Unión Europea también en la diana) que mantienen para conservar sus privilegios»
Aunque se haya visto ya en numerosas ocasiones, siempre consuela ese estado metafórico de lucha de David contra Goliat , aquí sustanciado por el proceso judicial de unos agricultores contra una multinacional de productos químicos y pesticidas que, al parecer, es la causante de enfermedades incurables y de malformaciones en los recién nacidos en la campiña francesa . Una película ideológica, ecológica y de denuncia de los métodos empresariales, políticos y de comunicación (la Unión Europea también en la diana) que mantienen para conservar sus privilegios.
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El director, Frédéric Tellier , organiza una narración diversa y amena, y pone los focos del argumento en los agricultores, en el abogado que los defiende y en los conseguidores capaces de cualquier artimaña para lograr que esos productos cancerígenos obtengan la autorización de políticos y científicos. Esta diversidad de puntos de vista sobre los hechos y los modos ameniza la función, entre otras cosas porque no escatima en clichés: el abogado es un perdedor, un tipo honrado e incorruptible al que el actor Gilles Lellouche no consigue darle el encanto de Paul Newman en ‘Veredicto final’ , pero…; o el lobista listo e implacable que interpreta Pierre Niney, una especie de tuneladora amoral con la conciencia dentro de un chubasquero.
Ficha completa
Goliath
Es revelador y tristemente divertido el argumentario y métodos de este personaje tan actual y tan poco tranquilizador. No es una película larga, pero le sobra mucho material ‘humanitario’ y ‘sensible’ sobre agricultores, familias, reuniones y protestas. Lo fuerte, lo sólido, lo brutal está en esos dos personajes que son como el yin y el yang que sostiene este mundo en el que el pesticida no es lo que peor huele.