CHARLETAS GADITANAS

Tabaco. No, gracias.

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Parece que desde que el Gobierno endureció la ley contra el uso del tabaco en diferentes sitios, muchos han intentado dejarlo y parece ser que algo se va logrando, y de hecho se observa en muchos lugares una mayor limpieza de ambiente donde antes era casi irrespirable el aire.

Debo confesar que fui fumador empedernido durante muchos años, hasta que hace unos veintitantos que tuve el acierto de dejarlo, antes de que el tabaco me dejase a mí.

Comencé a fumar como casi todos los niños lo hacían antiguamente, con el cigarrito de matalahúva, producto ése que no sé si tenía que ver algo con esos petardos de hoy que llaman de la risa y que suelen ser el inicio para cosas mayores y más peligrosas. De ese producto se pasaba a los célebres liaíllos de dudosa procedencia, algunos decían que era tabaco procedente de manillas y otros, sobre todo los padres, decían que era procedente de coger las colillas del suelo y volver a liarlos. De ahí se pasaba a los ideales, picaduras, caldos de gallina y otros, hasta que ya manejando algunas perrillas se compraban los llamados cuarterones de Gibraltar, El cubanito, La flor de Cuba, Las medallas, y Los bubis y Bisontes hechos en España. También se podían adquirir las libras de Gener y Partagas procedentes de Cuba, pero éstas estaban reservadas para bolsillos más potentes.

Con el tiempo llegaron ya una gran cantidad de marcas canarias emboquilladas y los estancos fueron surtiéndose de gran manera. Una cosa que a los jóvenes de hoy les costará comprender es que los de mi época tardaban en fumar delante de los padres, sobre todo del padre, por lo menos hasta que no se saliese del servicio militar. Y en muchos casos hasta que no se casaban -estoy hablando de personas que ya habían cumplido los treinta años-. Cuando aún se era joven había que procurar que en casa no te olieran a tabaco y, por supuesto, dejar escondido el paquete o cigarrillo que te hubiese quedado para que no fuera visto.

Lo que sí es cierto es que todos los consejos que se recibían de los padres eran verdad, ya que nos decían que el tabaco era malo y podía acarrear enfermedades muy graves. Pero lo cierto es que la mayoría de ellos fumaba más que el portero de un baile.

De todas formas, lo mejor que se puede hacer es dejar el tabaco. Sé que el caso es harto difícil pero hay que intentarlo, porque yo digo una cosa: mes que se pasa sin fumar, mes de batallas que se van ganando hasta que se triunfa en la guerra. Aunque llevo ese tiempo que digo sin fumar, confieso que en muchos momentos me acuerdo del tabaco, pero estoy muy feliz sin fumar. Por ello animo a todos que lo dejen, el cuerpo se lo agradecerá.