Crítica de 'El cazador de recompensas': Walter Hill se merece un wéstern
La historia del cine está empedrada de wéstern inolvidables y éste no es uno de ellos, aunque entretiene y se deja disfrutar
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Hace mucho tiempo que Walter Hill hizo sus mejores películas, ‘Los amos de la noche’, ‘Forajidos de leyenda’, ‘Límite: 48 horas’… Pertenece a aquella irrepetible generación de directores de los setenta que le descubrió al cine un nuevo sistema nervioso, los Coppola, Scorsese, De Palma, Lucas, incluso Spielberg. Es, pues, también él una leyenda. Alguien con derecho a divertirse haciendo un wéstern, que no es un gran wéstern, pero que tiene algunos de los elementos imprescindibles del género, que utiliza los clichés sin ofenderlos y que, a pesar de su asumida condición de filme de bajo presupuesto, se beneficia de la veteranía de su director y de la presencia de algunas estrellas.
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El argumento y los personajes contienen el óxido de un género muy humedecido por el tiempo, el cazarrecompensas, el asesino que buscará venganza, la mujer de un rico hacendado raptada, los bandoleros, la persecución, el duelo…, y ese catálogo de frases desabridas y ya deshidratadas por el uso. Se incluyen en la historia algunos elementos dramáticos como las cuestiones racistas y las pasiones amorosas o militares que le dan una cierta apariencia de profundidad. Y hay también buenos momentos de tensión entre Christoph Waltz, en un papel muy reconocible, como cínico servidor de la Ley, dicharachero y justo de escrúpulos, y Willem Dafoe, rebozado, como a él le gusta, en un personaje sin atisbo de moral. Mientras que Rachel Brosnahan compone un tipo de mujer de wéstern más cercana a hoy que a entonces, pero le resulta útil así a la trama.
Ficha completa
En lo visual, Walter Hill acomoda sus recursos a lo sencillo a la par que funcional, planos y secuencias sin gran ambición de lenguaje que cuentan una historia sin apenas dobleces, contenida de tensión y épica y con algo de desaliño en sus tramos finales. La historia del cine está empedrada de wéstern inolvid ables y éste no es uno de ellos, aunque entretiene y se deja disfrutar.
